En septiembre de 1939, poco después de que estalle la segunda Guerra Mundial, Ígor Stravinski se embarca rumbo a América, donde ocupará la cátedra de Poética de la Universidad de Harvard y dará las seis conferencias que recoge este volumen. En la Poética musical, que es una de las mejores introducciones a la estética de la música que se han escrito jamás, hallará el lector las ideas de Stravinski sobre la creación (la propia y la ajena), la composición, la tipología y la ejecución musicales en un lenguaje preciso e incisivo, que hace de la lectura de este libro un auténtico placer. Asimismo, a medida que avanza en su análisis de los conceptos musicales, Stravinski no puede evitar trazar la imagen de lo que fueron su vida y su carrera como artista. En palabras de Iorgos Seferis, autor de la presentación, lo que distingue a un hombre de la envergadura de Stravinski es «una palabra o una sílaba o un solo sonido. Esa meta a la que uno intenta llegar y no llega. Sin embargo, el camino que hay en medio, ese largo camino ciego que con dificultad encontramos, es lo que nos conmueve en la vida de un creador».
«Escrita en un tono rotundo y polemista, con un lenguaje resolutivo y de gran belleza, lleno de excelentes ideas, claras y operativas, proporciona nociones sólidas sobre la responsabilidad de la creación, sobre la seriedad y la densidad a la que debe comprometerse cualquier voluntad artística que quiera realizarse.»
Jordi Galves, La Vanguardia
«Toda esta colección de perlas convive con intuiciones y relámpagos de luminosidad.»
Jorge Fernández Guerra, Revista de Libros
«Magnífico.»
Scherzo
«El libro revela a Ígor Stravinski como un absoluto científico del arte, empeñado en diseccionar, casi entomológicamente, las tenebrosas mareas sonoras.»
Quico Alsedo, El Mundo
«Estas charlas se configuran como un resumen ágil de las líneas maestras que sustentan la ética stravinskiana.»
Stefano Russomanno, ABC
«Preciosa obra. Una de las mejores introducciones a la estética musical.»
Manuela Mesa, Opus Música
Ígor Stravinski
Poética musical
En forma de seis lecciones
ePub r1.0
Primo 15.02.16
Título original: Poétique musical
Ígor Stravinski, 1940
Traducción: Eduardo Grau
Editor digital: Primo
ePub base r1.2
PRESENTACIÓN
Si hubiera tenido la inmensa suerte de disponer de mi tiempo durante el año escolar 1939-1940 , habría estado entre los oyentes de Igor Stravinski en el Harvard College. No sé de qué manera, pero algo debo de haber heredado de las costumbres corporativas de la Edad Media. Diría que es con ese espíritu —el de los artesanos de épocas pasadas— con el que siento a Stravinski cuando, alabando la irrepetible escritura de las obras de Bach, dice que se podría percibir el olor de la resina del pino en sus violines o el sabor de la caña en sus oboes. Y, siguiendo ese mismo espíritu, se me antoja pensar que en ocasiones los preceptos de los grandes maestros pueden tener el mismo peso que su creación.
Desde aquellos tiempos de Harvard, valiosas páginas han venido a sumarse al cuerpo de los textos que tratan la vida y la obra del gran músico. Me refiero a sus conversaciones con Robert Craft, quien nos hizo el servicio de estar al lado de Stravinski como el joven Eckermann estuvo al lado de Goethe. Sin embargo, debo subrayar de una vez que, del mismo modo en que las clases en Harvard no sacaron de la circulación a libros como las Chroniques de ma vie (París, 1935), éstas —las clases— se han ido complementando con las reflexiones sobre la música y los recuerdos que desde entonces nos han sido ofrecidos.
Las seis conferencias siguientes fueron impartidas en francés bajo el título general de Poétique musicale sous forme de six leçons, y pertenecen a la famosa serie de Charles Eliot Norton Lectures on Poetry de la Universidad de Harvard. Durante años estuvieron agotadas y era imposible encontrar el texto original.
Stravinski nos relata agradecido cómo trabajó con su amigo Paul Valéry para corregir el texto que había preparado, ya que el francés era para él una lengua ajena. Es hermoso, creo, imaginar esa colaboración de dos devotos de la exactitud. También me parece hermosa y didáctica esta otra información que nos ofrece el músico:
«Aún ahora, pese a que ha transcurrido medio siglo desde el momento en que abandoné el universo de la lengua rusa, pienso en ruso, y cuando hablo otros idiomas, lo hago traduciendo.»
No es fácil, me parece, que toda Babel quepa en un alma que lucha por la unidad.
Stravinski en Harvard me ha hecho pensar en Valéry. En la época en la que yo estudiaba en París, alrededor de 1922, ese hombre era muy importante para mí. Y muchos años después todavía me conmovían las personas de las viejas generaciones que lo habían conocido y que hablaban de él. Todos lo querían. Aún recuerdo el tono de voz del poeta de los Cuartetos al terminar nuestra conversación sobre el músico una tarde de otoño en la estrecha oficina de T. S. Eliot, en Faber and Faber: «Era tan inteligente que carecía de vanidad.»
Y ahora que escribo este sencillo testimonio sobre un artista de nuestro tiempo, al que durante toda mi vida, puedo decirlo, he mirado con devoción, recuerdo una frase de Valéry que leí en una de sus cartas: «…En matière musicale les mots du métier ne me disent rien que de vague ou d’intimidant .» Yo siento lo mismo y dudé mucho antes de aceptar escribir estas pocas palabras. Mi duda la reforzó el propio Stravinski, que anota: «Cuán engañosas son las descripciones literarias de la forma musical.» Sí, por supuesto, y no sólo cuando se trata de la música. En general, creo, induce a error arrancar una determinada expresión artística del material del que surgió para trasladarla a otro material que le será inevitablemente ajeno. No puedo no dar un ejemplo.
Todos conocemos el episodio que narra el segundo libro de la Eneida. Me refiero al episodio de Laoconte a quien, junto con sus hijos, matan las serpientes. Sería difícil, me temo, sostener que el cuadro de El Greco —que representa el mismo episodio y que podemos admirar en la Pinacoteca de Washington—, o la conocidísima estatua de Rodas, expresan exactamente, sin inducir a error, lo que expresan los versos de Virgilio. Lo mismo podría decir cuando pienso en el Après-midi d’un faune de Mallarmé y en la extraordinaria música que escribió para ese poema Claude Debussy. Cada arte tiene su propio material. Un material al que la manipulación creativa del artista vuelve repentina e inesperadamente más sensible; lo modela distinto de como estamos acostumbrados a verlo en la vida cotidiana. Creí indispensable hacer esta aclaración que supone la diferencia entre el uso de las palabras como material de la poesía y el uso de las palabras con fines explicativos o didácticos. Esta última forma de utilizar la palabra es lo que nos sorprende en Stravinski cuando leemos sus conferencias en Harvard, y también en aquellas ricas páginas con las que nos regaló después, de tanto en tanto.
Sin embargo, donde hemos de buscar la expresión más profunda de Stravinski —y utilizo esta palabra en un sentido absoluto— no es en el campo de la palabra, sino en el campo del sonido. Ahí fue donde trasplantó a su persona y es ahí donde ha sido reconocido como un gran señor de la música, una figura comparable en estatura al otro pilar de nuestra época, Pablo Picasso. Las obras y la manera de expresarse de estos dos hombres han marcado nuestro siglo y si uno busca la catarsis, la liberación que ellos nos ofrecen, ha de dirigirse directamente a las obras, no a las palabras que hacen de intermediario, es decir, a las incontables palabras que se han escrito sobre ellos.