© José Miguel Carrera Carmona
Registro de Propiedad Intelectual N° 192.633
ISBN N° 978-956-332-675-8
Diseño & Diagramación: Angel Spotorno L. / www.ecoagencia.com
Impresión: IGD Impresiones Gráficas Digitales
Editorial Latinoamericana 2010.
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A María Alejandrina Carmona Camus, mi madre.
Para que un día sea leído por:
Laura Daniela, José Miguel, Constanza Camila y Mariel Koyan.
Agradecimientos
A Virginia Vidal, por tener la paciencia de leer reiteradamente el relato. Me entregó valiosos aportes y opiniones que enriquecieron su contenido. Y lo más importante, me dio confianza de que lo podía escribir.
A mi compañera Pascale Bonnefoy, por ordenar, corregir y editar los escritos. Sin su aporte este esfuerzo no hubiera llegado a ser realidad.
A Fabiola Murua y Tito Tricot por entregar sugerencias que me permitieron mejorar el relato.
Y a Angel Spotorno, por aportar con su arte para hacerlo presentable.
PALABRAS PRELIMINARES
He tenido el privilegio de ser partícipe de una misión internacionalista en Nicaragua como miembro de un contingente de militares chilenos formados en Cuba. Ahí me transformé en un combatiente internacionalista y pude ser testigo del momento mágico del triunfo de la Revolución Popular Sandinista el 19 de julio de 1979.
Ya han transcurrido más de treinta años de esa gesta heroica y quiero contribuir modestamente a la memoria histórica del pueblo chileno como una muestra de respeto y admiración a mis compañeros. Honro a los que entregaron su vida en el cumplimiento de nuestros sueños y saludo a los que siguen vivos orgullosos de su pasado.
En el libro del comandante Fidel Castro, “La Paz en Colombia”, se cita la participación de oficiales chilenos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba (FAR), el año 1979 en uno de los Frentes de Guerra del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en la lucha nicaragüense:
“Una brigada de apoyo fue organizada rápidamente con revolucionarios nicaragüenses, salvadoreños, hondureños, guatemaltecos y uruguayos que se entrenaban entonces en Cuba, y 51 oficiales del Partido Comunista de Chile, 20 del Partido Socialista de ese país y ocho del Partido Comunista Uruguayo, formados durante años en nuestras academias militares, que fueron integrados a esa fuerza con autorización previa de sus respectivas organizaciones políticas. Diez médicas y dos médicos chilenos, militares todos, formados igualmente en Cuba, fueron enviados al Frente Sur para atender a los heridos de guerra”.
Termina diciendo: “Los comunistas chilenos, sus compañeros socialistas y los oficiales comunistas uruguayos, como oficiales de carrera, escribieron una página imborrable en la historia de América Latina, tarea que prosiguió después de la victoria, junto al esfuerzo solidario e irrestricto de nuestro país”.
El triunfo de la Revolución Popular Sandinista, de la que soy uno de sus hijos, permitió a Nicaragua, sobre todo a los más humildes habitantes de mi país, acceder al poder, ser protagonistas reales de la conquista de sus Utopías derechos como seres humanos y convertirse sin lugar a dudas en una fuerza formidable. La fuerza moral de los nicaragüenses era inconmensurable, para decirlo con una palabra significativa.
La solidaridad de los pueblos de todo el mundo era clara y evidente. Países como México, Panamá, Costa Rica y Venezuela de una u otra forma ayudaron a que llegara la solidaridad a la lucha de ese pueblo, tan sencillo, cariñoso y una de mis patrias más queridas. Las actividades revolucionarias y una buena dosis de suerte me permitieron conocer compañeros y compañeras de varios países. En nada se diferencian del humanismo observado en mis hermanos de lucha chilenos. Los que han inventado falsamente que el patriotismo significa diferencias entre nuestros pueblos latinoamericanos les interesa sólo mantenernos divididos para seguir dominándonos.
