BREVIARIOS
del
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA
SANGRIENTAS FIESTAS
DEL RENACIMIENTO
Sangrientas fiestas
del Renacimiento
La era de Carlos V, Francisco I
y Solimán (1500-1557)
por JACQUES LAFAYE
Primera edición, 1999
Segunda edición, 2001
Primera edición electrónica, 2014
El apoyo económico del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca) ha sido una ayuda apreciada para realizar, en 1997, la paleografía, el comentario y la presente introducción a la Historia de las guerras de mar, obra inédita de Francisco López de Gómara.
D. R. © 1999, Fondo de Cultura Económica
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ISBN 978-607-16-2019-4 (mobi)
Hecho en México - Made in Mexico
Pensando en Olivier,
pésimo artillero,
primoroso artista.
J. L.
FE DE GRATITUD
El presente ensayo no se hubiera realizado sin las condiciones ideales de trabajo que me han ofrecido con afecto Elena Matute Villaseñor y su familia.
PRIMERA PARTE
LAS GUERRAS DEL TIEMPO
GÓMARA, ESPECTADOR
Errados andamos, y al revés va el mundo,
que no tiene ojos, ni siente, ni quiere oír.
FRANCISCO LÓPEZ DE GÓMARA, Crónica de
los corsarios Barbarrojas, 1545
¿SIGLO DE ORO O EDAD DE BRONCE?
La dualidad del Renacimiento se suele formular en términos distintos, como tentativo balance entre la “imitación” de los autores antiguos y la “invención” de nuevos mundos.
De un lado Lorenzo Valla, Erasmo, Valdés, Moro, Vives, Amyot… y toda la pléyade de humanistas stricto sensu, y de otro Colón, Vespucio y Magallanes… El hombre del Renacimiento, más aún a la luz de la Historia de las guerras de mar, antes aparece como nuevo Prometeo que les ha robado por segunda vez el fuego a los dioses. La historia de aquella mal llamada época es un renacer continuo de guerras civiles e internacionales por doquier. A partir de mediados del siglo XV, la fragua de Hefesto (el Hephaistos de los antiguos griegos) no ha parado de forjar más y más armas para destruir las obras del hombre y a la misma humanidad. Parece como que el homo faber y el homo sapiens conjugaron sus esfuerzos para dar paso a un hombre a la vez criminal y suicida, el homo armatus de las guerras modernas, que supera con mucho los ejemplares romanos. No deja de sorprender que, a la sombra del renacimiento filológico y exegético del siglo XV y el nuevo brote de espiritualidad del XVI, el esplendor de las artes plásticas y la riqueza del pensamiento político, los historiadores modernos no hayan prestado la debida atención a una revolución técnica de mayor alcance que la brújula, el timón de codaste, la letra de cambio y quizás la misma imprenta… me refiero a la artillería; de la cual escribió Gómara en su tiempo: “que parece y aun es el artillería la más recia y terrible arma de cuantas sabemos”. Siendo este juicio la última frase de las Guerras demar, puede legítimamente interpretarse como la conclusión de la Historia.
Todo lo explica en este caso el entusiasmo de los hombres de las Luces y el Aufklärung por las letras y las artes de la Italia del Quattrocento y el Cinquecento, fenómeno que va a arrasar culturalmente al mundo atlántico hasta muy entrado el siglo XX, poblando nuestras ciudades con templos seudoantiguos, desde el Panthéon de París hasta el templo de Abraham Lincoln, en Washington. Fue como la ilustración secular de 8
la Roma triumphans, que publicara Il Biondo, en 1482, expresión del entusiasmo naciente por la arqueología clásica, que con el tiempo dio por resultado la construcción de pastiches de edificios romanos en todo el orbe occidental. El Renacimiento italiano se ha convertido en mito histórico para nuestros abuelos, como lo fue la antigua Roma para los hombres del llamado Renacimiento; todo empezó en Florencia y en Venecia, como lo ha mostrado magníficamente Patricia Fortini (en Venice and Antiquity, 1996). Nadie ha estudiado con más sagacidad el mito del Renacimiento que Peter Burke; no obstante, no parece haber percibido la cara tenebrosa de aquella época más que Symonds. En otro libro reciente dedicado precisamente al “lado oscuro” del Renacimiento (The Darker Sideof the Renaissance), Walter Mignolo se refiere exclusivamente a la colonización del lenguaje, de la memoria y el espacio del Nuevo Mundo por la monarquía española, es decir, la primera política de asimilación cultural de una gran potencia europea en la época moderna. El redescubrimiento del Siglo de Oro español por los románticos franceses, primero (como el hijo del general Hugo, Victor), alemanes después, ha aureolado de leyenda dorada la época que inauguró Petrarca y clausuró en Italia Miguel Ángel, en España algo más tarde Calderón de la Barca. Quien ha dado coherencia y consistencia al mito historiográfico del Renacimiento ha sido Jacob Burckhardt en un ensayo clásico, Lacultura del Renacimiento en Italia, de 1860. Ha señalado a propósito Gombrich, que Burckhardt fue un heredero de la Kulturlehre hegeliana, pero en general no se le ha leído con bastante atención, porque el sabio de Basilea ha hecho una descripción sin complacencia de la Italia del Renacimiento, señalando las crueldades y abusos de toda índole perpetrados por unos príncipes- condottieri, la corrupción de la cabeza de la Iglesia, los sarcasmos contra las órdenes mendicantes, etc. Ha subrayado el autor (es el tema del primer capítulo de su libro): “El Estado como obra de arte”; fue al final del siglo pasado; otros han profundizado este aspecto, destacando como lo merecen los escritos de los florentinos Maquiavelo y Guicciardini; así ha hecho, casi un siglo después, el lamentado Felix Gilbert.
Pero, que yo sepa, ningún estudioso ha dado a la invención (o mejor dicho la generalización de su empleo) de las armas de fuego la importancia relativa que ha tenido en la historia general. Su efecto en el “arte de la guerra”, también codificado por Maquiavelo y varios contemporáneos suyos, italianos y de otras naciones (estudiado notoriamente por M. François, K. Brandi y sobre todo Delbrück), ha sido objeto de análisis y comentarios de numerosos contemporáneos ( nuestra bibliografía), entre los que destacan, además de Maquiavelo, Philippe de Clèves, Pierino Bello, Gracián de Alderete, Martin du Bellay, Niccolò Tartaglia, etc… La expresión “arte de la guerra” no tenía ninguna connotación estética ni lúdica, por supuesto; la palabra “arte” se ha de entender en este caso como: (libro) manual , mode d’emploi, how to, en aquella época de fervor pedagógico, en la que se publicaron “artes” de marear, de escribir cartas, o historia… El ensayo de Maquiavelo pudo titularse, como el de Lope de Vega dedicado al teatro: “Arte nuevo de hacer… guerras en este tiempo”.
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