Annotation
«Me he lanzado a una empresa que poca gente ha intentado hasta ahora: contar las aventuras de esta lengua latina que tanto amo, de esta reina de las lenguas, desde sus orgígenes hasta nuestra época, en la que son muchos los que piensan que habría que abandonarla, declararla muerta y enterrarla. Me opongo rotundamente a estas personas y desmostraré que el latín no ha muerto ahora, sino que murió hace dos mil años y que esta 'muerte', si puede hablarse de muerte, le ha permitido gozar de una vida casi eterna.» Ya desde el prólogo de El latín ha muerto, ¡viva el latín!, Wilfried Stroh deja muy claras sus intenciones. Esta breve historia de una gran lengua se lee casi como un thriller, pero los especialistas en lenguas clásicas gozarán con la pluma ágil y afilada de este profesor emérito que consigue demostrar la utilidad del latín para conocer mejor nuestra historia y nuestra cultura… y para aprender otras lenguas. En un alarde de capacidad pedagógica, Stroh recurre a las citas más sabrosas para ilustrar su tesis y, con un entusiasmo que contagia, nos presenta a una multitud de escritores latinos, a menudo inesperados, desde los más divertidos (cómicos y satíricos) hasta los más serios (Cicerón, Newton, Karl Marx), pasando por los humanistas y los jesuitas. Este libro apasionante permite codearse por unos momentos con todos aquellos que hicieron inmortal una cultura y una lengua.
EL LATÍN HA MUERTO ¡VIVA EL LATÍN! / Wilfried Stroh
Título Original: Latein is tot, es lebe Latein
Traductor: Fruela Fernández
©2007, Stroh, Wilfried
©2012, Ediciones del Subsuelo
ISBN: 9788493942663
Generado con: QualityEbook v0.37
Wilfried Stroh
El latín ha muerto, ¡viva el latín!
Breve historia de una gran lengua
Traducción de Fruela Fernández
Prólogo de Joaquín Pascual Barea
La traducción de este libro ha recibido la ayuda del Goethe-Institut, financiado por el Ministerio de Asuntos Exteriores de Alemania.
Prólogo
Este libro ofrece el panorama más amplio posible de la historia de la lengua y la literatura latinas desde sus orígenes hasta hoy, y un relato apasionante y ameno que enseguida cautivará al lector. El estilo elegante, claro y desenfadado de la narración refleja la personalidad y buen humor del autor, quien logra transmitir su amor y entusiasmo por el latín, y el placer e interés que encuentra en las obras de cualquier época escritas en esta lengua. Su lectura resultará adecuada y aun necesaria para cualquier persona culta que quiera conocer la historia completa de la lengua más fascinante que ha existido (y existe) sobre la Tierra. Y su original y atrevido planteamiento también enriquecerá la visión del latinista, quien hallará argumentos y herramientas para hacer más atractivo el aprendizaje de la «Reina de las lenguas», que como Horacio sigue resistiéndose a morir del todo.
El profesor Stroh, uno de los filólogos clásicos más reputados y admirados de nuestro tiempo, ha logrado el doble objetivo de enseñar y deleitar que su admirado Horacio atribuía a los poetas. Sus vastos conocimientos, rigor científico y fina erudición laten en las páginas del libro, pero él evita conscientemente la exposición sistemática de los contenidos convencionales de un manual académico sobre la evolución de la fonética, la morfosintaxis o el léxico de la lengua latina. Antes prefiere amenizar su relato de los principales hitos de esta historia con sabrosas anécdotas y sugestivas citas que contribuyen a instruir y divertir; con comparaciones que permiten entender mejor algunos de los textos y episodios seleccionados; con agudas y jugosas reflexiones sobre las obras y autores más influyentes y representativos; y con apostillas y exclamaciones irónicas que reflejan su opinión personal y sus sentimientos sobre los hechos que cuenta.
