SEBASTIÁN MIÑANO
DICCIONARIO BIOGRÁFICO
DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA
Y DE SU ÉPOCA
Sebastián Miñano (1779-1845) agregó a su traducción de la Historia de la revolución francesa de Thiers numerosas notas biográficas, que en conjunto constituyen un completo catálogo de todos los personajes que participaron en este acontecimiento. En ocasiones el autor hace referencia al texto que traduce del historiador francés, pero a pesar de proponerse sólo redactar un complemento de aquel, pienso que puede poseer interés como una obra independiente, tanto por su contenido como por la visión personal del autor —de agitada vida política— que trasluce.
Por mi parte, me he limitado a reunir y ordenar alfabéticamente todas las notas esparcidas a lo largo de los doce volúmenes de la obra.
Javier Martínez
ABERCOMBRIE
Sir Ralph Abercombrie, general mayor al servicio de S. M. B. estuvo empleado en el ejército inglés del continente y se distinguió mucho en el ataque del campo de Famars el 23 de mayo 1795 y en casi todos los encuentros que hubo enloda la campaña de 1794. En 1790 pasó a las Indias occidentales donde obtuvo ventajas decisivas y al año siguiente se volvió a Inglaterra. En 1799 pasó a Holanda bajo las órdenes del duque de York mandando la expedición dirigida a sublevar los partidarios del Sthatuder, pero no era posible que nada saliera bien estando bajo las órdenes de un jefe tan incapaz como el tal duque de Yorck, que jamás hizo nada ni bueno ni mediano, y así por más peligros que arrostró Abercombrie, tuvo que retirarse vergonzosamente. En prueba del buen concepto que merecía a todos se le confirió el mando de la expedición preparada contra Egipto y a este fin entró en el Mediterráneo en calidad de general en jefe. Quería el rey de Nápoles que desembarcase en su reino, donde se propagaba entonces el fuego de la insurrección, pero no quiso distraerse de su principal intento. A su paso delante de Cádiz hizo algunos insultos, pero no se atrevió a atacarle porque estaba bien defendido y se contentó con disparar algunas bombas a la ciudad que batallaba con la fiebre amarilla. El 1 de marzo 1801 se presentó con su flota en Aboukir y desembarcó el día 7 a pesar de la oposición que hizo el general francés Friant. En seguida atacó a Alejandría y ganó una de las más sangrientas batallas que se dieron en aquellas comarcas, aunque le costó la vida como a otros muchos generales ingleses y franceses. Su cadáver fue depositado en Malta con mucha pompa y trasladado después a S. Pablo de Londres.
ACLOCQUE
Andres Arnoldo Aclocque, fabricante de cerveza de París en el arrabal de San Marcelo cuando principió la revolución, siendo elector de su distrito se reunió a la municipalidad el 14 de julio de 89 y le nombraron representante y comandante de su batallón. Después de la retirada de Lafayette quedó siendo uno de los seis comandantes de la guardia nacional que alternaban en el mando. No se separó del rey en la jornada del 20 de junio de 92, y cuando la multitud penetró en la real cámara, Luis XVI se apoyó sobre él y no dejó de hacerle servicios muy esenciales. Según los papeles que se encontraron en el armario de hierro, parece que Aclocque fue el encargado de distribuir las sumas que esparcía la corte para el pueblo de los arrabales. Entre todos los que ocuparon aquel empleo de jefes diarios de la guardia nacional, es Aclocque el único que escapó de la muerte o de la destitución. Supo ocultarse durante el terror y más que todo contribuyó a ello su conducta estimable y honrosa. Su familia goza en Amiens de mucha y muy justa consideración.
ACTON
El ministro de Napoles Acton era hijo de un médico irlandés que estaba domiciliado en Besanzon. Fue oficial de marina al servicio de Francia, pero quejoso de cierta injusticia que creía le habían hecho en sus ascensos, pasó al servicio de Nápoles. Logró ganar la confianza de la reina e hizo una fortuna rápida que le llevó hasta el ministerio. Desde luego se declaró enemigo de la revolución francesa y no sólo empleó todo su influjo para que los Turcos se declarasen contra ella, sino que presidió la junta de estado en 1794 creada para perseguir a todos los que propendían a ella por sus opiniones. Renunció el ministerio en el mes de mayo 1795, delo cual se alegraron mucho sus enemigos; pero les duró poco aquella satisfacción porque el rey le conservó la dignidad de consejero de estada con la gran cruz de San Genaro y una pensión de 4 mil ducados reversible después de su muerte a favor de la persona que él designase. No contento con esto, le autorizó para entenderse por escrito con todos los ministerios y se dio orden en las secretarias para que obedeciesen todas las que estuviesen firmadas por él, como si lo estuviesen de la real mano. Después que Nápoles hizo la paz con la república francesa en 1797 corrió la voz en los periódicos de que había incurrido-en la desgracia de la reina, por haberla firmado sin su participación pero se vio muy pronto que no había perdido nada de su favor, y que antes al contrario habiéndosele opuesto el marques de Gallo, se le comunicó una real orden para que concertase todas sus operaciones con Acton. En virtud de esta nueva autorización prevaleció su dictamen sobre el del ministro y el del general Mack que estaban por la continuación de la paz, y volvieron a principiar las hostilidades contra los Franceses que se hallaban entonces en los estados romanos. En consecuencia estos declararon solemnemente la guerra en diciembre de 1798, y esta política de Acton expuso el trono de Nápoles a una ruina inmediata. Más adelante perdió el favor de la reina, pero siempre conservó bastante influjo en la corte hasta su muerte.
ALBANIS
Hubo dos Albanis, tío y sobrino, ambos cardenales y ambos secretarios de estado en Roma. Éste de quien habla el texto es Juan Francisco Albani de Urbino, tío del otro, que se llamó José. Nació en 1720, y como era sobrino del papa Clemente XI llegó a ser cardenal, obispo de Ostia y decano del sacro colegio en 1747. Fue hombre de un talento perspicaz, de buena presencia y de no malos estudios; pero poco aficionado a las cosas eclesiásticas, mas antes a las profanas y de mucha representación y deleite. Era introductor de embajadores en el cónclave y su partido era quien disponía de la tiara. Debió su principal reputación a los jesuitas, constantemente protegidos por su familia desde la bula unigenitos, y a ellos debió también aquel odio profundo a los principios de la revolución francesa que conservó toda su vida. Él fue la causa principal de la conducta de la corte de Roma y de los grandes sinsabores que afligieron a los diferentes papas de quienes fue consejero; teniendo él siempre gran cuidado de escaparse apenas se acercaban los Franceses. Verdad es que el directorio se vengó de él con bajeza, mandando que le saquearan el palacio, hallándose él en Nápoles. Cuando el ejército francés penetró a esta última capital, se refugió a Venecia, donde contribuyó mucho a la elevación de Pío VII al pontificado. Era de temer que este papa, creado en territorio austriaco y por un partido vendido a aquella corte, fuese más severo que otros contra las innovaciones eclesiásticas de Francia, pero sucedió todo lo contrario, pues el fue quien firmó el concordato con el cónsul Bonaparte, y quien le coronó emperador. Uno de los mayores defectos del cardenal Albani era dejarse dominar por su ayuda de cámara Mariano, cuya flaqueza le privó de ser elegido dos veces papa. Murió a principios de este siglo.