Ese mes de julio de 1979, el pueblo nicaragüense unido y armado de una estrategia justa había derrotado a una de las dictaduras más antiguas y sanguinarias de la historia de América Latina, la del general Anastasio Somoza.
Mi corazón de joven chileno se emocionaba con ese triunfo revolucionario que había tenido el privilegio de vivir directamente. Pero también me embargaba la satisfacción del deber cumplido como oficial revolucionario cubano y el haber sido un combatiente más entre mis camaradas de armas.
El triunfo sandinista conmovió a los partidos de la izquierda chilena, no sólo por el significado histórico del hecho en sí, sino porque una buena cantidad de sus militantes había tenido el honor de vivir en directo ese proceso liberador. Cuando ya estaba de regreso en Chile, mis hermanos del interior me contaban que con el triunfo sandinista se sintieron un poco más libres. Mi pueblo era reprimido salvajemente por las propias Fuerzas Armadas chilenas con el apoyo criminal de los Estados Unidos. Cuando se enteraban que jóvenes chilenos igual que ellos habían participado en esa lucha de liberación, se sentían más motivados, contentos y orgullosos todavía.
Nicaragua en lucha y en reconstrucción fue como una llamarada vital que encendió en pueblos y gobiernos del mundo la solidaridad militante. Jóvenes de muchos lugares de América Latina y del mundo se sumaron a
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CAPÍTULO 1 - Tertulia con un Carabinero
Había concluido el acto de homenaje en el mausoleo de los internacionalistas en el Cementerio General de Santiago de Chile, cuando sentí una mano en mi hombro. Al darme vuelta, vi a un policía que, dirigiéndose a mí, me dijo: “Señor Carrera, mi capitán le pide que me acompañe. Debo llevarlo hasta donde está él. ¿Me acompaña? Sígame, por favor.” Varios de mis acompañantes se pusieron nerviosos y obviamente también yo, así que acompañé al policía, o carabinero, como los conocemos en Chile.
Caminamos unos metros o varias tumbas, -estábamos en un cementerio- y llegamos donde su capitán. Estaba acompañado por tres carabineros más. Fui rodeado por ellos. El oficial tomó la palabra.
“Señor Carrera -me dijo- me impresionó su discurso. Cuéntenos más de los chilenos que combatieron en Nicaragua. Debe haber sido difícil para esos jóvenes combatir en esa jungla. Yo he leído bastante de América Central, sé que hay mucha selva, grandes aguaceros, animales salvajes y venenosos. Nosotros nunca hemos estado en una guerra”.
No puedo nuevamente negar que me puse un poco nervioso por el tipo de interlocutores que tenía frente a mí, pero me animé y les conté de la lucha de los jóvenes chilenos en Centroamérica, de mis compañeros. El me interrumpía y preguntaba cosas. Le impresionaba lo de la naturaleza, y que jóvenes chilenos fueran reconocidos como valientes en esos países.
Cuando terminé, el capitán mencionó que a él cuando era teniente, la Central Nacional Informaciones, CNI (el temible organismo represivo del dictador Augusto Pinochet,.. esto lo pensé yo), en una ocasión trató de perjudicarlo, pero que sus carabineros lo defendieron y la situación no pasó a mayores.
Finalmente, me preguntó, en el tono tranquilo de la conversación que sosteníamos: “Señor Carrera, ¿terminó la actividad de homenaje?” “Sí,” le contesté. Entonces miró al carabinero que estaba a su lado con una radio, y ya con una voz no tan amable, le ordenó: “Llama a la base e informa que los comunistas ya se están retirando del cementerio, que no hicieron desordenes, y nos retiramos sin detenidos”.
El policía se volvió hacia mí, me extendió su mano muy afectuosamente y me dijo: “Señor Carrera, soy el capitán Echeverría a la orden para atenderlo cuando usted lo necesite en mi comisaría” Y se retiró con su tropa de carabineros del cementerio, que incluía además de los que estaban conmigo, a policías motorizados y varios civiles.
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