Akal / Inter Pares
Serie Ayer, hoy, mañana
Director: Marcos Roitman Rosenmann
Introducción
En un lugar de La Mancha, un hidalgo, en los ratos que estaba ocioso —que eran los más del año— se daba a leer libros de caballerías, se desvelaba por entender y desentrañar su sentido, al punto que el pobre hombre perdía el juicio. Se llenó de fantasía y “asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas soñadas invenciones que leía” (Cervantes 2016, 71). Rematado ya su juicio, se puso al servicio de la república, tomó y limpió sus armas, fue a ver su rocín y le puso nombre, buscó dama y escudero, se confirmó a sí mismo como Don Quijote, “pudiendo más su locura que otra razón alguna, no quiso aguardar más tiempo a poner en efecto su pensamiento, apretándole a ello la falta que él pensaba que hacía en el mundo su tardanza” (34) y, cuando se vio caballero, salió en busca de aventuras para ser el “desfacedor de agravios, enderezador de tuertos, el amparo de doncellas, el asombro de los gigantes y el vencedor de las batallas” (522).
Don Quijote, desde hace rato ya, ha sido una inspiración en muchos sentidos. En primer lugar, el personaje logra combinar la teoría con la acción, lo que Paulo Freire denominó praxis auténtica (2000, 43), porque evitaba el activismo sin teoría, que nos lleva a cualquier lado, y el verbalismo, que es la teoría sin acción que no lleva a lugar alguno. Don Quijote tiene que leer mucho y entender antes de armarse y salir a “desfacer tuertos”. En segundo lugar, Don Quijote adquiere la sensibilidad necesaria para poder apreciar el dolor y la injusticia, y sentir la urgencia del cambio. El mundo lo necesitaba, a pesar de que giraba sin su presencia. En tercer lugar, a pesar de todas las voces que clamaban su pasividad, desarrolla otra representación de la realidad. El cura y el barbero, que quemaron los libros pensando que al quitar la causa cesaría el efecto, admirados de su locura, le pidieron que “atienda vuestra merced a su salud por ahora, que me parece que debe estar demasiado cansado y malferido” (70). Por su parte, su sobrina le pregunta si “¿no será mejor estarse pacífico en su casa, y no irse por el mundo a buscar pan de trastrigo, sin considerar que muchos van por lana y vuelven trasquilados?”. Pero él replicaba “que la cosa de que más necesidad tenía el mundo era de caballeros andantes y de que en él se resucitase la caballería andantesca” (72). Es decir, va contracorriente y no se conforma con su circunstancia. En cuarto lugar, quien desafía a la realidad imperante es considerado como una persona loca, que ha perdido la razón y debe ser “curada”. Don Quijote desafía lo imperante y hace realidad su sueño de luchar por algo mejor. En quinto lugar, el Hidalgo de La Mancha camina, explora las formas de transformar; experimenta, muchas veces en vano (como en la escena de Andrés, que interviene para evitar los azotes y que soluciona teóricamente su problema, para luego en su ausencia agravar su dolor), y es un incansable “activista”. Don Quijote es, finalmente, el ser humano utópico por excelencia: por un lado, encarna una lucha individual por un sueño colectivo; por otro, con su sueño valora la realidad y la quiere transformar.
De todo esto se trata el presente libro.
Don Quijote representa a todos los pensadores críticos que están inconformes y buscan alternativas y a todas las personas y colectividades que experimentan formas de vida diferentes a la dominante. El sueño del Quijote es la utopía. Los libros de caballerías que lo inspiraron son las constituciones cargadas de derechos, las teorías que animan a transformar la realidad y a aventurarse al cambio. Las voces del barbero, el cura y la sobrina son los medios de comunicación, la propaganda, la ideología negativa que perenniza la inconformidad y la aceptación de sistemas excluyentes de organización social. La vida del Quijote es la lucha por un mundo mejor.
