Agradecimientos
En primer lugar, quiero dar las gracias eternas a Julio Fuentes por sus magníficas ilustraciones. ¡¿Las habéis visto?! Quedé fascinada desde el mismo instante en que vi la primera. (Para los curiosos, fue la de Alicia en el País de las Maravillas.)
Gracias a mis editoras Rosa y Aina, por su paciencia durante mis continuos retrasos y por sus siempre acertadas sugerencias.
Quiero agradecer a mi familia, amigos y gatos que me aguantaran durante la escritura de este libro, especialmente a mi madre, a María y a Marta.
Gracias a las brujas malas, a Pippi Calzaslargas, a Annabeth Chase, al gato de Cheshire, a Cinder, a Alice Cullen, a Elinor Dashwood, a Dedo Polvoriento, a Katniss Everdeen, a Fújur, a Ged, a Gollum, a Dick Grayson, al cazador de eiders Hans, a Hermione, a Sherlock Holmes, al mago Howl, a Julia, a Kirtash, a todos los liliputienses, a Morgana, a Nana, a los Oompa-Loompas, a Pantalaimon, a Ralph, a Park Sheridan, a Margo Spiegelman, a Sansa Stark, al fauno Tumnus y al zorro.
Y, sobre todo, gracias a ti, que tienes este atlas entre tus manos. Espero que siempre desees viajar a estos mundos fantásticos que son los libros.
A Quima y a Sílvia, expertas en releer Harry Potter cuando algo va mal
C RIS F. O LIVER
A mi familia y amigos por su paciencia y amor, a Manolo por su sensibilidad y a Dani por su amor mágico e infinito
J ULIO F UENTES
Introducción
¡Bienvenido a este atlas, a la par que guía, de mundos fantásticos! ¡Viaja al pasado, transpórtate a universos paralelos, adéntrate en el espacio sideral, sobrevive a las distopías y recorre los cuentos de hadas a lomos de las más extraordinarias criaturas! Si crees que estás preparado para iniciar esta inolvidable aventura, gira inmediatamente la página.
Londres, 1984
1984 de George Orwell (1949)
¡Oh, 1984, Annus horribilis! 366 días de oscuridad, manipulación, hipervigilancia y represión política. Pocos sueñan con visitar este Londres distópico —es un destino impopular incluso entre aquellos que desean embarcarse en una misión suicida—, pero ciertos fallos en los viajes espaciotemporales han provocado que cientos de aterrados turistas aparezcan por error en la Franja aérea 1, la tercera provincia más poblada de Oceanía, donde se encuentra la apocalíptica Londres. Este super-Estado mantiene una guerra esperpéntica —probablemente ficticia— con Asia Oriental (cuya ideología se conoce bajo el nombre de «adoración de la muerte» / «desaparición del yo») y con Eurasia (donde impera el neobolchevismo).
El intangible Gran Hermano —que todo lo vigila— es el líder supremo que gobierna Oceanía. Su brazo ejecutor es el Partido o Ingsoc, los principios sagrados del cual son la neolengua (el idioma oficial), el doblepensar y la mutabilidad del pasado. Tal es el hipercontrol de este infame régimen dictatorial —probablemente el peor de toda la historia paralela—, que el solo hecho de «pensar» en contra del Partido se considera uno de los más terribles crímenes (crimental), perseguido por la Policía del Pensamiento.
Trabajar en Londres:
Tras un frío recibimiento por parte de los miembros del oligárquico Partido Interior o «cerebro del Estado», los viajeros extraviados son recolocados en el Partido Exterior o «mano ejecutora del régimen» y forzados a trabajar durante sesenta-noventa horas semanales. Tu nueva aventura como oficinista empezará a las cero-siete-quince horas en las Casas de la Victoria, una amalgama de ruinosos pisos construidos en la década de 1930 con innumerables goteras, tuberías estropeadas y techos de yeso semiderrumbados. No temas dormirte, pues las telepantallas de tu decrépito hogar se asegurarán de que seas puntual. Si no quieres levantar sospechas, vístete con el uniforme azul reglamentario y dirígete con gesto sonriente al Ministerio de la Verdad, situado a un kilómetro de distancia. No tiene pérdida: el Miniver, un prodigioso edificio piramidal de reluciente cemento armado con más de tres mil habitaciones (¡gran parte de ellas subterráneas!), se alza hasta los trescientos metros de altura. Este mastodóntico bloque de oficinas se distingue de los otros tres edificios londinenses de similar envergadura —el Ministerio de la Paz, el del Amor y el de la Abundancia— por tener grabados en su blanca fachada los tres lemas del Partido: «La guerra es la paz», «La libertad es la esclavitud» y «La ignorancia es la fuerza».
Aunque te esfuerces en reescribir el pasado con diligencia, terminarás tu viaje en la habitación 101 del terrorífico Minimor, una descomunal construcción sin ventanas. Tus intentos de huida serán en vano, pues sus laberínticas salidas están rodeadas de alambre espinoso, puertas de acero, ocultos nidos de ametralladoras y guardias armados.
Tiempo libre y espectáculos:
Poco hay que ver en el Londres distópico de 1984, formado por solares bombardeados, sórdidas colonias de chozas de madera y destartaladas casas con ventanas tapadas con cartón y techos remendados con planchas de cinc. Ráfagas de cemento pulverizado asolan la ciudad, pero estos torbellinos de escombros no te disculparán de tener que asistir a las manifestaciones públicas, distribuir propaganda y preparar estandartes (especialmente si aterrizas durante la Semana del Odio). Deléitate con el decadente himno «Oceanía, todo para ti» y admira los símbolos dedicados al Gran Hermano, como la imponente estatua asentada sobre una gigantesca columna de plaza de la Victoria o los coloridos carteles de más de un metro de anchura con el rostro del líder, un hombre de mediana edad con un gran bigote negro y hermosas facciones.
Bajo ningún concepto adquieras un libro, y ¡menos el del enemigo del pueblo, Emmanuel Goldstein!, pues tanto leer como escribir están terminantemente prohibidos (solo se permite el uso del hablaescribe en horario laboral). Siempre te quedarán los flicks, aunque todas las películas que proyectan son bélicas. Si la desesperación te empuja a beber, ¡estás de suerte!: no hay nada más barato y abundante que la Ginebra de la Victoria.