Escatología de la Crítica no propone una metaforización sino que define hechos histórica y conceptualmente constatables, un proceso íntegro, con inicio y acabamiento, que exige la completa perspectiva de los asuntos últimos, vida y muerte, trascendencia e infierno o purgatorio, pero también el aspecto de lo grosero o desechable, residual o excrementicio.
Aquí se apuesta de manera decidida, tras descubrir el itinerario de la malversación y sus elementos coadyuvantes, la caída, por un renacimiento. Éste sólo puede ocurrir mediante el reencuentro con la propia naturaleza crítica exigida por el fundamento de la actividad que nos ocupa, es decir el humanismo.
Pedro Aullón de Haro
Escatología de la Crítica
ePub r1.0
titivillus 29.01.16
Pedro Aullón de Haro, 2013
Editor digital: titivillus
ePub base r1.2
1. PREMISAS Y ANTECEDENTES
a) Mi argumento en torno a lo que denomino «malversación», sus caras o aspectos, se centra, o accede, a una interpretación directa de textos del siglo XX y de problemas suscitados por éstos. Se trata de la indagación que, según podrá comprobarse, conduce a la discriminación de la «Crítica lamentable» en dicho siglo XX, así como la elucidación de sus genealogías. Es un criterio que cabe ser formulado como de crítica de la crítica. Pero a partir de esos textos y problemas es preciso indagar la posibilidad de describir e interpretar elementos antecedentes, es decir los posibles elementos complicados que fundan o contribuyen a la historia de tal malversación, esto es sus antecedencias. En cualquiera de los casos se trata de elementos muy relevantes y de caras múltiples. Expondré el conjunto de mis reflexiones esquematizado al estilo demostrativo, mediante proposiciones, pero siguiendo más una estrategia de asedio circular y composición de la gama que no de causalidad deductiva y directa.
b) Sin ética no hay crítica, o no la puede haber en su justo sentido. La crítica pertenece a una acción intelectual por principio éticamente fundada, como no podía ser de otro modo, pero esta actividad en los tiempos modernos pronto pasó a ser gestionada de raíz, con frecuencia e intensidad crecientes, desde el ámbito de una perversión ideologizada de la conciencia. Esto, centrada y convencionalmente, cabe situarlo en primer término como revelación de ese gran fenómeno, por otras razones encomiable, que representó la Encyclopédie de Diderot y D’Alembert . Estamos en el campo del delictum intelectual y, por ende, asimismo moral.
c) Los procedimientos, más o menos institucionalizados intelectualmente, del relativismo, junto al amparo de una idea de eficacia ideológica asumida por el pensamiento «progresista» occidental, pienso que dieron sustento eficiente a un horizonte de actitudes que la Revolución francesa en primer lugar y crecientemente después la soviética condicionaron e incluso determinaron hasta lo indecible, creando la mentira como gran artefacto político de la totalidad. De hecho, es el abandono implícito de la primacía ética en favor de un criterio de finalidad, criterio que después observaremos en su relación con la Retórica. Una conciencia bien entrenada en dicho régimen de actuación puede alcanzar sin duda cotas de alta perversión; una vez afianzada en ese horizonte puede producir, ha producido, un espacio propio y permanente de inercia ideológica, de mentalidad cultural basada en un «apriorismo crítico», esto es en un gran prejuicio acrítico característico ya en alguna medida de toda formación ideologizada. Un poderoso apriorismo inevitablemente había de dar cobertura a una diversidad de operaciones, individuales, profesionales y demás, ampliamente desplegadas por el desenvolvimiento de una vida académica expansiva. Sea como fuere, se trazaba una dialéctica permanente destinada a un devenir prefijado como verdad, y cuya consecución simple y efectista era capaz de establecer una determinación política suma que todo lo acapara. Aquí se encuentra un principio de muerte de la crítica. Cuando el gran desarrollo de las comunicaciones en el siglo XX comenzó a potenciar extraordinariamente las posibilidades de manipulación y de difusión e incardinación de simples clichés, a veces casi consignas, como si se tratase de verdaderos discursos de argumento, se abrieron posibilidades extremas (bien estudiadas en el seno del nacionalsocialismo y del comunismo que largamente le sobrevivió, más tarde rentabilizadas por la teoría de la información) las cuales vinieron a establecer un ingente campo de desarrollo que ha sido base decisoria para el fomento de una situación que alcanza hasta hoy y de la cual cabría afirmar que es frecuente el estado cautivo y acomodaticio de la conciencia intelectual resultante en nuestro tiempo para amplios sectores ciudadanos en los cuales se asienta y, a un tiempo, a los mismos da forma como actividad de la «crítica». En ello también interviene lo que podríamos denominar «divulgacionismo», a lo que no es ajena la rutina académica, quizás paradigmáticamente cierto carácter rutinario de cierta filología.
Entre esta última situación sobrevenida y la gran instancia anterior, media el nuevo y actual proceso electrónico y cibernético de la «imagen» propia de la cultura digital. Este nuevo régimen significa, al propósito en cuestión, el adormecimiento ideológico en virtud de un novedoso cautiverio intelectual, producido por el rapto de la mente mediante la imagen considerablemente paralizadora de la actividad psíquica. En esto se evidencia un sentido propio de lo que finaliza, de un acabamiento, quizás no tanto de lo que aparece como de lo fenecido, pero éste es ya asunto que sobrepasa los límites aquí propuestos, conceptual y cronológicamente, pues su aspecto acuciante pertenece, o debiera pertenecer, de hecho a la más viva actualidad pedagógica.
d) La «polémica» de fundamento intelectual aplicada sobre todo a objetos culturales, a la que se añade la fuerte controversia, es fenómeno inherente a la crítica y en general a la civilización moderna occidental desde la época dieciochesca pero, según ha quedado anteriormente referido, sólo superaría las configuraciones de dirección natural y satíricas para acceder a ideología con la Revolución francesa y la Encyclopédie. Es perfectamente comprensible que las polémicas intelectuales o humanísticas en el fondo más relevantes de la época moderna y premoderna sean de ejecución alemana, pues es éste el ámbito principal de ideación del pensamiento y el arte modernos. A esto únicamente cabría anteponer la llamada Querelle o Polémica de los Antiguos y los Modernos, la cual sólo empezaría a adquirir un aspecto crítico avanzado con Rousseau y definitivo en este sentido con Friedrich Schiller, desempeñando por otra parte y ya a partir de ese momento la función determinadora de Romanticismo frente a Clasicismo.
Si nos situamos al margen de las «guerras filológicas» del siglo XIX, que alcanzarían a la polémica, en realidad originariamente manipulada, de Nietzsche y el nacimiento de la tragedia, podrá observarse con facilidad cómo en Alemania hubo lugar a dos grandes polémicas ilustradas, es decir prekantianas o premodernas, la relativa al proyecto inicial del teatro nacional alemán protagonizada por Gottsched y los suizos (es decir Bodmer y Breitinger), muy bien estudiada en su día por Cassirer, la cual posee una dimensión de resultados a vista de hoy más restringidamente literarios (aunque relevantísimos fuera de Alemania si se toma en cuenta el cumplimiento que con posterioridad representaría Lessing mediante la