Todo ello explica en parte que la obra llegue avalada por el éxito de su edición original en alemán (Berlín: List, 2007), algo insólito en nuestro siglo para una obra sobre el latín, lo que obligó a reeditarla ese mismo año (Frankfurt a. M. / Zúrich / Viena: Gutenberg), y a publicarla el año siguiente como libro de bolsillo, de forma que pronto se vendieron más de 100.000 ejemplares, y figuró durante varías semanas entre los libros más vendidos en Alemania. Esta traducción castellana ha estado precedida por otra al húngaro (Budapest: Typotex, 2011), y por una traducción francesa anterior (París: Les Belles Lettres, 2008).
Otra de las razones de este generalizado interés radica en que el libro no concluye, como otras historias de la lengua latina, con la extinción del latín coloquial de forma natural al transformarse en las distintas lenguas romances después de que se hubiera acentuado la brecha entre el latín escrito y el latín hablado desde la Época Imperial. Por el contrario, ofrece una visión unitaria del latín por estar basado en una misma norma gramatical desde hace más de dos milenios, por lo que su historia también incluye su cultivo como lengua culta desde el Medievo hasta nuestros días. Pues si hoy resulta habitual que en el programa de estudios de Filología Clásica figure al menos una asignatura sobre la ingente y trascendental producción latina de la Edad Media, y que algunas universidades también incluyan la literatura latina del Renacimiento, las obras escritas en la Edad Contemporánea y la práctica del latín en la actualidad suelen ser menospreciadas o ignoradas por los filólogos clásicos demasiado severos como algo ajeno a su campo de estudio, mientras que muchos lectores no iniciados llegan a encontrar estas obras tanto más interesantes cuanto más cercanas a nuestro tiempo. Stroh, por su parte, dentro de sus planteamientos originales y en ocasiones provocadores, combate la idea preconcebida de que el latín cultivado desde la Edad Media hasta hoy difiera esencialmente del latín clásico que toma como modelo, cuando más bien es la lengua hablada y escrita de época arcaica la que claramente se diferencia de la norma clásica.
Comienza el libro con los orígenes míticos e indoeuropeos y con los primeros testimonios de la lengua, pero en lugar de recoger las distintas hipótesis de reconstrucción del sistema lingüístico en época preliteraria, Stroh otorga más relevancia a los relatos poéticos y legendarios de los propios romanos sobre el origen de su lengua, que resultan más atractivos y no son de menor interés. Entre los autores clásicos ineludibles que desfilan por estas páginas, dedica una especial atención a la prosa de Cicerón, de cuya obra es un reconocido especialista, y a la poesía de Virgilio, Horacio, Ovidio y otros autores de elegías amorosas, a la que también ha dedicado importantes libros y estudios.
Comenta a continuación las principales etapas y altibajos en el cultivo del latín durante la Edad Media; explica cómo la recuperación del latín de la Época Clásica fue el objetivo central de Dante, Petrarca, Boccaccio y de otros humanistas del Renacimiento italiano, destacando a continuación el papel de Erasmo en este mismo sentido. A partir de aquí presta una atención preferente al latín practicado y enseñado en Alemania, primero por los humanistas y más tarde por autores como el jesuíta bávaro del siglo XVII Jakob Balde, quien superaba en ingenio a los mejores poetas alemanes de su tiempo, y podría equipararse a los poetas latinos de la Antigüedad.
El autor engarza la historia de la lengua con la de las obras literarias y con los sucesos históricos que condicionaron la forma e intensidad de su cultivo, descubriéndonos que ha sido empleada de forma oral y escrita hasta nuestros días por importantes personajes de la política, las artes, la filosofía y las ciencias, como Copérnico, Kepler, Galileo, Descartes, Newton, Leibniz, Bacon, Linneo, e incluso Carlos Marx durante sus años de estudiante. A través de sus comentarios estilísticos pone de relieve cómo el dominio del latín nos permite el privilegio exclusivo de acceder directamente —algo que no suple ninguna traducción— a obras escritas desde hace más de dos mil años hasta hoy. Y la importancia capital del latín para la cultura occidental garantiza que en el futuro también puedan ser comprendidos los textos de interés que hoy siguen escribiéndose en esta lengua inmortal. Los últimos episodios, de algunos de los cuales ha sido protagonista el propio autor en mayor o menor medida, permiten entender su visión del latín como una lengua apasionante y llena de vida, magia y energía.