Luis Toledo Sande
Cesto de llamas
Biografía de José Martí
Ediciones en español; primera; La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1996; segunda revisada y corregida, La Habana, Editorial Pueblo y Educación, 1998; tercera, revisada y corregida, Sevilla, Ediciones Alfar, 1998; cuarta, revisada, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 2000; quinta, revisada, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 2004; sexta revisada, Caracas, Casa de Nuestra América José Martí, 2006; séptima edición revisada y actualizada, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 2012.
Ediciones en otras lenguas; en inglés (Basket of Flames. A Biography of José Martí), traducción de Pamela Barnett-Idahosa, La Habana, Editorial José Martí, 2002; en chino (Jiíquíng sì hou), traducción de Huang Zhiliang, Beijing, Editorial Mundo Contemporáneo, 2003.
A Carmen,
y a Laura y Claudia:
por un mundo en que Martí camine
Nota para Cuba
Con María Luisa Laviana Cuetos, que también es cubana.
Esta biografía se me encargó inicialmente para estudiantes —universitarios en particular— de otro país latinoamericano. Lo primero no me representaba por sí mismo una dificultad sobresaliente, pues no ignoro la importancia que tienen las especificidades de los distintos sectores del público, pero tampoco las magnifico. Lo que aspire a servir solamente a un sector, tal vez ni a ese le sirva; y si para uno viene de veras bien, puede esperarse que satisfaga a varios. En este caso no lo afirmo como certidumbre, sino como aspiración. Con respecto a la finalidad editorial del texto —finalidad cuyo cumplimiento no depende de mí—, ni puedo ni quiero callar que me honraría verlo publicado en cualquiera de las tierras de nuestra América, y también fuera de ellas. Menos aún ocultaré que desde el mismo instante en que acepté el reto de escribirlo me animó igualmente la ilusión —el propósito— de que se imprimiera y circulara en Cuba para los lectores cubanos. Al pedazo de mundo en que Martí nació no le corresponde el derecho de considerarlo patrimonio exclusivo suyo, pero sí una especial responsabilidad en la conservación, la divulgación y la puesta en práctica de sus ideales: en él tiene y tendrá al mayor de sus hijos, a su Apóstol. Por lo demás, aunque sin desconocer las particularidades correspondientes, lo dicho con respecto a los sectores del público vale asimismo, de alguna manera, para la diversidad de países a los cuales quepa remitir una obra, máxime si aborda la vida de un ser extraordinario hasta por el ámbito geográfico, histórico y cultural de su formación, su sabiduría, su tránsito por la tierra y su destino. Esa verdad estremece siempre, y con especial viveza cuando se le recuerda en Dos Ríos, donde escribo estas líneas, «con todo el sol sobre el papel» —y en el entorno, y dentro—, el 19 de mayo de 1995.
L.T.S.
Pórtico
Este «Pórtico» no tiene por qué mortificar a lectores poco amigos de las páginas preambulares, y sí, por el contrario, aspira a complacer a quienes gustan de ellas o las estiman útiles. Los primeros pueden evadirlo; los segundos, hallar en él tanto información de su interés como reconocimientos que el autor considera de elemental justicia.
Que sea verdad no ha de bastar para olvidarlo, sino para tenerlo bien en cuenta: una biografía no es una vida, aunque desde la antigüedad se le haya dado también ese nombre, acaso como declaración de propósito. Una biografía intentará, y no es poco, reflejar en lo posible una vida. Pero semejante aspiración, aun dicha como jugando, es siempre un reto difícil, particularmente si la existencia tratada es la de un ser humano excepcional, de quien hasta los que no lo conocen, o no pasan de intuirlo, llegan a tener una imagen: para ellos al menos, la imagen. ¿Qué hacer si la vida es la de José Martí? Con su imagen, múltiple e indivisible, pueden aquí o allá chocar, aun cuando los rija la mayor seriedad, los intentos de retratarlo por escrito en su peripecia distintiva, en su condición de trabajador —que suele pasarse por alto—, en su quehacer político, en su obra literaria, en sus ideas, en sus esperanzas y angustias de amor.
