Locke gastó gran parte de su tiempo escribiendo largas cartas floridas a mujeres libres, pero nunca llegó a casarse y terminó viviendo en platónico ménage à trois con un Miembro del Parlamento por Essex y su esposa. Locke ha sido el único gran filósofo en llegar a ministro, a pesar de que su filosofía era revolucionaria y sirvió de inspiración tanto a la Declaración de Independencia de Norteamérica como a la Revolución Francesa.
Una introducción y un epílogo sitúan la obra de Locke dentro del panorama de la filosofía; también se ofrece una lista cronológica de fechas filosóficas importantes. Finalmente, una selección de citas de sus dos obras más importantes, Ensayo sobre el entendimiento humano y Dos tratados sobre el gobierno, da indicación de sus intenciones, conceptos más importantes y de su estilo.
Paul Strathern
Locke en 90 minutos
Filósofos en 90 minutos - 12
ePub r1.0
Titivillus 22.11.15
Título original: Locke in 90 minutes
Paul Strathern, 1996
Traducción: José A. Padilla Villate
Retoque de cubierta: Piolin
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
Epílogo
El curso de la vida de Locke va desde Galileo hasta Newton. No es sólo coincidencia el que, durante sus días, llegara a ser aceptada la teoría heliocéntrica y se descubrieran el cálculo diferencial y la circulación de la sangre. Esto era literalmente impensable en términos de Aristóteles y el escolasticismo, que creían, por ejemplo, que todo consiste en tierra, aire, fuego y agua. El mundo moderno emergente era totalmente distinto de aquel en el que había vivido el hombre medieval. Este mundo nuevo precisaba de un nuevo modo de pensar y Locke lo aportó en filosofía. Su Ensayo sobre el entendimiento humano fue la obra filosófica más influyente en Europa durante los cien años siguientes.
Tampoco es una simple coincidencia el que Locke fuera testigo de la última guerra civil en Inglaterra y la primera revolución triunfante de la Europa moderna. Hemos visto que el pensamiento político de Locke sentó las bases de la Declaración de Independencia de Norteamérica, la Revolución Francesa y la democracia liberal. Estos dos elementos del pensamiento de Locke —el político y el puramente filosófico— no iban separados. Lutero había liberado a las gentes de la autoridad de la Iglesia, permitiéndoles el discernimiento privado y la conciencia personal. De manera similar, Locke les libró de la «esclavitud del error y los prejuicios». Lo que estaba ocurriendo en Europa era nada más y nada menos que la aparición del individuo. Esta mutación evolutiva —la individualidad generalizada— trataba de expresarse a sí misma y la filosofía de Locke le mostró el camino. Por un lado, libertad de pensamiento y, por el otro, libertad de acción. Las dos fueron de la mano, tanto en la vida como en la obra de Locke. Éste fue su regalo al mundo y quedará por siempre indiscutible, cualesquiera que sean los fallos que las generaciones venideras encuentren en su filosofía y aunque ésta se quede anticuada.
Introducción
La filosofía camina hacia atrás. Comenzó con un universo de ideas complejas, hermosas y, a veces, en conflicto entre sí. Poco a poco, con la ayuda de la intolerancia religiosa, la razón y el deseo de entender, la filosofía fue reduciendo su mundo a proporciones más comprensibles. Todo se fue haciendo más sencillo, más obvio, hasta que la filosofía se redujo a describir el mundo tal y como lo vemos realmente. La filosofía se adentra con John Locke en este terreno llano.
Las grandes ideas suelen ser a menudo obvias y ninguna lo es más que las de John Locke.
Hoy veríamos gran parte de su pensamiento como sentido común. Su filosofía puso los fundamentos del empirismo, esto es, la idea de que el conocimiento del mundo se basa en la experiencia. También introdujo la idea de democracia liberal, que se ha convertido en el dogma de la civilización occidental. Gentes que no tienen la menor idea de filosofía tienden a aceptar estos credos filosóficos, incomprensibles hace unos trescientos años.
