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Olga Wornat - Putas y guerrilleras

Aquí puedes leer online Olga Wornat - Putas y guerrilleras texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2014, Editor: Grupo Planeta - Argentina, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Putas y guerrilleras: resumen, descripción y anotación

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Los represores les decían putas y guerrilleras. Les gritaban eso apenas las secuestraban y lo repetían una y otra vez durante sus estadías en el infierno. Es lo que cuentan Miriam Lewin y Olga Wornat, militantes en su juventud y periodistas de renombre desde hace décadas, en, tal vez, el libro más descarnado, honesto y conmovedor sobre lo que ocurrió en los centros clandestinos de detención en la década de 1970. Son decenas de historias silenciadas, de confesiones largamente elaboradas incluidas las de las autoras y de una rebelión contra el relato oficial sobre esos años. No sólo hay cuestionamientos a los militares y a los integrantes de otras fuerzas de seguridad, a los funcionarios y al sistema judicial, sino también a las organizaciones guerrilleras y al pensamiento machista generalizado en todos los sectores de la sociedad. Las mujeres que protagonizan estos hechos fueron víctimas, a lo largo y a lo ancho del país, de torturas, abusos, violaciones y, en ocasiones, mantuvieron relaciones tortuosas, nacidas bajo tormentos, con sus victimarios. Muchas de ellas sobrevivieron. Cargaron como pudieron con sus pesadillas. Algunas rehicieron sus vidas, otras ya no pudieron hacerlo. Fueron señaladas y acusadas hasta por sus propios compañeros de militancia. O esperaron muchísimos años para que un juez condenara a los responsables de esos crímenes sexuales. Un castigo doble o triple, feroz e impensado, espeluznante. Existe la idea de que ya se dijo todo lo que había por decir sobre los años de plomo. El lector tiene en sus manos una prueba implacable de que eso no es así. Putas y guerrilleras es un trabajo intenso y perturbador. Una gran investigación reveladora, narrada con el pulso exacto y la declarada intención de retomar un debate pendiente.

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Putas y guerrillera s

Miriam Lewi n Olga Wornat

Putas y guerrillera s

Crímenes sexuales en los centros clandestinos de detención. La perversión de los represores y la controversia en la militancia. Las historias silenciadas. El debate pendiente.


Wornat, Olg a Putas y guerrilleras I Olga Wornat y Miriam Lewin. - la ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Planeta, 2014.

E-Book.

ISBN 978-950-49-3967-2

l. Historia Argentina. Investigación.Periodística. I. Lewin, Miriam

CDD 070.4

© 2014, Olga Wornat y Miriam Lewi n

Diseño de cubierta: Departamento de Arte de Grupo Editorial Planeta S.A.I.C. Todos los derechos reservado s © 2014, Grupo Editorial Planeta S.A.I.C. Publicado bajo el sello Planeta® Independencia 1682, (1100) C.A.B.A. www .editorialplaneta.com.a r Primera edición en formato digital: mayo de 2014

Digitalización: Proyecto451

ISBN edición digital (ePub): 978-950-49-3967-2


A los hijos que mis amigas Norma y Patricia esperaban en abril y octubre d e 1977. A mis hijos Juan Luís y Diego. A Daniel.

M.L.

A mis hijos y a mi nieta, luces de mi vida.

A Jorge Giacobone, allí donde estés, con amor.

A las mujeres de este libro, por todo.

O.W.


Empecé a brutalizarme, me empezó a gustar de verdad verdad. Se convierte en un juego. Te asalta una curiosidad entre morbosa y científica. ¿Cuánto aguantará esta? ¿Aguantará más que la otra? ¿Cómo tendrá el sexo? ¿Tendrá seco el sexo?

¿Es capaz de tener un orgasmo en estas condiciones? Puedes hacer lo que quieras con ella, está enteramente bajo tu poder, puedes llevar a cabo todas las fantasías. Todo lo que te han prohibido desde siempre, todo lo que tu madre te susurraba que nunca hicieras, empiezas a soñar con ella, con ellas de noche. Vamos, doctor, me decían , no va a rehusar carne gratis ¿no? Les gusta, doctor ... , si a todas estas putas les gusta ...

ARIEL DORFMAN, La muerte y la doncell a

INTRODUCCIÓN
Mártires y prostitutas
Miriam Lewin

Era un 24 de marzo, aniversario del golpe, y me habían invitado a Almorzando con Mirtha Legrand. Aceptar estar ahí significaba para mí renunciar a ir a la ESMA, ahora a un acto multitudinario, el día de su conversión en espacio para la Memoria. Decidí ir al programa de la ex diva del cine argentino devenida entrevistadora, sobre todo porque iban también Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo y Mariana Pérez, cuyos padres, desaparecidos, habían militado conmigo. Mariana había buscado incansablemente a su hermano Rodolfo, nacido en la Escuela. Yo había estado presente en el parto. Había visto a ese bebé sobre el pecho de su madre, sabía que había sido arrebatado después, y había declarado en tribunales sobre el tema. La mesa la completaban dos jueces del Juicio a las Juntas y un periodista. Seguramente el programa iba a ser visto desde sus casas por mucha gente que aún no sabía o no reconocía la verdadera dimensión de lo que había pasado en los dominios del grupo de tareas 3. 3. 2.

