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En vísperas de unas elecciones autonómicas que, en Cataluña, tendrán, probablemente, más relevancia que nunca, Joaquín Leguina reflexiona acerca de errores y mitos unánimemente aceptados que, a lo largo del tiempo, han falseado la realidad.
A fuerza de repetición sistemática, se acaba por aceptar el discurso soberanista sin analizarlo con rigor. El autor plantea en estas páginas una serie de cuestiones merecedoras de una reflexión más profunda, que deje al margen interpretaciones partidistas:
¿Existe un fundamento histórico que avale la reivindicación del estado catalán?
¿Cuál ha sido el verdadero papel de la lengua catalana a lo largo de los siglos?
¿Cabe reconocer una base real al supuesto enfrentamiento secular entre catalanes y castellanos?
¿Ha sido siempre la señera el símbolo de todos los que se identifican con el catalanismo o tan solo un elemento del que se apropió el sector más conservador de la sociedad catalana?
Contra la tergiversación de la historia solo cabe el rigor y la verdad.
JOAQUÍN LEGUINA
Los 10 mitos del nacionalismo catalán
Temas de hoy
Sinopsis
En vísperas de unas elecciones autonómicas que, en Cataluña, tendrán, probablemente, más relevancia que nunca, Joaquín Leguina reflexiona acerca de errores y mitos unánimemente aceptados que, a lo largo del tiempo, han falseado la realidad.
A fuerza de repetición sistemática, se acaba por aceptar el discurso soberanista sin analizarlo con rigor. El autor plantea en estas páginas una serie de cuestiones merecedoras de una reflexión más profunda, que deje al margen interpretaciones partidistas:
¿Existe un fundamento histórico que avale la reivindicación del estado catalán?
¿Cuál ha sido el verdadero papel de la lengua catalana a lo largo de los siglos?
¿Cabe reconocer una base real al supuesto enfrentamiento secular entre catalanes y castellanos?
¿Ha sido siempre la señera el símbolo de todos los que se identifican con el catalanismo o tan solo un elemento del que se apropió el sector más conservador de la sociedad catalana?
Contra la tergiversación de la historia solo cabe el rigor y la verdad.
Autor: Leguina, Joaquín
©2014, Temas de hoy
ISBN: 9788499984414
Generado con: QualityEbook v0.75
«Los mitos suelen referirse a grandes hechos heroicos que, a menudo, son considerados el fundamento y el comienzo de la historia de una comunidad.»
JOSÉ FERRATER.
Diccionario de Filosofía
«En Cataluña, el castellano es, además de la lengua común, la lengua materna del 55 % de los catalanes, frente 31,6 %, que tiene el catalán. La clase política de primera línea presenta otro perfil: según solventes estudios de hace pocos años, tan sólo el 7 % de los parlamentarios reconoce el castellano como su “identidad lingüística”. Una circunstancia poco compatible con lo que normalmente sucede con las colonias: los colonizados son los que mandan. Como tampoco lo es que Cataluña sea la región con mayor PIB de España, que el presidente de la Comisión de Exteriores de la metrópoli sea un nacionalista catalán o que el presidente de la Generalitat y otros cincuenta y cinco altos cargos de la Generalitat cobren más que el presidente del Gobierno. Y, si se mira la trama social, la fabulación nacionalista todavía resulta más extravagante. Cerca del 70 % de los catalanes, que en primera y segunda generación proceden de otras partes de España, ocupan las partes más bajas de la pirámide social y viven en el extrarradio de las ciudades, mientras que los “colonizados” habitan en los mejores barrios. También aquí la lengua empeora las cosas, al menos si nos importa la igualdad. Al convertirse el catalán en requisito para acceder a muchos puestos laborales, entre ellos los de la administración pública, la lengua oficia como un filtro que penaliza a los castellanoparlantes, los más humildes. La exclusión real es la de los supuestos invasores.»
FÉLIX OVEJERO LUCAS.
