Richard J. Overy - Al borde del abismo

RICHARD JAMES OVERY (23 de diciembre de 1947), es catedrático de Historia Moderna de Europa en el King’s College de Londres y uno de los historiadores más eminentes del Reino Unido. Con investigaciones conocidas en todo el mundo, se trata de un erudito de renombre cuyas obras han sido muy aclamadas por la crítica. Entre ellas cabe destacar Russia’s War, en la que examina el efecto de la intervención soviética en la II Guerra Mundial; The Battle, que constituye un incisivo estudio de la batalla de Inglaterra; Por qué ganaron los aliados e Interrogatorios: el Tercer Reich en el banquillo, donde se ocupa brillantemente de los juicios de Núremberg y disecciona la lógica interna del régimen nazi.

También fue asesor del Atlas of the Second World War de The Times y editor de The Times History of the 20th Century. Galardonado con el Premio Samuel Eliot Morison que concede la Sociedad de Historia Militar británica por su contribución a la historia militar, ha sido asesor de la BBC —particularmente en todo aquello relacionado con la guerra germano-soviética y los bombardeos aliados de Alemania— y coautor de The Road to War, libro que acompañó a la serie de televisión homónima.

Título original: 1939. Countdown to war

Richard J. Overy, 2009

Traducción: Isabel Ferrer Marrades, 2010

Editor digital: Titivillus

ePub base r2.1

Desde finales de agosto hasta comienzos de septiembre de 1939, las cancillerías y gobiernos de las potencias europeas vivieron una actividad frenética ante una guerra a todas luces inminente y cuyas consecuencias imprevisibles mantenían en vilo a Europa entera. Desde hacía tiempo, parecía evidente que Hitler quería recuperar la ciudad alemana de Danzig, declarada «ciudad libre» por el Tratado de Versalles y rodeada ahora de territorio polaco. Mientras el ejército de este país se aprestaba a una heroica defensa de sus fronteras, al dictador alemán tan sólo le detenía la aparente firmeza de británicos y franceses para cumplir sus compromisos de ayuda mutua con Polonia; pero ante la opinión pública occidental se alzaba el espectro del pacto entre Hitler y Stalin.

En esta electrizante obra, el prestigioso historiador Richard Overy reconstruye paso a paso la terrible guerra de nervios entablada en los días que precedieron al estallido del conflicto, caracterizados por las amenazas entre gobiernos, el juego estratégico de adivinar hasta dónde sería capaz de llegar el contrarío y la creciente sospecha de que el mundo, al borde del abismo, afrontaba uno de sus momentos más sombríos.

Richard J. Overy

Diez días de 1939 que condujeron a la guerra mundial

ePub r1.1

Titivillus 20.06.2019

En 1933 el novelista inglés H. G. Wells publicó Las cosas del futuro, un relato ficticio de la historia mundial en los siguientes cincuenta años. Su principal predicción era el estallido en Europa de una «Última Guerra» en un futuro cercano. Como fecha, el autor eligió enero de 1940, y como causa de la nueva guerra, un incidente menor en Danzig, donde un viajante de comercio polaco de origen judío muere abatido a tiros en la estación central por un joven nacionalsocialista; el autor de los disparos ha creído ver en un gesto del polaco —el intento de ajustarse una dentadura postiza rota— una burla a un representante del Tercer Reich. En el relato de Wells, el incidente sólo es la chispa necesaria para encender el barril de pólvora de la desconfianza y las rivalidades europeas. En el plazo de dos días, la guerra engulle a toda Europa. «La tensión», afirma Wells, «había aumentado hasta tal punto que el desastre representó un alivio y Europa pudo despedazarse libremente».

