Notas
[1] Como contraposición a la «Dróle de Guerre», la Guerra Absurda, expresión con que los comentaristas y el público franceses te refirieron a los meses de inmovilismo que en 193$*1.940 siguieron a la breve campaña de Polonia.
[2] El 1º. de julio, salvo para las vanguardias, que son autorizadas a penetrar en la ciudad inmediatamente.
[3] Los rusos se basan en cierto protocolo secreto que fue firmado en Yalta.
[4] Sí. si. (N. del T.)
[5] A principios de 1946 los Estados Unidos habían declarado que asumirían las cargas económicas de las tres zonas occidentales.
[6] Cada uno de los Estados que se integran en el régimen federativo alemán
[7] Ya el año anterior, el 25 de junio de 1947, los angloamericanos habían creado un «Consejo económico alemán» con jurisdicción en sus dos zonas.
[8] Testimonio de la buena voluntad occidental: durante todo el bloqueo el marco oriental siguió circulando en las tres zonas conjuntamente con el Deutsche Mark.
[9] Este modelo se convirtió en el archipopular DC-3 de la aviación civil.
[10] En especial desde el sector británico.
[11] Se trataba de los Deutsche Marks, con una «8» en sobrecarga.
[12] El establecimiento de los pasillos aéreos había sido decidido por el Comité de Control en noviembre de 1945. Pero las normas de acceso por carretera y ferro¬carril fueron asimismo objeto (poco después) de acuerdos y reglamentos asimismo oficiales (algunos no han sido todavía dados a la publicidad). En cualquier caso, puesto que los rusos estimaban que el fin del cuatripartidísmo significaba la cancelación de todos los acuerdos, nada impedía que hubieran prohibido también, con uno u otro pretexto, que su zona fuese sobrevolada.
[13] Aquel plano sería lo que perdiese a Harry Gold en mayo de 1950 Interrogado por el F.B.I. que sospechaba sus contactos con Fuchs, el famoso «Raymond» declaró no haber estado jamás en Santa Fé. Cuando le fue mostrado el plano de la ciudad con un» cruz en el lugar de las citas, que los agentes habían encontrado en su domicilio, hubo de rendirse a la evidencia.
[14] Publicado en la revista soviética «Novy Mir» (junio-julio 1965).
[15] Véase la nota al fin del volumen.
[16] Se trata del abogado que defendió al mariscal Pétain en so proceso.
[17] Mariscal de campo (N. del T.).
[18] Feliz hallazgo terminológico con el que Teodoro Roosevelt se refería a la política imperialista que preconizad (N. del T.).
Varios Autores
Los Grandes Enigmas de la Guerra Fría
Presentados por BERNARD MICHAl
Con la colaboración de
Charles Baudinat,
Claude de Chabalier,
Max Clos, Claude Couband
y Jean Lanzi.
Traducción de Jaime Jerez
Introducción
En 1945 llega la paz. El 8 de mayo ha capitulado la nazi Alemania al final de una apocalíptica agonía; el Japón, mutilado y exangüe, abandonará la lucha el 2 de septiembre, después de Hiroshima y Nagasaki. La Segunda Guerra Mundial ha terminado, después de haber causado la muerte a decenas de millones de hombres, mujeres y niños.
Pero todavía no se habían apagado las luminarias de la victoria sobre Alemania, cuando ya aparecían las primeras divergencias entre los aliados de ayer, en especial a partir de la conferencia de Potsdam. Los Occidentales no se mostraban dispuestos a reconocer la línea Oder-Neisse como frontera entre Alemania y Polonia; los Soviéticos, por su parte, negaban a sus aliados el derecho a controlar las elecciones rumanas y búlgaras.
Por entonces queda inventada una nueva expresión: Telón de Acero, para referirse a la pantalla aislante que, consecuencia del reparto decidido en Yalta, no tardaría a dividir Europa en dos bloques antagónicos.
