Autor : Alfredo Juan Manuel Carballeda
Director de la Revista Margen (www.margen.org)
Licenciado en Servicio Social (UBA)
Profesor Universitario: Universidad Nacional de la Plata. Universidad de Buenos Aires.
Magíster en Trabajo Social (PUC- UNLP)
Diplomado Superior en Ciencias Sociales con mención en Sociología (FLACSO)
Dr. en Trabajo Social PUC (Sao Paulo)
Doctorando en Ciencias Sociales (UBA)
Primera edición: Ediciones digitales Margen, formato e-book, agosto de 2014
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Introducción
Los cambios ocurridos en los últimos años muestran importantes transformaciones dentro de los escenarios de intervención en lo social. É stas van desde los múltiples signos que dan cuenta de una nueva crisis del capitalismo, especialmente del modelo neoliberal, junto con la persistencia de ese relato a través de sus diferentes formas de inscripción en la vida cotidiana.
De esta forma, las transformaciones contextuales vividas son singulares y fuertemente heterogéneas. Es posible pensar que dentro de cada espacio micro social conviven diferentes lógicas, a veces con preeminencia inestable de una sobre otra.
A su vez pareciera que cada lugar de intervención se convierte en una contienda entre nuevos y viejos paradigmas. Ahora, la fragmentación social puede ser también vista a partir de escenarios donde prevalece la lógica neoliberal o la construcción de una mirada nueva que la resiste e intenta y logra construir nuevas formas de respuesta. Estas nuevas formas de fragmentación, que ahora estarían abarcando lo social y lo cultural, son posiblemente más accesibles a su visibilidad si son observadas desde el impacto intersubjetivo que construyen.
Esta forma de fragmentación se observa en la intervención a partir de una gran heterogeneidad de representaciones sociales, comprensión y explicación de los problemas sobre los que se interviene, diferentes lógicas resolutivas y superposición de nociones también fraccionadas desde sus formas de conocimiento. Las instituciones e statales, para estatales y no gubernamentales, muestran una multiplicidad de abordajes a partir de una gran heterogeneidad de marcos teóricos, muchas veces en pugna, que reflejan de alguna manera una nueva forma de politización de la sociedad. La crisis del neoliberalismo pone en escena lenta y nuevamente a la política, a la necesidad de apelar al sentido, a la ideología, por fuera del fracaso y del pragmatismo de las prácticas, los protocolos y los análisis situacionales que se centraban en el presente, sin interpelar a la construcción histórica del padecimiento y las desigualdades.
De este modo, la intervención en lo social presenta en la actualidad una nueva serie de interrogantes, los que se encuentran ligados a la aparición de otros escenarios donde la transición entre la caída del relato neoliberal y la construcción de uno nuevo, que aún no está del todo escrito, muestran una intensa singularidad.
L a intervención en lo social hoy implica la convivencia en un mismo contexto de diferentes lógicas con sus consecuentes formas de entender y revelar que se encuentran en tensión permanente, generándose de esta manera una serie de pujas que tienen un carácter novedoso para la época y remiten a la persistencia de lo “viejo” y su lucha con lo que está llegando, todavía no del todo conformado.
En los resabios de la lógica neoliberal es posible visualizar aún la permanencia tenaz de la desigualdad y sus justificativos de índole individual que insisten en naturalizarla, proponerla como ordenadora de la sociedad y fundamentalmente presentarla como una situación irrevocable.
La fragmentación social como efecto del neoliberalismo también se expresa hoy en las dificultades para volver a engarzar la tríada igualdad, libertad y fraternidad que dio sentido a los Estados Sociales surgidos en la post Segunda Guerra Mundial. Sus postulados neoliberales anunciados desde el terrorismo de mercado implicaron un conflicto ineludible: l a opción entre igualdad y libertad, dado que su coexistencia sería imposible. D e ahí que la desigualdad era planteada como irrevocable, oponiéndola a la libre acción individual que prometía el aumento del bienestar social a partir de la teoría del “derrame” y la “mano invisible del mercado”. De este modo, la promesa neoliberal surgida a mediados de los setenta y ratificada con la “caída del muro de Berlín” proponía dejar de premiar a los ineficientes y castigar a los diligentes - 1- .
El obstáculo principal para esta fórmula era el poder distributivo y protector del Estado, a través de sus dispositivos de intervención. D esde allí se construyó parte de la lógica que proponía su desmantelamiento, transfiriendo a la “sociedad civil” las responsabilidades sociales de éste.
La inscripción social del abandono de los sistemas de protección social nutrió y construyó formas de subjetividad que sostuvieron y sostienen en parte el giro cultural generado durante décadas por sociedades violentas donde se hacía y aún se hace una ostentación obscena de la desigualdad, impactando en las formas de gestación de la socialización, la pertenencia y construcción de sentido. Este registro también se inscribe en los cuerpos. A sí, el cuerpo se transforma en una consecuencia de las producciones de sentido que se construyeron en las últimas décadas, cuando la falta de proyectos colectivos donde involucrarlo también ratificó una nueva forma de individualidad como proyecto. De este modo, el neoliberalismo también construyó una corporalidad indolora, donde el dolor no puede ser posible, cae en un sin sentido que le impide todo tipo de simbolización. Las transformaciones de los últimos años, con la consecuente vuelta de la política y lo social, implican también un desafío hacia la intervención en lo social que también incluye la recuperación de la simbolización, de lo corporal. De ser así, se requerirán posiblemente más y nuevas formas de conocimiento que construyan ese camino, como una búsqueda desde la actualidad. Pero que también tengan la capacidad de encontrar en lo ya dicho, antes de la catástrofe neoliberal, los aportes útiles para recorrer ese trayecto. Los cuerpos se ubican en los escenarios atravesados por diferentes contradicciones. Allí donde también formas nuevas y masivas de participación social y política conviven con discursos desde donde intenta sostenerse lo efímero, la deslegitimación de lo colectivo y la idea de felicidad como algo intimista, individual y material.