Santiago Senén González nació en Buenos Aires, el 11 de agosto de 1930. Es periodista e historiador del movimiento obrero, autor de más de una decena de libros. Entre ellos, Ejército y sindicatos (1969), con Juan Carlos Torre, El poder sindical (1978), La trama gremial (1993), El hombre de hierro (1999), El 17 de octubre de 1945. Antes, durante y después (2005), junto a Gabriel Lerman, y El sindicalismo en tiempos de Menem y La lucha continúa. 200 años de historia sindical en la Argentina (2012), junto a Fabián Bosoer. Trabajó en diarios y revistas de Buenos Aires, fue director periodístico de radios y de la Agencia Telam y profesor en las Universidades del Salvador y del Museo Social Argentino. Es creador y compilador del Archivo del Sindicalismo Argentino, de la Universidad Torcuato Di Tella
Fabián Bosoer nació en Buenos Aires, el 18 de diciembre de 1962. Es politólogo y periodista. Autor de los libros Generales y embajadores (2005), Malvinas, capítulo final. Guerra y diplomacia en la Argentina (2007), Braden o Perón. La historia oculta (2011) y Detrás de Perón. Historia y leyenda del almirante Teisaire (2013). Coautor, junto a Santiago Senén González, de siete libros sobre historia del sindicalismo argentino. Es profesor e investigador en UNTREF/IDEIA. Desde 1994, se desempeña como editor y editorialista del diario Clarín, donde actualmente dirige la sección “Opinión”.
Presentación
A primera hora de la mañana de aquel lunes 30 de junio, después de desayunar, alrededor de las 7.45, Augusto Vandor se pone el saco, se despide de su esposa y de sus hijos y recorre por última vez el trayecto de cuarenta cuadras entre su departamento de Parque Chacabuco y las oficinas centrales de la Unión Obrera Metalúrgica, en Parque Patricios. Es el mismo trayecto que había hecho en los últimos años con su chofer de siempre, el Negro Taboada. El auto toma por Asamblea, José María Moreno, Cobos, Caseros, Chiclana, Loria, Pedro Echagüe y gira a la izquierda para arribar a La Rioja 1945, sede nacional del gremio. Una vecina del barrio, Elvira Diamore, dueña junto a su marido del bazar Perri, un pequeño local ubicado a pocos metros, lo ve bajar del coche esa fría mañana. Entra, saluda a los dos custodios apostados en la puerta y sube a sus oficinas.
Ya en su escritorio, sostiene una breve conversación telefónica con Bernardo Neustadt:
“–¿Cómo está Augusto?
—Más o menos… Acabo de levantarme de una fuerte gripe.
—Quisiéramos invitarlo a un programa de televisión con jóvenes que quieren irrumpir en la vida sindical, preguntando…
—Puede ser, pero no ahora… Estamos con este problema de la unidad que no me deja dormir. Además mañana tenemos que evitar el paro, porque no lo entendemos útil para el movimiento trabajador, al que lo quieren arrastrar hacia el caos y la desintegración. Y usted sabe cómo es esto: hay que estar con los dos ojos bien abiertos… En todo caso, hablaré con Roqué, o con Héctor López… Mire, véngase para aquí, para La Rioja a las 11 y veremos…”.
Luego de este diálogo con Neustadt, atiende por última vez el teléfono: es el dirigente y economista Antonio Cafiero, allegado a las 62 Organizaciones, quien llama a la sede de la UOM buscando a Miguel Gazzera, otra pieza clave del entorno del líder metalúrgico. Eran cerca de las 11.30 de la mañana.
“ –Hola, Vandor, ¿qué dice?
–Hola, Cafierito
—Lo ando buscando a Gazzera. ¿Está por ahí?
—No, aquí no.
—¿Cómo se prepara para mañana, Vandor? Todo saldrá bien, ¿no?
—¿Usted cree, Cafierito?”
Cuelga el teléfono y sigue repasando la agenda diaria con sus colaboradores cuando oye un griterío en los pasillos del primer piso del edificio de la calle La Rioja 1945. Son las 11.40. Acciona el dispositivo eléctrico que abre la puerta sólo desde dentro y le dice a Alfredo Pennisi, secretario de la Seccional Santa Fe del gremio: “Che, voy a ver qué cornos pasa”, camina dos pasos y apenas alcanza a ver dos rostros. “A vos te estábamos buscando”, gritó uno de los agresores al verlo. Y sin mediar más, descargó varios balazos que hicieron blanco en el pecho y lo tumbaron. Un segundo antes, llegó a gritarle a Pennisi: “¡Alfredo, tirate al piso!”. Lo socorren en vano su asesor de prensa, Federico Vistalli, y el asistente Mariano Martín. Decenas de dirigentes y empleados habían sido reducidos por el grupo comando de cinco atacantes, que dejan dos artefactos explosivos y escapan, sin intervención de la custodia. En apenas quince minutos, la trágica incursión había culminado con éxito. Trasladado al policlínico del gremio, en Hipólito Yrigoyen 3200, Vandor muere antes de llegar.
Fue sepultado en el cementerio de la Chacarita en el atardecer del miércoles 2 de junio, luego de un velatorio tumultuoso, con presencia masiva y algunos incidentes por choques entre grupos antagónicos. Ya en plena noche, el gentío abandonó la Chacarita. Un vehículo policial iluminaba la escena con su potente reflector; de pronto resonó el vocerío de cien fanáticos de Chacarita Juniors que, eufóricos, festejaban la victoria sobre Racing.