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John Locke - Compendio del Ensayo sobre el entendimiento humano

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John Locke Compendio del Ensayo sobre el entendimiento humano
  • Libro:
    Compendio del Ensayo sobre el entendimiento humano
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    1689
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Compendio del Ensayo sobre el entendimiento humano: resumen, descripción y anotación

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Libro I

En las meditaciones que llevé a cabo acerca del entendimiento, me esforcé en probar que la mente es, al comienzo, rasa tabula. Pero, como ello fue solo para erradicar el prejuicio que subyace en las mentes de algunos hombres, creo que, en esta breve presentación de mis principios que hago aquí, es mejor dejar a un lado todo este debate preliminar que constituye el primer libro, puesto que en lo que sigue pretendo mostrar el origen del que recibimos y los modos en que llegan a nosotros todas las ideas que nuestro entendimiento emplea al pensar.

Libro II

Capítulo 1. Dado que hemos supuesto que la mente está vacía de todo carácter innato, los llega a recibir gradualmente en la medida en que la experiencia y la observación se lo permiten; y encontramos, tras considerarlo, que todos ellos proceden de dos orígenes y se introducen en la mente por dos vías, a saber: la sensación y la reflexión [1, § 2].

1.º Es evidente que los objetos externos, al afectar a nuestros sentidos, causan en nuestras mentes varias ideas que no estaban allí antes. Así nos hacemos con las ideas de rojo y de azul, de dulce y de amargo, y con cualquier otra de las percepciones que se producen en nosotros mediante la sensación [1, § 3].

2.º La mente, dándose cuenta de su propia operación sobre estas ideas recibidas por la sensación, llega a obtener las ideas de esas mismas operaciones que tienen lugar dentro de ella misma: esta es la otra fuente de las ideas y a esta la llamo reflexión, y gracias a ella tenemos las ideas de pensar, querer, razonar, dudar, proponerse, etc. [1, § 4].

Es a partir de estos dos orígenes como tenemos todas las ideas que poseemos, y creo que puede decirse con seguridad que, además de lo que los sentidos envían a la mente, o de las ideas de sus propias operaciones sobre aquellas que hemos recibido de la sensación, no tenemos ya ninguna idea. De donde se sigue: primero, que siempre que a un hombre le falte alguno de sus sentidos, le faltarán siempre las ideas pertenecientes a ese sentido. Los hombres que han nacido sordos o ciegos son prueba suficiente de ello. Segundo, se sigue que si se pudiese imaginar a un hombre carente de todos los sentidos, entonces carecería también de todas las ideas. Ya que al carecer de toda sensación no tendría nada que provocara una operación en él y, por tanto, no tendría ni ideas de sensación, pues los objetos externos no tendrían manera de provocarlas mediante algún sentido, ni ideas de reflexión, dado que su mente no tendría ideas en las que emplearse [1,§ 5].

Capítulo 2. Para que se me comprenda correctamente cuando digo que no tenemos, ni podemos tener, otras ideas que las de sensación o las de la operación de nuestra mente sobre ellas, debe repararse en que hay dos clases de ideas: simples y complejas. Es de las ideas simples de las que hablo aquí; tales son el color blanco de este papel, el gusto dulce del azúcar, etc., en las que la mente no percibe ni variedad ni composición, sino una percepción o idea uniforme; y de estas digo que no tenemos ninguna que no recibamos de la sensación o de la reflexión. La mente es totalmente pasiva respecto de ellas, no puede hacer ninguna nueva por sí misma, aunque a partir de estas ideas puede componer otras y hacer ideas complejas de gran variedad, como veremos posteriormente [2, § 1]. Y esto es por lo que, aunque no podemos sino conceder que es tan posible un sexto sentido —si nuestro omnisciente Creador hubiera creído que nos convenía— como lo son los cinco con que ha dotado ordinariamente al hombre, sin embargo, no podemos tener por ningún medio ideas pertenecientes a ese sexto sentido, y ello por la misma razón por la que un hombre que nace ciego no puede tener ideas de los colores, ya que han de ser obtenidas solo por el quinto sentido, ese modo de sensación del que siempre careció [2, § 3].

