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ISBN 978-1-920888-07-1
Library of Congress Control Number:
2004106391 Primera edición 2004
Esta edición 2005
Publicado por Ocean Press
Australia: Australia
Presentación
PARTE PRIMERA: LA GUERRA CONTRA CUBA Antecedentes para un complot
Exiliados, mafiosos y espías
La Agencia Central de Inteligencia
El Exilio
La Guerra se desencadena
La doble vía
Las contradicciones entre el exilio y la administración AM/ LASH
¿Quién era Rolando Cubela Secades?
Un “simpatizante de Castro”
Los cómplices
El episodio de México
Oswald y los servicios secretos cubanos La inculpación
En busca de los asesinos
PARTE SEGUNDA: EL ASESINATO DE UN PRESIDENTE El asesino solitario
Una premonición histórica La
hipótesis
La historia de un provocador
Texas y Dallas
Nueva Orleans
Epílogo
ANEXO I
Jack Ruby: Sus viajes a Cuba en 1959
ANEXO II
Cronología sobre las principales actividades subversivas de los Estados Unidos contra Cuba en 1963
ANEXO III
Exiliados cubanos investigados en relación con el asesinato del Presidente John F. Kennedy
Notas Bibliografía consultada
PRESENTACIÓN
El 22 de noviembre de 1963, a los veintidós años de edad, me desempeñaba como jefe de una unidad de Contrainteligencia. El asesinato del presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy, me impresionó profundamente, al igual que a todos mis compañeros, a pesar de ser uno de nuestros adversarios1 más enconados.
Recuerdo ese día particularmente, pues sosteníamos una reunión de trabajo, en la que participaban varios de los oficiales de caso2 de nuestra unidad. Analizábamos un operativo de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), denominado Centinelas de la Libertad, que mediante la utilización de un veterano político de la época prerrevolucionaria, Luis Conte Agüero, “La voz más alta de Oriente”, como le gustaba autodenominarse, por medio de una radioemisora radicada en la ciudad de Miami, lanzaba constantes diatribas anticubanas y mezcladas con éstas, consignas para una estructura contrarrevolucionaria, que había logrado reclutar en algunas regiones del país; un operativo de espionaje masivo que se fundamentaba en solicitar la cooperación a los radioyentes, quienes debían escribir a la dirección que Conte Agüero les proporcionaba. Los que caían en la trampa, eran procesados por los reclutadores de la CIA y al poco tiempo recibían una carta con un contenido intrascendente, generalmente amoroso, en la que en uno de sus párrafos indicaba que se planchara la misiva. Cuando el aspirante a “luchador anticomunista” lo efectuaba, aparecía un mensaje en escritura secreta que le informaba ser un nuevo colaborador de la CIA, y le proporcionaba instrucciones iniciales y un buzón seguro, en algún lugar de América.
Para nuestra unidad, 1963 resultó un año particularmente complejo. La desarticulación del “frente” Resistencia Civica Anticomunista fue una de las primeras tareas que tuvimos que enfrentar. Conectado con la Inteligencia Naval de la base naval norteamericana de Guantánamo, ese grupo se preparaba, en marzo de ese año, para desencadenar un plan terrorista en todo el país y asesinar al primer ministro cubano, comandante Fidel Castro.
Atentados terroristas, infiltraciones, exfiltraciones, alijos de armas enterrados en las costas y muchas actividades más fueron neutralizadas por aquel grupo bisoño de oficiales3 que componían la Sección Q, a la cual pertenecíamos, responsabilizados con el enfrentamiento a las organizaciones contrarrevolucionarias y los agentes de la CIA que con su acción dentro de éstas, pretendían desestabilizar y sembrar el terror en el país.
Probablemente quien oyó la noticia del asesinato fue “Alfredo”,4 joven y talentoso compañero. A pesar de sus pocos años, tenía fama de ser un investigador ingenioso y persistente. También se encontraba “Eddy”,5 siempre con un chiste en los labios, el más joven del grupo, y “Elías”,6 el santiaguero, quien, según todos, “cantaba” cada vez que hablaba; compañeros excelentes, a los cuales aún hoy me une una amistad estrecha.
Seguramente “Alfredo” lo escuchó en la radio de nuestra secretaria, “Beba”, quien tenía la cualidad de escribir a maquina y estar al tanto de todo, incluidas las noticias.
Hicimos silencio al conocer el crimen. No pude evitar que la reunión se disolviera y nos enfrascáramos en todo tipo de conjeturas. Después, al día siguiente, Fidel, hizo una comparecencia televisiva en la cual analizó pormenorizadamente el tema y concluimos que lo sucedido, era un “pase de cuenta” entre ellos mismos.
No fue hasta años más tarde y en esos mismos locales, cuando por primera vez nos pasó por la mente el involucramiento de los exiliados cubanos en el magnicidio de Dallas.
En 1965, investigábamos, con el mismo equipo operativo, las evidencias conocidas sobre el involucramiento de Rolando Cubela Secades,7 en un complot dirigido por la CIA para asesinar a Fidel Castro y llevar a cabo un golpe interno contrarrevolucionario. Una de las informaciones a la que habíamos tenido acceso estaba relacionada con una reunión efectuada a finales de 1964, en Madrid, España, entre Cubela y el agente de la CIA, Manuel Artime Buesa, en la que se acordó el asesinato del dirigente cubano, para facilitar una mini-invasión por los comandos de Artime, que tenian sus bases en campamentos centroamericanos y que, según el proyecto, posibilitara la ocupación de una “cabeza de playa” en territorio nacional, pretexto para solicitar la intervención de la Organización de Estados Américanos (OEA) y los Estados Unidos.
La fuente, cercana a Artime agregaba que éste había comentado, después de concluir aquel encuentro, que un año antes, en 1963, el mismo complot había fracasado por las indecisiones de los políticos de Washington y del entonces jefe de la Sección Cubana en la CIA, Desmond Fitzgerald. Puntualizaba el informante que el plan referido incluía los mismos componentes que el que se encontraba en curso y que por causas por él desconocidas, en aquel momento, se había paralizado.
En los primeros días de febrero de 1966, el agente8 infiltrado en los grupos de misiones especiales de la CIA radicados en Miami y hombre de la confianza de Artime, aprovechando un ataque terrorista contra instalaciones costeras cercanas a la ciudad de Sagua la Grande, antigua provincia de Las Villas, se lanzó al agua desde la embarcación que tripulaba, para ganar la costa y aportar nuevos elementos relacionados con ese complot. Nuevamente, se confirmaron los planes conocidos, la complicidad Cubela-Artime y el mes de marzo de 1966 como la fecha señalada para su ejecución, por lo cual la Jefatura de la Seguridad del Estado cubana decidió “operar” el caso y detener a todos los conspiradores.