«La izquierda, el nacionalismo y el guindo», 2014
Prólogo
Como nos ha recordado el profesor Ricardo García Cárcel, el nombre de Cataluña aparece por primera vez a fines del siglo XI y comienzos del siglo XII, al mismo tiempo que los primeros textos literarios en catalán, dos siglos después de que el conde de Barcelona, Wifredo el Velloso, consiguiera unir los condados de la entonces llamada Marca Hispánica.
Desde el siglo XIII Cataluña constituiría, con Aragón, Valencia y Baleares, la Corona de Aragón. Corona de Aragón y Corona de Castilla se unieron por medio del matrimonio de los Reyes Católicos, formando la llamada —y reconocida como tal en los documentos de la época— Monarquía de Espanya. No se trata de la unidad nacional, sino de la unión de dos territorios que ya eran gobernados por los Trastámara desde comienzos del siglo XV. Durante aquel reinado se incorporaron a las Coronas de Castilla y Aragón los reinos de Granada, Navarra y América y las plazas norteafricanas. También se consolidaron las posesiones italianas de la Corona de Aragón.
La integración de Cataluña en España ha sido cuestionada en algunos momentos. En efecto, desde 1641 a 1652 Cataluña se vinculó como provincia a la Francia de Luis XIII; también durante algunos meses de 1713-1714, al final de la Guerra de Sucesión, hubo catalanes que pretendieron crear una república independiente. Finalmente, una fugaz proclamación del Estat Catalá por parte de Lluís Companys, presidente de la Generalidad, de manera más retórica que efectiva, en octubre de 1934. En pocas palabras: desde el siglo XVI hasta hoy Cataluña ha formado parte de la Monarquía Hispánica o del Estado español.
A lo largo del siglo XX se ha apelado más al diferencialismo político y cultural de Cataluña con respecto a Castilla que a la antigua y falsa confrontación étnica. A la sinécdoque (tomar la parte por el todo), es decir, a la confusión Castilla-España contribuyó mucho la intelectualidad española, que sublimó a Castilla hasta el extremo de considerar a España como una construcción exclusiva de Castilla. Los Menéndez (Pelayo y Pidal), Unamuno, Sánchez-Albornoz... contribuyeron, sin duda, a esa sinécdoque, que el nacionalismo catalán acabaría por asumir, introduciendo progresivamente el paso de Castilla a España y a ésta como contrapunto de Cataluña.
En verdad, el esencialismo —es decir, la inútil búsqueda de las esencias de «lo español»— se disparó gracias a los escritos y discursos de muchos intelectuales de prestigio y no ha hecho ningún bien a esa España que tanto les «dolía» y a la que tanta literatura metafísica dedicaron. Y no le hizo ningún bien, en primer lugar, porque podían haber dedicado su precioso tiempo a proponer soluciones realizables en aquella España atrasada, analfabeta y caciquil, explotada y pacata que les tocó vivir. Por ejemplo, exigiendo una reforma agraria en condiciones o una reforma educativa que metiera en la Escuela a todos sus hijos y en la Universidad a los más dotados. En fin, que debieran haber puesto sus notables neuronas a favor de una España más moderna e industrializada en lugar de perder su tiempo elucidando si «nuestras raíces españolas» estaban en Indíbil y Mandonio o en Trajano, Adriano o Séneca. Además, aquellas elucubraciones esencialistas tan centradas, por cierto, en la «Castilla eterna» propiciaron la respuesta de quienes, como algunos vascos y algunos catalanes, acabaron por buscar, ellos también, sus «raíces eternas».
Pero ¿cómo hemos llegado a la situación actual?
Para el profesor Francesc de Carreras, «el secesionismo viene de lejos» y sería un error situar en el pasado reciente las raíces del actual proceso secesionista. Los motivos de fondo no están —siempre según Carreras— ni en determinadas renuncias durante la transición política, ni en la disconformidad de los nacionalistas con el desarrollo del proceso autonómico, ni en la reacción contra la sentencia del TC sobre el Estatuto de 2006. No. Las verdaderas causas vienen de mucho más atrás. Estaban ya en los orígenes del catalanismo político, a finales del siglo XIX y principios del XX.