cip instituto mora. biblioteca ernesto de la torre villar
nombres: | Fuente Adrian, David, autor
título: La disputa de «la ruptura» con el muralismo (1950-1970) : lucha de clases en la rearticulación del campo artístico mexicano / David Fuente Adrian
descripción: Primera edición | Ciudad de México : Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2018 | Serie: Colección Contemporánea. Sociología
palabras clave: Sociología | Bourdieu, Pierre. | Sociología del arte | Pintura | Pintores | Ruptura | Galerías de arte | Historia | Siglo XX | Marxismo | México | Arte | Mercado del arte
clasificación: DEWEY 759.72 FUE.d | LC ND49 F8
Imagen de portada: ilustración de Natalia Owen, con base en México en la Cultura , suplemento de Novedades , 9 de febrero de 1958, p. 11.
Primera edición, 2018
Primera edición electrónica, 2019
D. R. © Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora
Calle Plaza Valentín Gómez Farías 12, San Juan Mixcoac,
03730, Ciudad de México.
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ISBN: 978-607-8611-22-5
ISBN de ePub: 978-607-8611-35-5
Impreso en México
Printed in Mexico
Índice
Lista de abreviaturas y siglas
ac | Arnaldo Coen |
ag | Alberto Gironella |
cia | Agencia Central de Inteligencia |
fgp | Fernando García Ponce |
fnap | Frente Nacional de Artes Plásticas |
gam | Galería de Arte Moderno |
inba | Instituto Nacional de Bellas Artes |
jm | Juan Martín |
lear | Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios |
mam | Museo de Arte Moderno |
mf | Manuel Felguérez |
m o ma | Museum of Modern Art |
mpba | Museo del Palacio de Bellas Artes |
muac | Museo Universitario de Arte Contemporáneo |
lc | Lilia Carrillo |
oea | Organización de Estados Americanos |
p | Proteo |
r v g | Roger von Gunten |
s | Souza |
sep | Secretaría de Educación Pública |
si | Salón Independiente |
vr | Vicente Rojo |
La alta cultura no es una conspiración de la clase dirigente; a veces cumple esa función cognoscitiva, pero a veces también puede alterarla. Sin embargo, las obras de arte que parecen más inocentes y ajenas al poder, las obras que mejor describen la vida emocional, precisamente por ello, también pueden servir al poder.
[…]
La cultura no es algo inherentemente político. Cantar una balada de amor bretona, montar una exposición de arte afroamericano o declararse lesbiana no son cosas ni perpetua ni inherentemente políticas; se vuelven políticas sólo bajo condiciones históricas específicas, normalmente de tipo desagradable. Sí, se vuelven políticas cuando están trabadas en un proceso de dominación y resistencia, o sea, cuando una serie de asuntos, que en otras circunstancias serían inofensivos, se transforman, por una u otra razón, en un terreno de lucha. La meta última de una política de la cultura es devolver a esas cosas su carácter inofensivo, de tal forma que se pueda cantar, pintar o hacer el amor sin que ningún conflicto político fastidie el asunto.
Terry Eagleton (2001).
Soy partidario de que la pintura y la escultura sirvan al proletariado en su lucha revolucionaria de clases; pero considero la teoría del arte puro como suprema finalidad estética. Agrego: una manifestación de tal naturaleza no ha existido hasta la fecha en el mundo, y solamente podrá existir en una sociedad sin lucha de clases, es decir, sin política; esto es: en la sociedad comunista integral.
Lucho por el advenimiento de esa sociedad porque al hacerlo lucho por el arte puro.
David Alfaro Siqueiros (Tibol, 1974).
Prolegómenos:
Inquietudes de partida y hoja de ruta
Nada alcanza a recordarnos que la definición del arte y, mediante el mismo, del arte de vivir, es una apuesta de la lucha entre las clases.
Pierre Bourdieu (2012).
Siempre será un fallo no leer y releer y discutir a Marx.
Jaques Derrida (2003).
E l arte no puede explicarse ni entenderse tan sólo desde las cuestiones inmediatamente artísticas. Es un producto social que presupone la existencia de muchos otros fenómenos humanos, aunque estos puedan parecer en principio ajenos a él. Todas las explicaciones grandilocuentes sobre los artistas y su genio obvian que la producción cultural es trabajo en el más amplio sentido de la palabra: actividad humana acumulada –con su contraparte de expropiación y exclusión para ciertos sectores–, tanto en los individuos como en la historia. Por tanto, el modo en que se divide el trabajo en una sociedad es el punto de partida indispensable para el estudio del arte, para la compresión de su producción social; incluida la producción social de sus propios mitos. Esta convicción categórica inauguraba la investigación que aquí se comparte; era su punto de partida. Como veremos, también fue el de llegada, aunque después de un trayecto enriquecedor.
En torno a mediados del siglo xx se produjo en México una transformación artística muy concreta. En ella, el muralismo –un arte social, de premisas al mismo tiempo vanguardistas y populares, y deudor de la revolución mexicana (1910-1920)– perdió la centralidad que había ocupado entre 1920 y 1950. Su importancia fue siendo desplazada en favor de un modelo artístico no politizado y de disfrute privado. Obras que ocupaban espacios públicos, y que enaltecían la importancia histórica de las masas, decayeron en favor de la preocupación por una estética ajena a lo político y pensada sobre todo para ser contemplada en espacios cerrados y asépticos, como los muros de las galerías. Esta transición no fue plácida, sino que se produjo acompañada de fuertes debates entre los representantes de ambas posturas. En el ámbito de la pintura, dicho cambio o rearticulación del campo artístico , produjo –y fue en parte producto de– la llamada «generación de la ruptura», cuyo análisis multifacético conforma esta publicación.
Las ciencias sociales a menudo salen al paso de insatisfacciones. Entre los especialistas imbuidos de ciertas temáticas suele resultar claro qué es lo que falta por analizar y explicar. Por supuesto, esta no es una evidencia derivada de una supuesta e imposible visión total, sino que es fruto de una construcción de sentido en la cual se echan en falta las partes necesarias del relato. Así se fraguó esta investigación. Otras publicaciones temáticamente próximas podían sugerir la demanda de una historia sobre el diseño interior de las galerías del México de la época, en concreto un análisis del uso de las plantas ornamentales en los años setenta en estos espacios (Garza, 2011a, p. 25). Sin embargo, a la hora de comprender la llamada «ruptura», esta investigación encontró algunas carencias en el estudio de sus bases sociales.
¿Qué es lo que hacía que, dentro de una sociedad donde las diversas producciones estéticas ocupaban a varias personas, sólo cierto reducido número de ellas terminara por ser arrastrado al interior del campo artístico en calidad de artista ? Y no sólo eso. ¿Por qué, una vez producido el reclutamiento artístico en esos años cincuenta y sesenta, la mayoría de los artistas adoptaba las nociones que se oponían o distanciaban del interés social y político del muralismo, y eran favorables a centrarse en las cuestiones formales de la pintura? ¿Por qué en estos precisos años, cuando todo había sido tan diferente tres décadas antes?