Juan Claudio de Ramón - Diccionario de lugares comunes sobre Cataluña

Ésta es una obra necesaria, que no es poco. En el último año se han publicado muchos libros —cerca de doscientos, creo— sobre la actual situación de Cataluña; algunos incluso de gran calidad, pero ninguno desde el original punto de vista que adopta Juan Claudio de Ramón para lograr una finalidad muy concreta: desvelar la verdad de los tópicos, de las recetas fáciles y de las ideas que no funcionan, para resolver el difí cil callejón en el que anda metida la política catalana y, en consecuencia, la española.

Para alcanzar ese objetivo, el autor adopta un punto de vista que le permite ir desgranando sintéticamente los problemas de fondo sobre todo lo que ha sucedido, sucede y puede suceder en Cataluña. Pero vayamos por partes: ¿Cuál es ese punto de vista? ¿Cuá l es ese objetivo? Veamos.

Hasta hace tan sólo unos doce años, pocos catalanes, más o menos un 15 por ciento, se declaraban partidarios de la independencia; esta cifra se mantenía prácticamente inamovible desde la época de la Transición. Este porcentaje pertenecía a los irreductibles: nacionalistas en estado puro, aquellos cuya meta principal ha sido siempre separar Cataluña de Españ a con el objetivo de que se constituya como Estado independiente, uno más en el concierto mundial de las naciones. Aquellos que piensan que, si no es así, los catalanes nunca serán libres.

Me lo decía a mediados de los noventa un buen amigo, Agustí Bassols, democristiano e independentista y, durante muchos años, consejero de la Generalitat con Jordi Pujol: «Cuando me preguntan, ¿derechas?, ¿ izquierdas?, yo siempre contesto: ¡Cataluña!». Una explicación que resulta incomprensible desde la razón y que sólo es entendible desde el brumoso mundo de los sentimientos pero que, con estas u otras palabras, está muy extendida en Cataluña. American first fue el lema electoral de Trump. Pues eso: Catalonian first .

A los catalanes con esta mentalidad, a estos devotos creyentes que consideran a Cataluña una nación (identitaria, por supuesto) y creen que, como tal nación tiene derecho (el derecho de autodeterminación) a ser un Estado, este libro no les va a convencer. Las ideas se tienen pero en la creencia se vive, dijo Ortega. El nacionalismo es una creencia, una fe, en la que es fácil entrar pero no salir. Puede que san Pablo se cayera del caballo, pero no hay muchas caídas como aquélla. Un creyente está dispuesto a tragar con mitos, tó picos y recetas siempre que sirvan para alcanzar la finalidad que pretende.

Este libro, pues, va dirigido a otro sector: al de los conversos; aquellos que se han sentido siempre catalanistas o al menos, han asumido como algo natural —consubstancial a sus condiciones de nacimiento o residencia—, que la catalanidad debe cuidarse y protegerse como algo estático pero que, hasta hace pocos años, ni siquiera se habían llegado a plantear la necesidad de la independencia de Cataluña.

Ahora bien, tras la desastrosa aventura del nuevo Estatuto y las mentiras de la propaganda independentista («España nos roba», « trescientos años de opresión españolista», «el nuevo Estatuto no ha sido votado por el pueblo de Cataluña», «la UE y el mundo nos apoyan», etc.), empezaron a cambiar; les convencieron las consignas tan repetidas por los medios de propaganda controlados —directa o indirectamente— por la Generalitat y, o bien creyeron que la independencia era posible, o bien pensaron que amenazar con la independencia era la mejor forma de ejercer presió n para que Cataluña obtuviese más competencias. En todo caso, se decantaron por votar a partidos que propugnaban la independencia y, si bien nunca alcanzaron la mayoría, casi la rozaron. En todo caso, grosso modo , puede decirse que, en estos últimos años, Cataluña ha quedado dividida en dos: independentistas (o separatistas) y unionistas (o constitucionalistas). Póngase el nombre que más guste.

¿Por qué se llegó a esta situación? ¿Por qué se pasó — en números redondos— de un 15 por ciento a un 45 por ciento de independentistas? Pues porque este diferencial de un 30 por ciento se dejó convencer por ciertos tópicos (falsos), recetas f áciles (y equivocadas) e ideas que no funcionan (ni nunca funcionarán porque su única base son las creencias). En definitiva, se trata de lugares comunes sobre Cataluña que —a base de ser repetidos y a pesar de no ser ciertos— han convencido a muchos neófitos independentistas y, lo que es peor, que, debido a su desconocimiento, han dejado desarmados por falta de argumentos a muchos que no lo son.

Por eso decía al comienzo del prólogo que éste es un libro necesario: no será de utilidad a los fundamentalistas del nacionalismo, pero s í a los más advenedizos, a los que dudan sobre las bondades de unos y otros, a los que por desconocimiento no tienen respuesta para los tópicos, recetas fallidas e ideas que no funcionan. Recopilar las mismas, o un buen número al menos —exactamente treinta y cinco—, es la gran labor de Juan Claudio de Ramón. Lo hace además con un estilo ágil y directo, riguroso pero comprensible; en definitiva, con un tono de artículo periodístico muy adecuado para dirigirse, no a especialistas, sino a un público generalista interesado en la materia.