La premisa de la que parte la presente obra es que el reconocimiento constitucional en Bolivia y Ecuador de la pachamama y del sumak kawsay/sumak qamaña, si se lo toma en serio, implican la superación del sistema de organización social dominante, y la comprensión y desarrollo de estas instituciones constitucionales con base en la contribución de múltiples voces y disciplinas que se complementan con el derecho. Esta obra busca contribuir a dar contenido sustancial a esos enunciados constitucionales; a sistematizar los discursos que provienen de múltiples disciplinas que puedan y permitan entablar un diálogo intercultural entre las instituciones propias del mundo indígena y otros saberes emancipatorios y libertarios; a escuchar voces que provienen del mundo indígena, del pensamiento crítico, de la literatura y de las luchas de los movimientos sociales por un mundo mejor; demostrar que la pachamama y el sumak kawsay y sumak qamaña tienen elementos para construir la utopía andina, que propone una alternativa real, concreta, válida, compleja y posible a una realidad excluyente, inequitativa y violenta que se produce desde lo que llamaremos modernidad hegemónica.
En el primer capítulo se discuten tres grandes ejes conceptuales: la utopía , el constitucionalismo del oprimido y la literatura. La utopía tiene dos perspectivas; una teórica, que plantea la necesidad de entenderla como algo posible, concreto y real; y otra metodológica, que la propone como un método sociológico para aproximarse a la realidad. El constitucionalismo del oprimido, basado en la sociología de las ausencias y emergencias, rescata las voces y propuestas invisibilizadas por el derecho hegemónico. La literatura nos permite abrir la imaginación y al mismo tiempo interpretar de forma creativa las teorías, la ideología y la realidad.
El segundo capítulo describe el lugar en donde nos encontramos, el topos (τόπος), que se caracteriza desde la ya mencionada modernidad hegemónica : la racionalidad científica, la colonialidad y el capitalismo. Antes de 1989 había alternativas que eran consideradas, desde varias corrientes de opinión, en distintas partes del mundo, deseadas, viables y alcanzables, y tenían que ver con el socialismo y el comunismo. Con la caída del Muro de Berlín, el capitalismo funge como un orden natural e inevitable. Como se explicará, existen varias modernidades, y una es la que prevalece, se difunde y se multiplica a través de varios mecanismos. A ésta la llamaremos hegemónica , sin que esto signifique que Europa o el Norte sean monolíticos, que no existan en estos espacios modernidades subalternas y marginales, o incluso modernidades emancipadoras. Por otro lado, existen aspectos que caracterizan a la Modernidad y que pueden ser considerados como emancipatorios, tales como el fin de la autoridad eclesial y la desacralización del mundo; la libertad, la autonomía, la ciudadanía y la responsabilidad individual, así como la noción de “derechos”. La Modernidad que se critica es aquella que se basa en la explotación, en la producción del dolor de unos y la insensibilidad de otros, en la exclusión, el extractivismo, la violencia, destrucción y la muerte. No se tiene la intención de generalizar o restringir injustificadamente el término ni tampoco de estigmatizar a pueblos y personas que viven en el ámbito de influencia de la modernidad hegemónica.
En el tercer capítulo se profundiza sobre algunos elementos que constituyen la pachamama y el sumak kawsay/sumak qamaña que podrían dibujar una utopía andina y una alternativa a la modernidad hegemónica. En un inicio se intentó construir esta utopía desde el saber indígena. Este intento hubiese resultado harto restrictivo. La utopía, en tiempos de globalización, no se puede construir desde una localidad y desde un único saber. Además, se caería en algo que se critica: el sueño de un mundo mejor, más justo e inclusivo, no puede ni debe desperdiciar otros saberes ni experiencias. Por otro lado, la misma utopía andina reclama interculturalidad como premisa, y ésta es un diálogo de saberes y un constante aprender y rectificar. Por eso recurriremos a variadas fuentes tanto andinas como occidentales, y a distintas disciplinas, tales como la filosofía, el derecho, la sociología, la antropología, la física, la geografía, los estudios de la cultura, la pedagogía y la economía política. Cuando se ha encontrado una idea, una metáfora, una experiencia —sin importar su procedencia— con potencial emancipador o liberador, entonces ha sido recogida.
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