Manuel Ruiz Amezcua nació en Jódar, Jaén, en 1952. Es licenciado en Filología Románica, y en Filología Hispánica, por la Universidad de Granada. Durante 35 años ha sido profesor de Lengua Castellana y Literatura en varios institutos de enseñanza secundaria. Trabajó también como asesor cultural para la Embajada de España en Brasil. En 1974 publicó su primer libro de poemas, Humana raíz, al que siguieron otros: Dialéctica de las sombras, 1978, Oscuro cauce oculto, 1984, Cavernas del sentido, 1987, Más allá de este muro, 1991, El espanto y la mirada, 1992, Las voces imposibles, 1993, Atravesando el fuego, 1996, Donde la huida, 2001, Contra vosotros, 2005, La resistencia, 2011, y Palabras clandestinas, 2015. En 2014 Galaxia Gutenberg publicó su antología poética (1974-2014) Del lado de la vida, con un estudio introductorio de Antonio Muñoz Molina. Lenguaje tachado recoge ahora toda la prosa escrita por Ruiz Amezcua a lo largo de su vida.
Naturaleza variada la de este libro: incluye artículos sobre el concepto de tradición,sobre las coplas picarescas en el folklore, sobre el cante flamenco y sobre el Poema de las tres morillas, además de estudios críticos sobre escritores y poetas esenciales de nuestra tradición (san Juan de la Cruz, Cervantes, Machado, Lorca, Hernández, etc.). Incluye también presentaciones de libros propios o ajenos y prosas impresionistas (y que impresionan) sobre diversos asuntos literarios, sociales y políticos. De sátira, panfleto y esperpento va todo el capítulo VII (Museo ibérico), que trata de la corrupción política en Andalucía y en España. Corrupción que se extiende, en otros capítulos, al mundillo literario, en especial al de la poesía, donde huele a todo, menos a rosas. En ese reino cerrado y sacristanesco sólo pueden florecer las sectas (una sobre otras), las mafias (sobre todas una) y el dictado de Juan Palomo. Amparado todo esto por un sistema educativo que ya no forma lectores y por una crítica literaria que ha decidido comercializar como verdades las mentiras más evidentes. Más allá de esta diversidad temática, también de su erudición sin afectación y perspicacia intelectual, hallamos un hilo conductor que le dota de una poderosa unidad y coherencia: el inquebrantable compromiso de Ruiz Amezcua con los vencidos y humildes, con los zaheridos por el poder, su persistente voluntad de poner voz a lo silenciado, marginado o tachado. Expresado todo ello con la crudeza de una prosa que asume la ingrata, pero necesaria tarea de llamar en nuestros días a las cosas por su nombre y desenmascarar –pese a quien pese– las estrategias de la represión y el falaz (en)canto de sirenas de las modas, incluidas las poéticas. Atraviesa el libro un espíritu rebelde que analiza la realidad y los procesos culturales e históricos que la forman, la crean y la inventan. El adorno de un estilo muy personal, certero como la poesía de Amezcua, convierten estas páginas en un descubrimiento lúcido, original y auténtico. Se afirma así el libérrimo pensamiento que este libro alberga, ejercido desde una doble responsabilidad: intelectual y moral.
Un jurado compuesto por profesionales de la información cultural concedió a este libro, en su edición de 2007, el premio EL PÚBLICO de ensayo y pensamiento.
Publicado por:
Galaxia Gutenberg, S.L.
Av. Diagonal, 361, 2.º 1.ª
08037-Barcelona
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www.galaxiagutenberg.com
Edición en formato digital: junio 2016
© Manuel Ruiz Amezcua, 2016
© Galaxia Gutenberg, S.L., 2016
Ilustración de portada: Fragmento del cuadro Seis aceituneras,
de Miguel Viribay. Museo Provincial de Bellas
Artes de Jaén. Foto: Antonio Tornero
Conversión a formato digital: Maria Garcia
ISBN Galaxia Gutenberg: 978-84-16734-55-9
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Índice
PRÓLOGO
Resistencia, reivindicación y denuncia
Lenguaje tachado agrupa un conjunto de escritos en prosa de Manuel Ruiz Amezcua, originados por motivos muy diversos y que, con anterioridad a su ser de libro, se difundieron en distintos foros y por diferentes medios. En esta obra se recogen ensayos varios, comentarios críticos sobre poemas, conferencias, algún que otro prólogo, textos que fueron ocasionados por homenajes, presentaciones de su propia poesía en lecturas de la misma –lo que supone una valiosa guía para comprenderla mejor–, artículos de prensa, cuartillas radiadas por las ondas, y relatos satíricos en clave política.
Aunque la mayor parte de los textos están en prosa, el número de composiciones poéticas es notorio en Lenguaje tachado: incluye una generosa cantidad de versos de Ruiz Amezcua ofrecidos en lecturas, así como de algunos de los poetas que se estudian. Tenemos, por tanto, excelente poesía en las páginas de este libro, poesía que no suele darse en fragmentos, ya que el autor gusta de no trocear las creaciones, para que mantengan así su halo poético.
Las prosas expuestas de modo oral aparecen tal cual, conservando así los trazos de oralidad y de interlocución con los asistentes que Ruiz Amezcua les imprimió en su día. Por poner sólo un ejemplo de los muchos del libro, aludiré a su conferencia acerca de la poesía española de los ochenta y principios de los noventa titulada «Sobre la falta de sustancia», cuyo texto da principio con un «Buenas tardes. Ustedes pertenecen a una sociedad…». Y acaba diciendo:
Son ustedes los que ahora tienen la palabra y el derecho a hacerme la contra. De antemano les advierto que, muchas veces en mi vida, por no agarrarme a la mentira, me he quedado solo.
Libro de asuntos varios, Lenguaje tachado se organiza en las ocho partes que siguen: «La poesía como resistencia», «Los afluentes de la tradición», «A D. Antonio Machado», «La Edad de Plata y su fin», «Cuentas de conciencia», «La oscura provincia», «Museo ibérico» y «Tres Españas, la negra incluida». En el capítulo VI («La oscura provincia») se habla de tres pintores giennenses: Manuel Ángeles Ortiz, Blas Cabrera y Carmelo Palomino Kayser. Lo pictórico no impide la coherencia interna de Lenguaje tachado, lograda gracias a que todo está tratado como la manifestación intelectual y expresiva de un poeta, no la de un crítico al uso, ni tampoco la de un filólogo con ribetes de erudito.
Otros factores que confieren carácter unitario a esta obra son el espíritu indómito, de denuncia y reivindicativo, que la recorre por entero. Asimismo, el tratamiento de unos espacios localizados y concretos, a los que se dota de universalidad. Aquí entre lo local y lo universal no existen fronteras, ni tapias, ni alambres. Aquí el espacio es también ilimitado: el del mundo, el de España, el de Andalucía, el de Jaén, el de la giennense Jódar… En todos esos sitios germinan pensamientos y situaciones de aquiescencia y de crítica que desbordan por completo ese marco y las fronteras todas. Igual ocurre con el tiempo: presente, pasado y futuro, presente histórico y presente eterno.
Quienes conozcan la poesía de Ruiz Amezcua advertirán en este conjunto de prosas, y en este conjunto de versos, una marcada coherencia entre lo que en ellas, y en ellos, se lee. Y es que los asuntos más representativos en su creación literaria como poeta, y en su creación literaria como prosista, así como su actitud ante los mismos, comparecen y reaparecen en ambas modalidades de escritura, porque las cuestiones que como lector, como estudioso y como analista le interesan más son aquellas que más concurren en sus libros de poesía.