Una biografía —es decir, toda biografía que se respete— quizás abrace la ilusión, declarada o secreta, de poder ser leída como una (buena) novela, y debe tener para ello «mañas» nobles. Pero en las páginas que siguen no ha de buscarse la «novela» inventada para atraer lectores, o eso que el propio Martí —con tono y en contexto que revelan aprensión— llamó «la maña de la biografía», sino el empeño de representar una vida real que basta y sobra para asombrar y conmover por sí misma. El autor ha tenido una guía: la honradez, y confía en que los lectores la perciban hasta cuando no coincidan con él. Además, no ha trabajado de preferencia para los conocedores de Martí, sino para quienes desean conocerlo. Si esta biografía fuera capaz de invitar a unión con el héroe —unión que incluye la lectura de sus luminosos textos, pero no se agota en ella—, si consiguiera dar una idea de los placeres que su legado proporciona a nuestro espíritu y esclarecer por qué lo necesitamos, quien la escribió se sentiría feliz: creerá que algo ha hecho bien. Aspira a que los lectores descubran, sin mucho esfuerzo, el cuidadoso desvelo que puso en ella, y aprecien que no buscó la soltura expositiva como un ardid para mostrarse dueño de la información. Frases de diverso corte, guiños a veces, remiten sin escamoteos a una labor de acopio que en más de una centuria han enriquecido incontables estudiosos, incluyendo al autor de estas páginas, quien se ha privado igualmente de hacer referencia a sus contribuciones: todo lo modestas que se quiera, pero suyas.
Este libro no nació de una investigación realizada con la finalidad de escribirlo, sino de más de veinte años de lectura y meditación, durante los cuales al autor no se le ocurrió sumarse a la nómina de quienes, durante décadas, habían venido aportando biografías de Martí. La cifra de las más significativas entre ellas —según conozco— anda cerca de la treintena, y continuará creciendo y diversificándose, pues sitio bajo el sol hay para todas las que existen, y para muchas más: un ser humano de su trascendencia no cesa de suscitar acercamientos y reinterpretaciones. Además, surgida tanto de la ponderación como —entre otras pasiones— del sano e incumplible deseo de hallar un texto a la altura del magno tema, la insatisfacción con los logros alcanzados en ese empeño ha sido frecuente, a pesar de las virtudes que distinguen a los mejores frutos cosechados dentro y fuera de Cuba. Se ha dicho y se ha escrito que no son muchos los avances alcanzados en comparación con el más difundido, prestigioso y discutido de ellos: Martí, el Apóstol (1933), obra de Jorge Mañach contra la que pesa, entre otros elementos, el tiempo transcurrido desde su escritura. (En el prólogo a su edición habanera de 1990 —retomado para la de 2001— abundo en la valoración de esa importante obra.)
Cuando se me sorprendió con el encargo de lo que acabaría siendo Cesto de llamas —tarea que cumplí contra reloj— me había formado una imagen de Martí: es la que procuré trasladar a las páginas que siguen. Sin saber que lo eran, había incluido adelantos parciales de esa imagen en diversos estudios, algunos de ellos reunidos en libros, aunque en todos había predominado el sesgo ensayístico, no el biográfico. Naturalmente, una vez montado en el relámpago del cual surgió esta biografía, acudí sobre la marcha a textos previamente leídos o consultados. En lo concerniente a estudios acerca de Martí, no me limité al saldo de lo que ya había digerido —valga la socorrida «metáfora» fisiológica— y sedimentado —para no excluir la físico-química—, sino que, desde luego que sin amarrarme a ellas ni renunciar a la vigilia crítico-selectiva, volví a visitar contribuciones como el
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