John Locke modificó el rumbo de la filosofía al asegurar que la razón es la llave al conocimiento. Opiniones, percepción, ideas, verdad o lenguaje son algunos de los temas tratados en estos textos, que sin duda forman parte de los que más han influido en el pensamiento occidental.
John Locke
Del abuso de las palabras
ePub r1.0
Titivillus 15.07.16
Título original: Of the Abuse of Words
John Locke, 1690
Traducción: Martín Schifino
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
De las ideas
De las ideas en general y de su origen
La idea es el objeto del pensamiento
§1. Dado que toda persona es consciente de que piensa, y que aquello a lo que su mente se aboca al pensar son las ideas que están en ésta, es indudable que las personas tienen diversas ideas en la mente, como las que expresan las palabras blancura, dureza, dulzura, pensamiento, movimiento, hombre, elefante, ejército, ebriedad y demás; en primer lugar, pues, debe preguntarse: ¿cómo las adquieren? Sé que la doctrina recibida es que las personas tienen ideas innatas y caracteres originarios impresos en la mente desde el momento en que son. He considerado extensamente esa opinión; y cuanto he dicho al respecto en el libro precedente, según creo, se admitirá con mucha mayor facilidad cuando haya demostrado de dónde obtiene las ideas el entendimiento, y en qué forma y grado estas entran en la mente; y para ello apelaré a la observación y a la experiencia de cada cual.
Todas las ideas proceden de la sensación o la reflexión
§2. Supongamos que la mente es, como decimos, papel en blanco, sin letras ni ideas. ¿Cómo las adquiere? ¿Dónde consigue la vasta reserva que la imaginación activa e ilimitada del hombre ha pintado en ella, con casi infinita variedad? ¿De dónde saca la mente los materiales de la razón y el conocimiento? A esto respondo, en una palabra: de la experiencia; en ella se basa todo nuestro conocimiento; y, en el fondo, de ella procede. La observación, que concentramos, bien en los objetos sensibles externos, bien en las operaciones internas de la mente, percibidas y consideradas por nosotros, es lo que provee al entendimiento todos los materiales del pensamiento. Tales son las dos fuentes del conocimiento, de donde manan todas las ideas que tenemos, o que por naturaleza podemos tener.
Los objetos sensibles son fuente de ideas
§3. Primero, nuestros sentidos, familiarizados con objetos sensibles particulares, transmiten a la mente percepciones claras y diversas de las cosas, de acuerdo con las diferentes maneras en que tales objetos los afectan: y así adquirimos las ideas de amarillo, blanco, calor, frío, blando, duro, amargo, dulce y todas las que llamamos cualidades sensibles. Es decir, que los sentidos transmiten desde los objetos externos a la mente aquello que provoca en ella percepciones. A esa gran fuente de la mayor parte de las ideas que tenemos, dado que dependen por completo de nuestros sentidos y de ellos pasan al entendimiento, la llamo sensación.
Las operaciones de nuestra mente son la otra fuente de ideas
§4. La segunda fuente que, a partir de la experiencia, aporta ideas al entendimiento es la percepción de las operaciones de la mente en nuestro interior, conforme ésta se ocupa de las ideas que tiene; dichas operaciones, cuando el alma reflexiona y las considera, aportan al entendimiento una serie diferente de ideas, que no podría obtenerse de las cosas externas, y que son: la percepción, el pensamiento, el dudar, el creer, el raciocinio, el conocimiento, la voluntad y todas las demás actividades de nuestra mente. Como somos conscientes de ellas y las observamos en nosotros, las recibimos en nuestro entendimiento como ideas claras, al igual que las de los cuerpos que afectan nuestros sentidos. Toda persona lleva en su interior esta fuente de ideas, la cual, pese a no ser un sentido, pues nada tiene que ver con objetos externos, se le parece mucho y podría llamarse con suficiente propiedad sentido interno. Pero como llamé a la otra sensación, llamaré a esta reflexión, pues las ideas que proporciona son tales que la mente sólo puede obtenerlas reflexionando en su fuero interno sobre sus propias operaciones. Por reflexión, en la siguiente parte de este tratado, se entenderá la nota que toma la mente de sus operaciones y los modos de éstas, lo que permite que haya ideas de tales operaciones en el entendimiento. Estas dos fuentes —las cosas externas, materiales, como objetos de sensación; y las operaciones internas de la mente, como objetos de reflexión— son, para mí, los únicos orígenes de todas nuestras ideas. Utilizo aquí el término operaciones en un sentido amplio, que comprende no sólo las acciones de la mente sobre sus propias ideas, sino además ciertas pasiones que a veces ellas suscitan, como la satisfacción o incomodidad que puede provocar una idea.
Todas las ideas son de una u otra clase
§5. Me parece que el entendimiento no vislumbra ninguna idea que no reciba de una u otra de estas fuentes. Los objetos externos aportan a la mente las ideas de las cualidades sensibles, es decir, las diferentes percepciones que producen en nosotros; y la mente aporta al entendimiento las ideas de sus propias operaciones.
Si hacemos un inventario de estas ideas y sus diversos modos, combinaciones y relaciones, descubriremos que éste contiene toda nuestra reserva de ideas; y que nada poseemos en la mente que no haya entrado por una de estas dos vías. Examinen sus pensamientos e indaguen a fondo en su entendimiento, y díganme si las ideas originales que tienen no son sino ideas sobre objetos de los sentidos o sobre operaciones de la mente, consideradas como objetos de reflexión. Por muy grande que imaginen la masa de conocimientos que está almacenada allí, se darán cuenta de que, en rigor, no tienen una sola idea en la mente sino las que han sido registradas de una de estas dos maneras, aunque quizá el entendimiento las ha ampliado y combinado con infinita variedad, como veremos a continuación.
Se observa en los niños
§6. Si se considera con atención el estado de un niño recién llegado al mundo, habrá pocos motivos para creerlo equipado con todas las ideas que son el material de su conocimiento futuro. El niño las adquiere de manera gradual; y, aunque las ideas acerca de cualidades obvias y familiares se imprimen antes de que la memoria lleve un registro del tiempo y el orden, a menudo algunas cualidades raras aparecen tan tarde que son pocas las personas que no recuerdan cuándo las conocieron por primera vez; y, si valiese la pena, sin duda podría estipularse que un niño tuviera muy pocas ideas, incluso de las ordinarias, hasta que fuese adulto. Sin embargo, como todos los que vienen al mundo se ven rodeados de cuerpos que los afectan de manera constante y diversa, en la mente de los niños se imprimen, quiérase o no, gran variedad de ideas. Luz y colores pululan por doquier en cuanto se abre un ojo; sonidos y ciertas cualidades táctiles solicitan los sentidos correspondientes y se abren camino hacia la mente; por lo demás, creo, se me concederá con facilidad que, si se dejara a un niño en un sitio donde no viera sino cosas blancas y negras hasta ser adulto, no tendría más idea del rojo o del verde que la que tiene de una ostra o una piña quien de niño nunca probó esas delicias.