Los aliados de ayer vuelven a sacar de sus panoplias las tácticas ideológicas olvidadas en los años de lucha común. Será el principio de una «Dróle de Paix» de dientes acerados: La guerra fría, que a veces toma el aspecto de coexistencia pacífica, pero sin que los dos grandes. América y la Unión Soviética, dejen de vigilarse como mastines de cortijo, en tanto mejoran su armamento atómico y no permiten que nadie penetre en sus respectivos cotos de caza.
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En nuestra serie de «Los Grandes Enigmas de la Guerra Fría» presentaremos a nuestros lectores las colisiones, los enredos, alfilerazos, tragedias, dramas e intrigas de la difícil postguerra que ha seguido a la última contienda mundial. Pero la expresión Guerra Fría debe entenderse en un sentido amplio, es decir, como característica de un período histórico, de las recientes últimas décadas que nos ha tocado vivir.
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Primera manzana de la discordia: Berlín, la arruinada capital del Tercer Reich. En 1948 los soviéticos bloquean la ciudad. La réplica de los occidentales no se hace esperar: el puente aéreo, que durante quince meses hará para Berlín las veces de pulmón de acero. Pero, ¿cómo, habiendo transcurrido escasamente tres años desde el final de la guerra, pudo llegarse a un estado tal de extrema tensión? Y por otra parte, ¿por qué los soviéticos se conformaron con un bloqueo al estilo de los antiguos asedios del medievo? Aquella confrontación traerá aparejada una consecuencia, al parecer irreversible: en nuestros días Berlín sigue cortado por gala en dos.
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Klaus Fuchs, brillante científico inglés de origen alemán, es arrestado en 1949. A lo largo de ocho años Fuchs se dedicó a traicionar a los occidentales. Fue él quien entregó a los rusos la más preciada información relativa a la bomba atómica. ¿Qué motivo pudo llevarle hasta la traición? ¿Fue un impulso ideológico? ¿Fue por dinero?... ¿O por creer que al difundir la investigación atómica a todos los ámbitos del universo creía que aseguraba la paz? Al enfrentarse con el «caso Klaus Fuchs» el lector tiene ocasión de conocer todas las interioridades del espionaje atómico.
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El día 6 de marzo de 1953 en los periódicos del mundo entero se leen los mismos enormes titulares: Stalin ha muerto. Versión oficial: un ataque de apoplejía. Pero pronto empiezan a circular rumores que hablan de complot, asesinato, riña y veneno. En la presente monografía recopilamos todas las versiones a que dio lugar la muerte del zar rojo. Pero en definitiva, ¡Stalin murió dos veces!
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El 5 de noviembre de 1956 cunde la consternación y la inquietud en París y en Londres. Una nota oficial del mariscal Bulganin prevé como posible el envío de cohetes rusos contra las capitales francesa e inglesa. Por otra parte la actitud del presidente Eisenhower es terminante: «Si ustedes perseveran en sus planes —hace saber a los aliados occidentales— no cuenten con los Estados Unidos.» Aquello significa el fin de la expedición a Suez, el alto al fuego. Un alto al fuego que toma la forma de dramático fracaso para los ingleses y todavía más para los franceses. Sin embargo, la continuación de las operaciones nada más que veinticuatro horas, hubiera significado probablemente la definitiva caída de Nasser. ¿Qué ocurrió realmente entre Londres, París, Washington, Moscú y El Cairo? ¿Estaban los rusos dispuestos en verdad a desencadenar una guerra atómica para salvar a Nasser? ¿Qué buscaban los americanos al desautorizar y dejar en la estacada a sus aliados tradicionales? A partir de entonces queda abierto un expediente «Suez» preñado de consecuencias para el futuro de la humanidad
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Finalmente — será éste el enigma que encabece el presente volumen—: En la noche del 17 al 18 de noviembre de 1961 se estrella, muy cerca del Congo, en N'dola,
Rhodesia del Norte, el avión a bordo del cual viajaba Hammarskjóld, Secretario general de la O.N.U. ¿Accidente? ¿Atentado?... Escenario del drama: el África negra; y como telón de fondo, las rivalidades tribales y los antagonismos que oponen a las grandes potencias. Los protagonistas: Tshombé, los mercenarios, los Balubas, los «cascos azules», los brujos, los diplomáticos...