Cardenal Javier Lozano Barragán - Metabioética y biomedicina

A mis padres:
Vicente +
Ma. Dolores +

PRESENTACIÓN

de
Su Em. Rev.ma el Señor Cardenal
Darío Castrillón Hoyos
Prefecto de la Congregación para el Clero

“La medicina tiene un componente filosófico y moral, porque de lo contrario no podríamos distinguir entre el ejercicio correcto de la profesión y el hecho de cometer crímenes con las técnicas médicas. (…) Un criterio sobre la salud y la enfermedad requiere un orden objetivo. En cierto modo, la crisis de la medicina es de orden filosófico y ético”. Me parece que estas palabras del Prof. Joseph Seifert, de la Academia Internacional de Filosofía de Schaan en el principado de Liechtenstein (¿Qué es legítimo? En: Autores varios, “En busca del rumbo perdido”, a cargo de Jaime Antunez Aldunate, Ediciones Universidad Católica de Chile, 1998, p. 161), pueden introducir bien este Libro que su Autor, el Cardenal Javier Lozano Barragán, haciéndome un gran honor me ha pedido presentar.

Pastor diligente y estudioso siempre alerta, el Presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, nos ofrece en esta obra, “Metabioética y Biomedicina –Síntesis de Principios y aplicaciones” una nueva demostración de su talento catequético y su profundidad teológica. Se trata de una importante contribución a la causa de la proclamación y defensa de la inviolabilidad de la vida humana, de la dignidad de las personas y de sus derechos fundamentales inalienables.

Estas paginas nacen en plena “batalla” cultural, en un momento histórico en el cual la ciencia medica está marcada por la hipertrofia de los medios y la atrofia de los fines, según la expresión de Paul Ricoeur. La relación esencial de la medicina con la “verdad” – en particular con aquella verdad sobre el hombre, su corporeidad y su salud que nos legó la tradición clásica simbolizada en el juramento hipocrático y que luego la cultura cristiana reforzó de manera decisiva –, aparece fuertemente debilitada en los albores del tercer milenio por un subjetivismo consensualista y neo-positivista. Así, el consenso – llamado también “consensualismo relativista” –, sería el único fundamento posible del bien común de la sociedad. En un Estado democrático ya no se busca un criterio universal – eso sería manifestar una actitud fundamentalista o integralista –, sino únicamente un “consenso negociado”.

Una de las cualidades más apreciables de las páginas que se non brinda es la de subrayar la necesaria relación entre ética y metafísica. El Autor nos recuerda que ha existido una especie de rechazo global de la metafísica, sobretodo por parte de la tradición kantiana y del positivismo, y nos dice que, si no es posible la ética sin una búsqueda de sus fundamentos antropológicos, tampoco puede haber antropología sin metafísica. Entiendo bien porqué el joven Victor Hugo pudo escribir: “Hay que decirlo y volverlo a decir, no es una necesidad de novedad lo que atormenta los espíritus, sino una necesidad de verdad, y es enorme” (en Odes et ballades, 1826).

Así el Libro responde a una exigencia ineludible, no sólo de los Pastores de la Iglesia, sino también de los médicos y de los responsables de la política sanitaria de los Estados: reconstruir la fundamental unión entre la Verdad, el Bien y la Libertad que, como recordaba el Santo Padre Juan Pablo II, “se ha perdido en larga parte por la cultura contemporánea y que, por tanto, reconducir al hombre a redescubrir esa esencial relación, constituye una de las exigencias específicas de la misión de la Iglesia, por la salvación del mundo” (Alocución a los participantes a un Convenio de docentes de Teología moral nn.1,2, del 10.4.1986: en Enseñanzas de Juan Pablo II, IX 1 1986, p. 970).

Es un libro de esperanza. Leyendo las primeras dos partes en las que el Autor expone, en modo claro y resumido, los conceptos filosóficos y éticos de la bioética cerrada y de aquella abierta al trascendente, me vienen a la memoria aquellas palabras del Evangelio de San Lucas: “Era día de la Parasceve y estaba para comenzar el sábado” (Lc 23,54). Es decir, se vislumbraban ya las primeras luces del alba de aquella Verdad que es Cristo mismo, el Resucitado, que es la Vida para todos los hombres.

El lector entrevé, en medio de los enunciados científicos, antropológicos y éticos, el hombre de la modernidad desencantada, en busca del sentido de la vida, solitario en medio de la multitud, febril con la novedad y ebrio de libertad, que intenta elevarse de la pesadez del engaño y de la falsedad a la gracia de la Verdad, desde el sentido inmanente y limitado de las cosas hacia el sentido trascendente e ilimitado del ser.

Exclamaba John Henry Newman a los estudiantes de medicina, siendo Rector de la Universidad de Dublín, unos años antes de ser Cardenal: “No todo lo que es posible hacer por la ciencia medica, es lícito hacerlo!” (Discurso del 4.11.1858 en: J.H. Newman, Opere, L’Idea di Università, a cargo de A. Bossi, Torino, 1988, p. 1166). El Autor lo repite muy claramente en oposición a la ideología del Nuevo Paradigma, expuesta en la primera parte del estudio: el hombre de la postmodernidad no es puramente homo faber sino homo sapiens que aspira, como todo hombre de todos los tiempos, a la felicidad eterna y experimenta en sí el deseo ardiente de plenitud y de inmortalidad.

Analizando el tentativo de algunos Organismos internacionales de imponer una reingeniería social global al servicio de un proyecto holístico y globalista, el eximio Prelado hace ver como el Nuevo Orden necesita definir y difundir unos nuevos paradigmas éticos para la instauración de un plan de dominio universal, y esos paradigmas no son más que una reedición de la falsa gnosis antigua y de diversas formas de panteísmo. El Autor explica que para los nuevos profetas del Desarrollo sostenible la fe no es más que un sentimiento privado que no debe condicionar la actuación pública de las personas y las leyes civiles. Con una visión doctrinal orgánica y completa, la información que se nos ofrece revela la red tupida, activa y prepotente en recursos económicos, de la cultura neo-positivista. Algunos Organismos internacionales, que deberían ser respetuosos de la soberanía de los pueblos y guardianes de los derechos humanos fundamentales, inciden en forma muy perniciosa en los comportamientos de no pocos Gobiernos y en los Ordenamientos jurídicos de Parlamentos que aprueban leyes inicuas, sin respeto de la verdad del hombre, inspiradas en el pragmatismo y positivismo jurídico, en contra de la ley natural.

En la tercera y última parte de la obra, del desierto árido de los falsos valores del Desarrollo sostenible, el lector es llevado a la comprensión de algunas aplicaciones prácticas de la biomedicina, basadas sobre los fundamentos inteligibles del orden moral objetivo y universal, orden escrito en el corazón del hombre por Dios mismo (cfr Rom. 2,15). Así el Autor, haciendo referencia a las actualizaciones de las “Cartas de los Agentes Sanitarios” del mismo Pontificio Consejo par la Pastoral de la Salud, pasa de las líneas esenciales de la doctrina cristiana en campo bioético, a sus concretas implicaciones médicas: de la inseminación homóloga al transplante, de la clonación humana a la eutanasia.

Al acabar estas palabras de presentación, quiero subrayar que este Libro hará mucho bien porque sin renunciar a las exigencias de un substancial rigor doctrinal, se hace accesible a un amplio público y suscitará nuevas energías en quien forja su identidad en el Evangelio y reconoce en la vida, en la enfermedad, en el trabajo del médico una estupenda Buena Nueva.