utopía y reforma en la ilustración
franco venturi
edición al cuidado de fernando j. devoto
Índice
Franco Venturi: historiador, intelectual, político
Fernando J. Devoto
Este libro reúne las conferencias que Franco Venturi (1914-1994) dictó, durante el año académico 1968-1969, en el marco de las prestigiosas “George Macaulay Trevelyan Lectures” en la Universidad de Cambridge. Venturi tenía ya por entonces una muy importante carrera académica y era bien conocido en los ambientes académicos ingleses. Si bien era un visitante frecuente en Londres y en Óxford en los años cincuenta, por razones de estudio o para el dictado de conferencias, y un entusiasta promotor de la traducción de obras de historiadores ingleses, en su carácter de consejero relevante de la editorial Einaudi, su notoriedad devendría luego de la traducción inglesa, en 1960, de su obra El populismo ruso (con prólogo de Isaiah Berlin).1
Ciertamente, el reconocimiento de Venturi en el mundo anglosajón era mucho más en tanto especialista en Rusia (y en menor medida en tanto figura relevante en la resistencia al fascismo) que por el núcleo mayor de sus intereses historiográficos: la ilustración.2 Quizás por ello, el mismo Venturi no dejaba de ver el curso como un desafío y así lo consignaba en una carta a su amigo Leo Valiani de fines de 1967, en la que observaba además que dictarlo luego de Edward Carr e Isaac Deutscher era una tarea no fácil.3
En cierto modo, que entre otros prestigiosos predecesores Venturi señalara esos dos puede tal vez no ser azaroso. Podría postularse que algo une a Venturi con esos estudiosos mayores en edad que él y muy diferentes entre sí: el ser mucho más que simplemente académicos; además, en el caso de Deutscher y Venturi, haber vivido o sufrido las vicisitudes que entre la primera guerra mundial y finales de la segunda afectaron la vida de tantos profesores e intelectuales. Aunque, como ha sido señalado, la mayoría de los académicos fue bastante conformista con el orden político que las circunstancias les había impuesto en sus respectivos países, una parte no insignificante fue arrojada, voluntariamente o no, a las contingencias que el ascenso de los totalitarismos provocó en casi todo el continente europeo.4
En este sentido, cualquier presentación de Franco Venturi y de su obra no puede prescindir de ir más allá de una convencional trayectoria universitaria (o historiográfica), y necesita ser situada, como la de muchos notables estudiosos de esos tiempos turbulentos, en el contexto de las problemáticas políticas y culturales del mundo de entreguerras y de la segunda posguerra en los que estuvo activamente involucrado. Como observó Michael Confino, Venturi traía a la profesión, antes de llegar a ella, una experiencia de “ vita vissuta ” [vida vivida] y ello impide pensarlo desde “un pacifico cursus honorum entre alta doctrina y diversiones estudiantiles”.5 El mismo Venturi lo señaló muchas veces, así por ejemplo en la carta a Valiani antes citada, cuando, refiriéndose a las investigaciones sobre Rusia en la academia estadounidense (observaciones que podrían fácilmente extrapolarse a otros contextos y a otros tiempos), indicó que: “Han alcanzado un notable grado técnico, tienen todos los materiales. Ahora comienza, sin embargo, en este campo, a faltarles impulso. Antes se ocupaban de Rusia para hablar mal. Era mezquino pero era con todo un impulso. Ahora no tienen ni eso. Se ocupan de Rusia cada vez más desde un punto de vista profesional, casi diplomático, lo que no es ciertamente una gran inspiración para Clío”.6 Parece pertinente entonces comenzar indagando el punto de partida de esos “impulsos” que orientarían su obra de historiador, aunque sea necesario observar que, al igual que sostenía su amigo Arnaldo Momigliano, para Venturi esos “impulsos” orientaban, no sometían, a la investigación histórica concreta.