Algo muy parecido sucedió en otoño de 1939, unos cuatro meses antes de la fecha vaticinada por Wells. La contienda europea empezó a los tres días de que los alemanes se apoderaran de Danzig. La solicitud de devolución de esa ciudad, antes alemana, desató un conflicto iniciado con la invasión alemana de Polonia en 1939 y convertido en una guerra mundial cuando los imperios británico y francés declararon la guerra a Alemania dos días más tarde. La causa formal del conflicto enmascaró la realidad de que a esas alturas, en 1939, el orden europeo se hallaba en un estado de tensión extraordinario, provocado por el desmoronamiento del sistema internacional establecido al concluir la guerra de 1914. El conflicto de septiembre de 1939 que dio pie a la Segunda Guerra Mundial se debió a causas de mayor magnitud que el estatuto de Danzig. El primer ministro británico, Neville Chamberlain, declaró ante la Cámara de los Comunes el 24 de agosto que la guerra, en caso de producirse, no sería «por el futuro político de una ciudad lejana en una tierra extranjera», sino que se libraría para preservar los principios fundamentales del imperio de la ley internacional».

El enfrentamiento que estalló en septiembre de 1939 sólo puede explicarse debidamente en el contexto del creciente deterioro del orden europeo durante la década de 1930, cuando la crisis económica, el auge de las dictaduras autoritarias, las hondas divisiones ideológicas, las rivalidades nacionalistas y el fracaso de los esfuerzos de la Sociedad de Naciones por preservar la paz se combinaron para crear las condiciones de un gran conflicto. No obstante, fue una guerra librada aparentemente por la independencia de Polonia, y es aquí, en el enfrentamiento por el futuro de Polonia en 1939, donde encontramos las causas inmediatas. La guerra fue casi inevitable sobre todo por la intransigente negativa de Polonia a hacer la menor concesión a su poderoso vecino alemán. Polonia, escribió un funcionario británico del Foreign Office en mayo de 1939, era el único Estado europeo «capaz de ofrecer una resistencia seria a la agresión alemana y dispuesto a hacerlo».

La cuestión polaca se remontaba al periodo inmediatamente posterior a la Primera Guerra Mundial, cuando las potencias aliadas vencedoras decidieron fundar un estado polaco independiente y concederle un corredor hasta el mar a través de territorio antes alemán, con la intención de emplear la ciudad alemana de Danzig como principal puerto para el comercio de importación y exportación polaco. El puerto recibió el estatuto de Ciudad Libre, otorgado por una comisión de la Sociedad de Naciones que nombraría un comisionado de la Sociedad para supervisar las disposiciones destinadas a proteger el comercio polaco y garantizar el principio de autogobierno a la población, que era mayoritariamente alemana. La población alemana, de marcado carácter nacionalista, se sublevó en 1939 para regresar al «Heim ins Reich», a la patria alemana.

En la cuestión polaca intervenía algo más que Danzig. Después del Tratado de Versalles, firmado en junio de 1919, Polonia no sólo había recibido el Corredor a través del territorio de Prusia Occidental, sino también partes importantes de la región industrial de Silesia. Fuerzas de voluntarios alemanes (Freikorps), reclutados en 1919 entre los excombatientes de la contienda de 1914, lucharon contra las pretensiones polacas en la frontera oriental hasta que finalmente aquellas organizaciones fueron disueltas en 1922. El nuevo Estado polaco comprendía asimismo un amplio territorio que había pertenecido al antiguo imperio ruso, y en 1920 el Ejército Rojo revolucionario, recién salido de sus victorias en la guerra civil rusa, invadió Polonia en un intento de aniquilar el naciente Estado y propagar la revolución proletaria en Europa. La caballería roja llegó casi a la frontera alemana, en tanto que las tropas pobremente armadas de Mijaíl Tujachevski amenazaron con cercar Varsovia, la antigua capital de la Polonia rusa. Pese al nulo esfuerzo por parte de Gran Bretaña y Francia para proteger aquel Estado, recién constituido por ellos, los polacos obtuvieron una notable victoria bajo el mando de Józef Piłsudski, que en 1914 había formado una legión polaca para combatir del lado de los austro-húngaros contra la Rusia zarista. La batalla por Varsovia rara vez ha recibido la atención que merece en las narraciones históricas acerca de la década de 1920, pero el hecho es que salvó al este de Europa de una cruzada comunista y preservó la independencia de Polonia ante sus dos peligrosos vecinos, Alemania y la Unión Soviética. La victoria de 1920 se convirtió también en el mito fundador del nuevo Estado polaco y desempeñó un importante papel en su posterior determinación de no someterse a ningún vecino poderoso en 1939.