Todo esto haría de la filosofía de Locke algo de poco interés, pero no hay ninguna razón por la cual la filosofía no pudiera resultar aburrida; al contrario, hay muy buenas razones para que lo sea. Los problemas comienzan cuando las obras filosóficas son interesantes y la gente las lee. Las gentes que leen tienden a creer lo que se les dice, y ya se sabe lo que pasa; la primera parte del siglo veinte es un horrible recordatorio de lo que sucede cuando grandes multitudes toman en serio la filosofía. Por fortuna, esta disciplina ha progresado hasta dejar atrás su estado infantil, cuando se esperaba que los que la estudiaban creyeran en ella. Pero no siempre ha sido así y algunos de los más sabios entre los filósofos se dieron cuenta de las trampas en que podían caer si los lectores entendían lo que ellos decían. Spinoza resolvió el problema haciendo que sus obras fueran ilegibles. Sócrates, por su parte, pensó que lo mejor sería no escribir nada en absoluto. (El primer procedimiento fue el adoptado por Kant y Hegel; el segundo por Polique, Ehrensvard y Huntington-Jones.) La solución de Locke fue escribir una filosofía tan obvia que resultara aburrida. No siempre lo fue; el pensamiento y las ideas de Locke resultaron revolucionarios en su tiempo y cambiaron el curso del pensar.
Locke ha sido el único gran filósofo en llegar a ministro, y eso se nota. Fue un hombre de muchas facetas, pero la mayor parte de su personalidad era consistente y práctica. Su filosofía funciona, tanto en el terreno individual como en el de la sociedad en general.
Vida y obra
Locke trató de vivir una vida casi tan aburrida como su filosofía. Por suerte para nosotros, que no para él, le tocó vivir en un tiempo interesante, y no pudo evitar el verse involucrado. John Locke nació el 29 de agosto de 1632 en una cabaña bastante cochambrosa, de techo de paja, junto a la iglesia de un pueblo de Somerset, Wrington. Su padre era un abogado de pueblo sin ambiciones y su madre, de quien se decía que había sido muy bella, era hija de un curtidor. Poco después del nacimiento de Locke, sus padres se trasladaron a una propiedad familiar cerca de la pequeña ciudad mercado de Pensford, al sur de Bristol. Locke creció allí, en una casa de labor de estilo Tudor llamada Belluton. Hace tiempo que desapareció el edificio original, pero se dice que la casa que hay actualmente se construyó sobre sus cimientos. Se encuentra sobre una colina que domina la pequeña población, más bien vulgar, de Pensford, pero desde allí, en un día de verano, se puede gozar de una maravillosa vista sobre las colinas de Mendip hacia Midsomer Norton y la abadía de Downside.
El idilio rural saltó en pedazos por el estallido de la Guerra Civil en 1642, cuando John Locke contaba diez años. La guerra era la culminación de una larga disputa entre el rey Carlos I y el Parlamento. Carlos creía en el derecho divino de los reyes, según el cual el monarca recibe su autoridad directamente de Dios y no es, por tanto, responsable ante instituciones regidas por simples mortales. Los miembros del Parlamento, encargados de votarle al Rey su dinero, pensaban de otra manera. En realidad, la Guerra Civil fue una pelea en el ring entre la clase mercantil emergente en la esquina roja y el Rey y su aristocracia terrateniente en la esquina azul. Dividió al país y traería la primera revolución triunfante de la historia moderna de Europa.
La familia de Locke apoyaba al Parlamento. El miembro local del Parlamento, Alexander Popham, fue hecho coronel de la milicia parlamentaria regional y nombró al padre de Locke su capitán. El padre de Locke dejó su hogar para incorporarse a la campaña; después de encontrarse con unas pocas columnas realistas sorprendidas, a las que pusieron rápidamente en fuga, la milicia del coronel Popham se reunió con el ejército del Parlamento en Devizes; pero esta vez los realistas estaban preparados y, en la derrota que sobrevino, el padre de Locke y Popham tuvieron suerte en escapar con vida, en vista de lo cual «decidieron abandonar la vida militar», y regresar a casa.
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