En 1957, Edmundo O’Gorman explicó que el proceso de reformulación de las ideas del mundo que comenzó a partir del llamado, con cierta simpleza, “descubrimiento” de América, fue en realidad el proceso de la invención de América. Esta invención no sólo se desarrolló en Europa del siglo XV al siglo XVII. Podemos afirmar que sigue diversificándose incluso en nuestros días por varias vertientes: por ejemplo, en el pensamiento económico europeo, en la evolución de la idea que de sí misma ha ido teniendo América desde las perspectivas anglosajonas e iberoamericanas, y en los diversos cambios de la idea del mundo a partir de los pobladores originarios del nuevo continente.
El presente libro se propone analizar sólo una parte de estas vertientes: el complejo y constante proceso no sólo de descubrimiento, sino también de invención, de reformulación de ideas contradictorias y a veces polémicas sobre la naturaleza de los pueblos indígenas desde el siglo XV hasta los inicios del siglo XXI. Este proceso no logra aún solucionarse con objetividad. Han concurrido en él prejuicios, políticas educativas o económicas, medidas agrarias y levantamientos armados constantes o recurrentes y ha tenido como eje la resistencia de los pueblos indios a los intereses legales o encubiertos de la Corona Española y del Estado mexicano. Ahora, en los umbrales del siglo XXI, quizás es posible ver con más claridad su historia compleja e ininterrumpida.
1. ¿Cómo se veía el mundo antes del descubrimiento de América?
Cuando Cristóbal Colón emprendió desde el Puerto de Palos la travesía oceánica del año de 1492, los europeos pensaban que las tierras de Europa, el norte de África y Asia eran la totalidad del mundo. Un cuarto continente y otro vasto océano, como el que llamamos ahora Pacífico, eran inimaginables en ese momento. Cristóbal Colón se propuso descubrir las rutas marítimas hacia Japón, China y la península más extrema de Asia, tras la cual esperaba encontrar el paso al mar Índico y creyó que, efectivamente, había llegado al extremo oriente de Asia, a tierras situadas “más allá del río Ganges”, a la península asiática que en 1489 el cartógrafo Henricus Martellus había denominado India Oriental. El “descubrimiento de América” nace de esta confusión. Digo “confusión” cuando en realidad debemos hablar de la visión científica de aquellos siglos. Imaginar que se trataba de una tierra diferente exigía un ejercicio mayor de inventiva: reformular la idea del mundo.
¿Cómo, pues, el viaje al Asia de Cristóbal Colón de 1492 se convirtió en “el descubrimiento de América”? Las convicciones de Cristóbal Colón fueron inconmovibles, no así las de muchos de sus contemporáneos. Las expediciones de Américo Vespucio en 1501, de Vasco Núñez de Balboa en 1513 y de Fernando de Magallanes en 1520 son una parte relevante de un amplio proceso de expediciones, avanzadas, conquistas y reconocimientos territoriales y marítimos que darían como resultado la certidumbre de que las después llamadas Indias Occidentales no eran tierras indias ni asiáticas, sino otro territorio desconocido por la ciencia y la historia europeas.
Gonzalo Fernández de Oviedo fue uno de los primeros en formular esta idea. Afirmó que, como no estaba aún descubierta toda la tierra de la Nueva España,
no se sabe si es mar ni tierra en el fin, o si está toda por allí rodeada del mar Océano, lo cual yo más creo; e mi opinión e de otros, hasta ahora más sospecha me da que no es parte de Asia, ni se junta con la que Asia llamaron los antiguos cosmógrafos. Antes se tiene por más cierto que la Tierra Firme destas Indias es una otra mitad del mundo, tan grande o por ventura mayor que Asia, África y Europa; e que toda la tierra del universo está dividida en dos partes... y desta manera tuvo razón Pedro Mártir de llamarlo Mundo Nuevo, conforme a la noticia o razón que dieron los antiguos, e por lo que ahora parece que ignoraron ellos e vemos nosotros.
Con las nuevas exploraciones y conquistas, decíamos, se fue consolidando la idea de que no se trataba de una península extrema del continente asiático, sino de otra tierra. Se le llamó en distintos momentos Nuevo Mundo, Indias Occidentales y América. La cartografía de los siglos XV y XVI muestra que América no fue descubierta de pronto, sino imaginada y reconocida gradualmente, en un largo y complejo proceso.
Veamos, primero, un mapamundi de 1460. El cartógrafo seguía sujeto a los datos establecidos desde el siglo II a.C. por el geógrafo griego Tolomeo. Observemos que América y el sur de África eran desconocidos. También, que los mares que bañaban esa tierra eran el Índico, el Mediterráneo y el Atlántico.
Pasemos ahora al mapa de Toscanelli, que muestra un importante cambio en la imagen de la Tierra. Ante todo, el mapa es ahora, por vez primera, algo semejante a un globo terráqueo notablemente achatado de los polos. El mapa deja en claro que Asia y Europa están separadas por el océano Atlántico. Por tanto, al efectuar esa travesía oceánica se arribaría a las costas asiáticas. Además, notemos que la isla de Zipango, o Japón, está situada a la “altura” donde se “descubriría” América. En 1474, Toscanelli envió a Cristóbal Colón este mapa, que fue decisivo para que el Almirante emprendiera su hazaña. El hijo de Cristóbal Colón, don Fernando Colón, dirá por ello, muerto ya su padre, que la confusión de las nuevas tierras con las costas asiáticas fue del cartógrafo Toscanelli y no del Almirante. El mapa muestra una abundancia de islas que también podrían ser confundidas con las de las Indias Occidentales.
En 1507, el cartógrafo Martin Waldseemüller efectuó un célebre cambio al mapamundi que publicaron con las cartas de Américo Vespucio los religiosos de Saint Dié, de Lorena. Veamos que el globo terráqueo de Waldseemüller muestra ahora, entre Europa y Asia, un nuevo territorio alargado que identifica como América en honor de Américo Vespucio. Dos nuevos océanos contiene el mapa en las zonas que ahora corresponden al océano Pacífico: el “océano occidental”, situado al sur del territorio alargado que el mapa identifica como “América”, y el “océano oriental”, situado entre Zipango y las costas septentrionales de Asia. Este mapa es muy útil para entender que la primera cartografía de América no se parece a su geografía continental, pues debía atravesar por un largo proceso de cambios creativos. En su primera aparición, por ejemplo, la “idea” de América no contenía ninguna alusión a los territorios que actualmente corresponden a México, Estados Unidos y Canadá, y tan sólo recuerda lejanamente una estrecha e incompleta franja del contorno occidental de los territorios que ahora son Brasil y Argentina.
Mapamundi iluminado que data de 1460. Los europeos usaban todavía los mapas diseñados por Tolomeo, el geógrafo griego del siglo II a.C.
Versión restaurada del mapa que Toscanelli le envió a Colón en 1481.
Mapamundi en el cual apareció por primera vez mencionada “América”, realizado por Martín Waldseemüller en St. Dié, Francia, en 1507.
Este mapa, con los contornos dorados, perteneció al emperador Carlos V. Traza el itinerario de Magallanes y fue realizado hacia 1545 por Battista Agnese.