NOTAS
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O.L.A.S.: Organización latinoamericana de solidaridad.
O.S.P.A.A.A.L.: Organización de solidaridad para Asia, África y América Latina; ambas con sede en Cuba.
Este libro narra la verdad sobre el caso Ben Barka, sobre los asesinatos de Khider y de Delgado, el trasfondo de la independencia de Marruecos, de la guerra de Argelia, del affaire Ufkir; hace revelaciones sobre el papel desempeñado por el espía Guillaume, colaborador íntimo de Willy Brandt; da informaciones inéditas sobre la acción de los Estados Unidos en Latinoamérica, y sobre la intervención de la C.I.A. en asuntos europeos; proyecta una luz, desde su privilegiada posición, sobre temas que han formado parte de la más reciente realidad española…
Todo se dice en esta obra explosiva, que pone al descubierto la parte oculta de la historia de nuestro tiempo. Como un protagonista de una emocionante novela de aventuras, a través de sus fracasos y sus esperanzas, de sus reclusiones en prisión y de las pruebas a que se ve sometido, de sus andanzas por un mundo insospechado, Luis M. González-Mata desvela ante nuestros ojos la verdadera vida de un agente secreto de hoy.
Luis M. González-Mata
CISNE
«Yo fuí espía de Franco»
— oOo —
AL LECTOR
Cuando, en 1972, decidí presentar mi dimisión al almirante Carrero Blanco y romper al mismo tiempo con la C.I.A. & D.I.A. norteamericana y con todos los demás servicios extranjeros con los que, al servicio de España, colaboré, me correspondió vivir la misma tragedia que habían protagonizado, antes que yo, los «desertores» de los servicios del mundo entero: cantos de sirenas y aullidos de balas…
Posteriormente, acepté de cuando en cuando cumplir alguna que otra misión, bien para evitar las represalias o bien por satisfacer las peticiones personales de antiguos jefes o de ciertos amigos a los que apreciaba, como el general Ufkir o el coronel Blanco, cuyas solicitudes no podía ni quería rechazar. Sin embargo, nunca he accedido a volver a la «dedicación completa».
Este libro no es una novela de espionaje. No; sus páginas son el relato de dieciocho años vividos en los servicios de información, de dieciocho años de aventuras trágicas y a veces inverosímiles, pero real y dolorosamente vividas. Deseando ser útil a quien siempre creí servir, el pueblo, he decidido revelar cuanto sé del mundo del espionaje y de las interioridades, hasta hoy desconocidas, de ciertos asuntos internacionales.
Puede que este relato decepcione a más de uno, ya que, por muchas razones, resulta más agradable leer las aventuras fantásticas de un héroe irresistible e invencible que seguir los pasos de un agente secreto empeñado en correrías que a veces (¡muchas veces!) terminan en la cárcel. Pensar, a través de la lectura de ciertas obras sobre el mundo del espionaje, que los servicios secretos —al igual que los gobiernos que los dirigen— defienden causas justas e ideales de gran nobleza, es más reconfortante que descubrir que tanto unos como otros pueden convertirse en criminales cuando se trata de salvaguardar los intereses de ciertas personas o de determinados grupos.
Por desgracia, ésta es la realidad, y al hacer esta afirmación no tomo postura a favor de un bloque o del otro, puesto que sé, pruebas en mano, que tan cínicos y maquiavélicos son los del Este como los del Oeste. La Rusia soviética, «cuna» del socialismo y del comunismo internacional, «defensora de la libertad de los pueblos y de los que luchan por conquistarla», pactó con Franco —tantas veces tachado de símbolo del fascismo después de Hitler y Mussolini— y envió, para ayudarle, barcos cargados de carbón cuando los mineros españoles se habían declarado en huelga en nombre de esa lucha por la libertad que Moscú celebra y defiende en todo el mundo. Los servicios secretos soviéticos transmitieron a sus equivalentes de Madrid una lista de trescientos militantes y responsables comunistas —la mayor parte de los cuales terminaron en la cárcel— a cambio de informes sobre las bases U.S.A. en España.
Por su parte, Estados Unidos mantiene excelentes relaciones con la oposición española, a la que financia en caso de necesidad, sin dejar por ello de apoyar oficialmente a Franco y, luego, a sus sucesores; o insta a Francia a permanecer dentro del bloque occidental, en nombre de la defensa del mundo libre, al mismo tiempo que crea, cada vez que se presenta la ocasión y cuando ello le interesa, dificultades a ese mismo país, en sus territorios de ultramar e incluso en París, como, por ejemplo, cuando se apresuró a explotar los sucesos de mayo del 68, echando leña al fuego y manipulando a los «revolucionarios» para quebrantar el régimen de De Gaulle, el cual tampoco desaprovechaba la oportunidad de hacer lo mismo, respecto a Estados Unidos, cuando podía.
Las revoluciones «populares», los golpes de Estado, los hombres «nuevos» que acceden al poder, todos esos disturbios que estallan aquí y allá, ¿cómo y por qué sobrevienen? ¿Por qué salen a la luz? Porque los ayudan, financian y organizan los servicios secretos estadounidenses, rusos o chinos, para proteger los mercados comerciales e industriales de sus países o para apoderarse de otros nuevos. Los diplomáticos hablan púdicamente de «zonas de influencia»…
¿Es, pues, este libro una obra moralizante? Desde luego, no. Nadie tiene menos derecho que yo a dar lecciones de moral, lecciones que, por otra parte, ¿de qué servirían?
Más bien opino que resulta útil descubrir qué son de verdad los «servicios secretos», cómo están organizados, cómo funcionan y operan, y cuáles son las reglas de juego —que también las hay y son respetadas— imperantes en sus relaciones mutuas.
Quisiera también conseguir que el lector de mis memorias se percatase de que los servicios de información, que han evolucionado considerablemente y que disponen de los medios más sofisticados, más aparatosos y complejos, representan un peligro inmenso, cada día mayor, tanto para los simples ciudadanos como para los propios jefes de Estado, los cuales, sin embargo, se supone que dirigen estos servicios. Todo lo que pueda decirse o escribirse sobre los «servicios especiales», todos los procesos que se pueda intentar incoárseles y todas las piedras que puedan arrojarles periodistas, senadores o jueces no servirán de nada. Tienen el poderío de un monstruo, y también poseen las características peculiares del pulpo o del camaleón: por una parte, cada tentáculo, nada más cortarlo, vuelve a crecer; por otra, cambian de color según el medio ambiente del momento. Y, no obstante, continúan siendo los mismos.
Presentada bajo tal óptica, la desmitificación del espionaje y de los espías puede provocar escalofríos, y no faltan motivos para ello. Sin embargo, existe otro aspecto desconocido de ese mundo, un aspecto que, hasta ahora, los autores se han guardado bien de revelar y que yo trato de poner de relieve: se trata, en resumidas cuentas, de la desmitificación del «superhombre» invulnerable.
Esta faceta del agente secreto hace sonreír a aquellos que olvidan que el mejor agente o especialista (de la C.I.A., de la D.I.A., del K.G.B., del L.L.P., del G.R.U., del B.N.D., del S.I.D., del M.I. 5 ó 6, del S.D.E.C.E., y no sigo) no es, en definitiva, más que un simple hombre.
París, febrero de 1973
ANEXO N.º 3
CARTA DEL AUTOR AL ALMIRANTE CARRERO BLANCO
Bonn, 4 julio de 1971
N OTA: Los primeros pliegos de esta carta son un resumen biográfico sobre Cisne que el lector ya conoce. En consecuencia cito solamente algunos fragmentos de esta correspondencia:
Una vez más, Almirante, se intenta
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