Franco Venturi nació en Roma en 1914. Como muchos estudiosos de su generación en Italia, pertenecía a una familia de académicos e intelectuales. Su abuelo paterno, Adolfo, fue alto funcionario estatal, catedrático de Historia del Arte en la Universidad de Roma y, desde 1924, senador del Reino de Italia. Su padre, el mucho más célebre internacionalmente Lionello Venturi, siguió las huellas de Adolfo y pronto inició también una carrera académica que lo llevó de la Universidad de Padua a la de Turín como profesor extraordinario y en la que, luego de haber participado como voluntario en la primera guerra mundial (quizás por sus simpatías nacionalistas), sería designado profesor ordinario de Historia del Arte en 1919.7 Aunque pronto estableció vínculos múltiples y heterogéneos en Torino –lo que indicaba relaciones con figuras ya sea de la cultura fascista, ya de la cultura antifascista, pero también con personas dentro y fuera del mundo académico, dado que como su padre él también sería no solamente un profesor sino, paralelamente, un consultor del mundo privado en temas de arte– su ambición era volver a Roma y obtener la cátedra que había sido de su progenitor. No solamente no obtuvo la cátedra sino que en 1931 fue uno de los doce profesores universitarios (sobre 1250) que decidieron no realizar el juramento de fidelidad al régimen fascista, con lo cual quedaba automáticamente excluido de la Universidad. Una decisión que en apariencia podía tener algo de inesperado, ya que Lionello Venturi había sido, en 1925, uno de los firmantes del “Manifesto degli intellettuali del fascismo” promovido por Giovanni Gentile y luego de ello continuó colaborando en la Enciclopedia Treccani dirigida por este último. La renuncia de Lionello Venturi fue acompañada por su expatriación, fugazmente a los Estados Unidos (donde dictó un conjunto de conferencias), y luego a París donde se instaló establemente y se vinculó estrechamente con los ambientes antifascistas allí presentes.
El exilio de su padre sería un acontecimiento decisivo en la vida del joven Franco Venturi, que en 1932 con sus 17 años decidió, tras una breve detención por parte de la policía fascista, también desplazarse a París. De sus años precedentes turineses poco se sabe. La versión más atendible indica que estudió en el Liceo Classico Vittorio Alfieri (donde fue compañero y amigo de otro historiador, católico democrático: Ettore Passerin d’Entrèves).8 Hecho quizás no irrevelante ya que por descarte señala que no fue parte de ese vivero de la cultura antifascista turinesa que generaría tantos vínculos perdurables: el Liceo “Massimo D’Azeglio”, frecuentado por las elites económicas y culturales piemontesas, de Cesare Pavese a Giulio Einaudi, de Massimo Mila a Leone Ginzburg, de Norberto Bobbio a Giovanni Agnelli.
Todo un mundo del que luego Venturi sería uno de los mayores animadores. Al menos, si nos atenemos a los testimonios concordantes de Bobbio y Galante Garrone, por poner dos ejemplos, ellos sólo conocieron a Venturi recién en los años de la segunda guerra mundial, entre 1942 y 1944, es decir, luego de su experiencia del exilio.9
los años de formación en parís
En el exilio parisino, que duraría ocho años, el joven Venturi desplegaría una enorme actividad que mostraría ya esa sorprendente capacidad de trabajo característica de toda su vida. La misma se orientaría en dos direcciones, paralelas y complementarias: por un lado hacia la política activa, por el otro hacia el mundo académico. De la primera daría cuenta su activa participación en la galaxia antifascista exiliada en París, en torno al grupo de “Giustizia e Libertà” liderado por Carlo Rosselli, y del otro una no menos vasta actividad que incluiría la realización de sus estudios de grado y de posgrado en la Sorbona, sus publicaciones y su intensa frecuentación de archivos y bibliotecas.
El encuentro de Venturi con el mundo parisino era, en primer lugar, el encuentro con un vasto mundo de intelectuales exiliados en el que forjaría algunas de sus amistades más perdurables que lo acompañarían toda su vida. Aunque la París de los años treinta era un ambiente enormemente cosmopolita y en el que confluían exiliados y refugiados de muchas partes, la sociabilidad de Venturi –como por lo demás suele ocurrir con los exiliados políticos– estaba fuertemente connotada por los vínculos con los italianos. Ante todo, el amplio departamento de su padre, en el elegante XVIe arrondissement , donde vivió los primeros años, era ya un lugar de encuentro de políticos, intelectuales y artistas y de ello da cuenta este mismo libro, con las breves referencias que Venturi hace a dos frecuentadores de esa casa precedentemente exiliados: el antiguo presidente del Consejo de Ministros de Italia, Francesco Saverio Nitti, y el reconocido historiador y activísimo intelectual, desde antes de la primera guerra mundial, Gaetano Salvemini. Ese mundo incluía también a otros políticos destacados, del socialista Claudio Treves al ex comunista Angelo Tasca y a numerosos artistas e intelectuales italianos antifascistas, entre ellos Carlo Levi.10 Empero, como referencia de que la casa de Venturi padre era un lugar amplio de encuentro entre las distintas almas del antifascismo italiano está el hecho de que allí se encontraban también Benedetto Croce