Lejos de ser una historia general de la Segunda Guerra Mundial, Richard Overy aborda en este libro las claves que propiciaron la victoria de las fuerzas aliadas. La marcha de la guerra sufrió un cambio radical entre 1942 y 1945, un giro clave que explica por qué ganaron los Aliados. Overy no se limita a un análisis de los medios materiales, sino que abarca la dimensión moral, diferenciando entre el cómo y el porqué de ese triunfo.
Para ello, en una primera parte, el autor examina los cuatro campos de conflicto decisivos para los Aliados (la guerra marítima, el frente oriental, la ofensiva aérea y la reconquista de Europa); en la segunda, se detiene en los factores más amplios, igualmente cruciales en los distintos teatros de combate (el equilibrio de recursos y la eficacia militar, pero también el liderazgo y el criterio estratégico, la movilización y los contrastes morales entre los bandos enfrentados).
El resultado no es sólo una historia del triunfo sobre la adversidad, sino una reflexión en torno a cuestiones que aún hoy, cuando se cumplen sesenta años del final de la Segunda Guerra Mundial, son relevantes.
R. J. Overy
Por qué ganaron los aliados
Título original: Why the Allies Won
R. J. Overy, 1995
Traducción: Jordi Beltrán Ferrer, 2005
Revisión: 1.0
A Kim, con amor
NOTA DEL AUTOR
En todo el texto se utilizan los términos «Aliados» y «Eje», y es necesario hacer algunos matices. La primera expresión, «los Aliados», abarca una serie de coaliciones cambiantes: Gran Bretaña, Francia y Polonia de 1939 a 1940, Gran Bretaña y la Unión Soviética en 1941, y Gran Bretaña, la Unión Soviética, Estados Unidos y gran número de estados menores a partir de 1942; desde 1944 en adelante, tras la caída del régimen de Vichy, Francia volvió a ser una de las principales potencias aliadas. Los nombres de Gran Bretaña y Francia designan también sus respectivos imperios coloniales. En el caso británico, el imperio incluye los estados denominados «dominios» —Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica—, todos los cuales hicieron aportaciones importantes a la causa aliada. Ni los Aliados ni las potencias del Eje estuvieron unidos a través de una alianza formal de carácter militar o político. Sólo Gran Bretaña y la Unión Soviética acordaron una alianza en firme, que se selló en 1942. Los países del Eje sólo estaban unidos por acuerdos informales. Italia rompió con el Eje en 1943, aunque en ambos bandos siguieron combatiendo italianos. He persistido en emplear las denominaciones convencionales con plena conciencia de su imprecisión histórica. Las otras opciones son sencillamente demasiado engorrosas y harían que la lectura resultara pesada, pero los defectos de los términos tradicionales deben tenerse presentes.
También los pesos y medidas conllevan sus dificultades. Por regla general, he utilizado el sistema imperial —o antiguo sistema británico— para los pesos y las distancias, es decir, libras, toneladas y millas; pero, en los casos en que comúnmente se emplea el sistema métrico decimal (por ejemplo, para indicar el calibre de ciertas armas de fuego y las longitudes de onda), me he atenido a él. La milla marina internacional equivale a 1852 metros. En cuanto a la tonelada, he utilizado el término de forma polivalente para referirme, al hilo de la narración, a la tonelada británica, estadounidense o métrica: en general, las toneladas correspondientes a la producción soviética o alemana son métricas, esto es, 1000 kg, en lugar de los 1016 del sistema imperial británico. En Estados Unidos, el valor habitual de la tonelada es de 1102 kg. Por otra parte, las medidas de la producción de petróleo japonesa y estadounidense se dan generalmente en barriles (un barril contiene 119,07 litros), y una tonelada de petróleo equivale a siete barriles y medio. Así pues, hubiera sido igualmente prolijo explicitar estas diferencias en el texto.
Prefacio
Cuando la gente se enteró de que mi próximo libro iba a titularse Por qué ganaron los Aliados, la réplica habitual fue «¿Ganaron?». Hay muchas formas de ganar. El paso del tiempo ha permitido argüir que ninguno de los tres aliados principales —Gran Bretaña, Estados Unidos y la Unión Soviética— ganó gran cosa. Gran Bretaña perdió su imperio y su papel de líder mundial; Estados Unidos se encontró con que había cambiado un enemigo europeo por otro, un «imperio del mal» más peligroso e impenetrable que el de Hitler; en cuanto a la Unión Soviética, el coste de mantener su condición de superpotencia, adquirida en 1945, acabó por provocar una crisis en su propia sociedad, que la condujo al derrumbamiento en 1991. Los tres países del Eje —Alemania, Italia y Japón— no han vuelto a hacer ningún intento de convertirse en grandes potencias militares, pero los tres han conocido la prosperidad económica. Alemania y Japón son las superpotencias del mercado mundial y sus ciudadanos son mucho más ricos que los británicos, cuyo esfuerzo bélico estuvo a punto de arruinar una economía que en 1939 era de las más ricas del mundo. En eso piensa la gente cuando pregunta «¿Ganaron?».
Es indiscutible que los Aliados ganaron la contienda militar en 1945; y este libro trata de la victoria en este sentido más restringido. No he intentado escribir una historia general de la guerra, porque ya hay muchas. El objeto de este trabajo, más que describir la evolución de los hechos, es explicar sus resultados. He limitado las descripciones a las partes del conflicto que me parecen decisivas; primero las zonas de combate y luego los restantes elementos de la guerra: la producción, la tecnología, la política y la moral. Por lo tanto, muchos aspectos conocidos se tratan sólo de manera sucinta. Se ha dado al frente oriental la importancia que sin duda merece, pero las batallas del Pacífico y la guerra chino-japonesa tienen aquí un papel secundario. Está de moda ver en la utilización del espionaje y el contraespionaje una diferencia decisiva entre los dos bandos, pero no estoy tan convencido de ello como para dedicar al tema todo un capítulo. Donde queda claro que la actuación de los servicios de inteligencia tuvo una importancia especial, el relato se ha introducido en la narración: todo se ha orientado a responder del modo más directo a la pregunta de «¿Por qué ganaron los Aliados?».
Hay varias respuestas convencionales. Una suposición muy extendida es que los países del Eje fueron vencidos por el puro peso de la fuerza material del enemigo, que inevitablemente debía prevalecer en una época de guerra industrializada. Cabría añadir a ésta otra suposición afín: Alemania, Japón e Italia cometieron errores fundamentales en la guerra, y el menor de ellos no fue querer abarcar demasiado y luchar simultáneamente contra Gran Bretaña, Estados Unidos y la Unión Soviética. Ninguna de estas conjeturas es satisfactoria, y mentiría si dijera que el contenido del presente libro no es en cierto modo una respuesta a las mismas. Cuanto más he trabajado en la historia de la Segunda Guerra Mundial, mayor ha sido mi convencimiento de que su resultado no tuvo una explicación simplemente material, sino que hubo también importantes causas morales y políticas. También soy escéptico acerca de que las potencias del Eje fueran las causantes de su propia derrota, en lugar de ser vencidas por el denuedo de los Aliados. Es evidente que ambos bandos cometieron errores, pero el resultado en el campo de batalla dependió esencialmente del enorme progreso de la eficacia militar de las fuerzas aliadas. A los Aliados no les sirvieron la victoria en bandeja, sino que tuvieron que luchar por ella.