Otros miles de personas se reunirían a la misma hora en Avenida del Libertador, frente al campo de concentración, donde el presidente Néstor Kirchner iba a compartir el escenario con Juan Cabandié, otro recién nacido a quien yo había visto en noviembre de 1977 en un pasillo del campo, en brazos de su mamá, una chica de dieciséis años, después asesinada.

Llegué temprano. Un productor veterano, que conocía sólo de vista, me atajó en la entrada. Me llevó a un costado y, consternado, me advirtió que «la vieja» tenía planeado hacerme algunas preguntas inconvenientes y que quería que yo estuviera prevenida.

-¿Qué preguntas inconvenientes? -indagué, con la seguridad de que n o iba a ir más allá de lo que alguna vez me habían preguntado los defensores de los militares en algún proceso al que había ido como testigo. Por lo general, me atribuían, para descalificarme, hechos armados, atentados o secuestros en los que no había participado.

El productor tosió, nervioso.

-No sé, me imagino que algo tendrá que ver con la colaboración, con la delación. Te lo adelanto para que no te sientas incómoda.

-No te preocupes, estoy acostumbrada. Te lo agradezco mucho.

Tenía en claro para qué estaba ahí y las intrigas no me importaban. El día de la recuperación del espacio del campo de concentración para la sociedad civil, yo le iba a hablar a una parte de ella que tal vez nunca había prestad o atención al tema. Tal vez si lo decía sentada a la mesa de Mirtha todos comprenderían. Me vinieron a buscar y me arrearon al estudio.

Detrás de unos paneles me colocaron el micrófono, casi invisible, u n cable que trepaba por debajo de mis ropas hasta el escote y un receptor colgando de la cintura. En pocos minutos estaba en el centro de la escena, rodeada por cristales, jarrones con flores, brocatos, caireles, alfombras y cortinados. Y a había concluido el rito acostumbrado de la descripción del vestuario, zapatos y joyas de la conductora, y las risitas y aplausos del enjambre de asistentes y empleados que la acompañaba detrás de cámaras.

Era una jornada especial. No hubo almuerzo servido por mucamas de uniforme. Tampoco se distribuyó el regalo acostumbrado para cada invitado, un reloj pulsera. «No es un día para festejar» dijo Mirtha, y todos asintieron, admirando su sensibilidad.

No sé cómo ocurrió. No me acuerdo si ella tenía la pregunta anotada en un papel «ayuda-memoria». Tampoco recuerdo si en ese moment o estábamos solas, todo lo solas que se puede estar frente a una audiencia de cientos de miles de personas ... Pero después de hacerme una observació n sobre lo bien que me quedaba mi nuevo color de pelo, me disparó: «¿E s verdad que vos salías con el Tigre Acosta?» Hubo un silencio sólido, u n contener la respiración de todos los que estaban en el estudio.

-¿Cómo que «salía»?

-Bueno ... -reculó-. Si es verdad que salían a cenar, eso es lo que dic e la gente ...

Inhalé profundamente, como reuniendo fuerzas. Podría haberme levantado y salido del estudio, podría haberme ofendido. Seguramente, la escena habría sido reproducida decenas de veces en los programas de chismes del espectáculo. «Periodista de Puntodoc le hace un desplante a Mirtha cuando le pregunta si tuvo un amorío (nadie diría "fue abusada sexualmente", por supuesto) con el jefe del grupo de tareas de la ESMA». Pero no lo hice. Le respondí.

-Es verdad, nosotras mismas lo relatamos en el libro Ese Infierno qu e escribimos sobre lo que vivimos en el campo. Nos sacaban a cenar. N o salíamos por nuestros propios medios. No teníamos derecho a negarnos.

Éramos prisioneras. Nos venían a buscar los guardias en plena noche y nos llevaban. A una compañera, Cristina Aldini, el Tigre Acosta la llevó a bailar a Mau Mau después del asesinato de su marido. Que a una mujer la lleven a bailar a un lugar de moda los asesinos de su compañero, me pregunto si no es una forma refinada de tortura. A Cristina un oficial de la ESMA le llevó l a alianza de su esposo, Alejo Mallea, a su cucheta en Capucha, adonde estab a engrillada, para demostrarle que lo habían asesinado. Le preguntó si ell a quería ver el cadáver. Cristina al principio dudó, pero después aceptó porque pensó que de lo contrario, siempre se iba a quedar con la incertidumbre.

Cuando lo vio, tenía dos tiros en la cara. Uno era el de gracia, entre ceja y ceja. Lo habían ejecutado.

Mirtha se sintió en falta. Miró detrás de cámaras, como buscando apoyo.

-Bueno, yo tengo que preguntar ... -Nadie contestó. -¿O está mal qu e pregunte? -dijo, al borde del lloriqueo, ensayando un mohín angelical.

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