Capítulo 3-6. Creo que no es necesario intentar establecer todas las ideas que son objetos peculiares de cada uno de los diversos sentidos, tanto porque no sería muy útil ofrecer su lista —pues la mayoría de ellas son bastante obvias para nuestro propósito presente—, como también porque la mayoría de ellas carece de nombre; pues, aparte de los colores y de algunas pocas cualidades tangibles, que los hombres han tenido un poco más de cuidado en denominar, aunque en mucha menor medida que su gran variedad, los sabores, los olores y los sonidos, de los que no hay una variedad menor, poseen rara vez nombres, excepto unos pocos muy generales. Si bien el sabor de la leche y el de una cereza son ideas tan distintas como las de blanco y rojo, sin embargo, vemos que no poseen nombres particulares. Dulce, ácido y amargo son casi todas las denominaciones que tenemos para la casi infinita diversidad de sabores que se encuentran en la naturaleza [3,§ 2]. Omitiendo, por tanto, la enumeración de las ideas simples peculiares a cada sentido, observaré aquí únicamente que hay algunas ideas que son llevadas a la mente solo por un sentido; por ejemplo, los colores, que son llevados solo por la vista; los sonidos, por el oído; el calor y el frío, por el tacto, etc. Otras, por su parte, son llevadas a la mente por más de un sentido, como el movimiento, el reposo, el espacio y la figura, la cual no es sino la terminación del espacio, ideas que son llevadas tanto por la vista como por el tacto, etc. Otras hay que recibimos solo a partir de la reflexión; tales son las ideas de pensar y de querer y todos sus variados modos. Y algunas, en fin, que recibimos mediante todas las formas de la sensación, y también de la reflexión, y son estas el número, la existencia, el poder, el placer y el dolor, etc. [3, § 1].

Creo que estas son en general todas, o al menos la mayor parte, de las ideas simples que tenemos, o que somos capaces de tener, y contienen en ellas los materiales de todo nuestro conocimiento, de los cuales se hacen todas nuestras otras ideas, y más allá de ellas nuestra mente no tiene pensamientos ni conocimiento en absoluto.

Capítulo7. Una cosa más he de notar sobre nuestras ideas simples para después proceder a mostrar cómo de ellas se hacen nuestras ideas complejas; y es que estamos inclinados a confundirlas y tenerlas por semejanzas de algo en los objetos que las producen en nosotros, lo que, por lo que respecta a su mayor parte, no son. Esto nos llevaría a considerar el modo en que operan los cuerpos en nosotros por medio de nuestros sentidos; sin embargo, como quiera que no deseo meterme en especulaciones físicas, sino que aquí solo pretendo ofrecer una descripción del entendimiento y establecer el modo y la manera en que la mente obtiene primero los materiales y qué pasos da para conseguir el conocimiento; no obstante, digo, es necesario explicar un poco este asunto para evitar la confusión y la oscuridad. Con el fin de descubrir la naturaleza de las ideas sensibles de la mejor manera posible, y de hablar de ellas de forma inteligible, será conveniente distinguirlas en tanto que ideas o percepciones en nuestra mente, y en tanto que están en los cuerpos que causan tales percepciones en nosotros [8, § 7].

Cualquier objeto inmediato, cualquier percepción que está en la mente cuando piensa es lo que llamo idea; y el poder de producir una idea en la mente, lo llamo cualidad del sujeto en el que está ese poder. Así, la blancura, la frialdad, la redondez, en tanto que son sensaciones o percepciones en el entendimiento, las llamo ideas; en tanto que están en una bola de nieve, que tiene el poder de producir estas ideas en el entendimiento, las llamo cualidades [8, § 8].

Las cualidades originales que cabe observar en los cuerpos son solidez, extensión, figura, número, movimiento o reposo; estas, en cualquier estado en que el cuerpo se halle, son siempre inseparables de él [8, § 9].

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