Almenara Martinez Antonio - Pensadores De La Edad Media
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- Libro:Pensadores De La Edad Media
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- Año:2015
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Pensadores De La Edad Media: resumen, descripción y anotación
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Texto © 2013 Antonio Almenara Martínez
Todos los derechos reservados
La filosofía de la Edad Media (desde finales del siglo V hasta la mitad del XIV) no se puede entender sin comprender previamente el significado del cristianismo, principal ingrediente cultural de la llamada civilización occidental.
Durante los primeros siglos de la Era Cristiana, las escuelas y corrientes de pensamiento surgidas en Grecia y en Roma siguieron marcando las pautas del pensamiento filosófico. Sin embargo, de forma paulatina fue cogiendo el testigo la nueva ideología religiosa, que adoptó de la filosofía antigua sólo lo que consideró compatible con su doctrina. Durante la Edad Media, la filosofía clásica fue utilizada en la medida en que sus tesis permitían realizar una formulación sistemática y racional del cristianismo. Porque la nueva filosofía no fue autónoma, sino esclava de la teología (ancilla theologiae), como se confesaba sin robozo. Para entender todo este proceso hay que retroceder en el tiempo.
El año 33 muere en Jerusalén clavado en una cruz un judío llamado Jesús. Había sido víctima de las intrigas de las clases religiosas judías, que no pudieron soportar que el hijo de un carpintero se les enfrentara echándoles en cara sus vicios, al tiempo que se proclamaba Mesías, es decir hijo y enviado de Dios. El brazo ejecutor fue Roma, la gran potencia militar que dominaba por entonces Oriente Medio.
Tras la muerte de Jesús, sus discípulos propalaron la noticia de que había resucitado de entre los muertos y comenzaron a divulgar la doctrina que había predicado durante los tres años de su "vida pública". En el primer siglo se dieron a conocer cuatro biografías de Jesús, en las que se contenían las ideas fundamentales de su doctrina. Fueron los cuatro "evangelios" (buena nueva), redactados respectivamente por Mateo, Marcos, Lucas y Juan.
Las primeras actividades de los discípulos y seguidores de Jesús se recogieron en el libro de los "Hechos de los apóstoles". Por otra parte, los discípulos más significativos, sobre todo Pedro, que había sido nombrado jefe de la nueva "iglesia", y de manera especial un fogoso converso, Saulo o Pablo, escribieron una serie de cartas, dirigidas a diversas comunidades cristianas, para aclarar aspectos concretos de la nueva religión.
Los apóstoles se dirigieron en su predicación principalmente al pueblo sencillo, pero no desaprovecharon la ocasión cuando podían adoctrinar a los intelectuales.
Hay un pasaje en los "Hechos de los apóstoles" (17,18-34) en el que se cuenta cómo Pablo tuvo la oportunidad de explicar a los filósofos atenienses la nueva doctrina. Dice así:
"Algunos filósofos epicúreos y estoicos entablaron conversación con él (con Pablo), y algunos decían:
-¿Qué querrá decir este charlatán?
Otros contestaban:
-Parece ser predicador de dioses extranjeros.
Porque anunciaba a Jesús y la resurrección.
Lo tomaron y lo llevaron a la sala del Areópago y le dijeron:
-¿Podemos saber cuál es esta nueva doctrina que enseñas? Realmente tú dices cosas extrañas y desearíamos algunas explicaciones.
Se sabe que todos los atenienses y los extranjeros que viven allí sólo se preocupan de decir o escuchar la última novedad.
Pablo, entonces, de pie en medio de ellos dijo:
-Atenienses, veo que sois hombres sumamente religiosos. Porque al recorrer la ciudad y contemplar vuestros monumentos sagrados he encontrado también un altar en el que está grabada esta inscripción:"Al Dios desconocido". Ahora yo vengo a anunciaros lo que adoráis sin conocer. El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él, siendo Señor del cielo y de la tierra, no vive en santuarios fabricados por hombres, ni es servido por manos de hombres. No necesita nada, pues él es el que da a todos la vida, el aliento y todas las cosas. De un solo hombre hizo nacer toda la raza humana para que habitara sobre la faz de la tierra. Determinó el tiempo y los límites de lugar donde cada pueblo había de habitar: los dejó que buscaran por sí mismos a Dios, para ver si lo descubrían, aunque fuera a tientas, y lo encontraban, porque no está lejos de cada uno de nosotros. Pues en él vivimos, nos movemos y existimos, como algunos de vuestros poetas dijeron: "Somos de la estirpe del mismo Dios". Si somos, pues, de la estirpe de Dios, no debemos pensar que la divinidad sea semejante al oro, a la plata o a la piedra trabajados por el arte y el ingenio humano. Ahora bien, Dios prefiere olvidar esos tiempos de la ignorancia y ordena a todos los hombres, por todo el mundo, que se conviertan, porque tiene fijado un día en que va a juzgar a toda la tierra según su justicia, por medio de un hombre que él designó para eso. Ya para darle a ese hombre una garantía delante de todos, lo resucitó de entre los muertos.
Cuando oyeron hablar de resurrección de los muertos, unos se burlaron y otros dijeron:
-Sobre esto te escucharemos en otra ocasión.
Fue así como Pablo salió de entre ellos. A pesar de todo, algunos se unieron a él y creyeron. Entre ellos, Dionisio el Areopagita, una mujer llamada Dámaris y algunos más".
Hasta aquí el histórico momento en que un representante de la que será la filosofía de los nuevos siglos se enfrentó a los últimos reductos de la antigüedad clásica.
Los primeros tiempos de la nueva religión fueron difíciles y los cristianos fueron objeto de persecución por parte de las autoridades romanas. Pero en el año 313 los emperadores Constantino, de Occidente, y Licinio, de Oriente, proclamaron el Edicto de Milán, por el que se declaraba la libertad religiosa en ambas partes del imperio. A partir de ese momento la expansión del cristianismo fue imparable.
Las ideas fundamentales del cristianismo, tras un primer período de titubeos, lo que dará lugar, como veremos después. a interpretaciones diversas y a enérgicas intervenciones de los sucesores de Pedro, así como a la celebración de concilios para el esclarecimiento de la doctrina ortodoxa, quedaron fijadas de la siguiente manera:
-Hay un solo Dios, que se manifiesta en tres personas iguales y distintas: el Padre, el Hijo (el Logos o la Palabra) y el Espíritu Santo.
-El mundo ha sido creado de la nada por Dios, quien lo conserva y cuida mediante su providencia y gobierno.
-La naturaleza humana había quedado radicalmente dañada por un "pecado original" cometido por la primera pareja. Era, pues, necesario, reparar la naturaleza dañada y caída. Sólo Dios mismo podía realizar tamaña tarea.
-Jesús es el Hijo de Dios que se ha encarnado en un cuerpo milagrosamente concebido por María. En Jesús hay, pues, dos naturalezas, una divina y otra humana, pero una sola persona. Su muerte fue la gran acción reparadora de la naturaleza humana. Jesús fue el Redentor y el Salvador por antonomasia.
-El hombre se aplica la redención por medio de unas ceremonias sagradas, los sacramentos, y por la fe personal. La naturaleza humana quedó hasta tal punto resentida por el pecado original que el hombre necesita de la ayuda de Dios, mediante su gracia, para obrar meritoriamente.
-Cada hombre debe responder personalmente tras la muerte ante Dios, quien lo juzgará y sancionará con premio o castigo eternos.
-La dispensadora normal de los sacramentos es la jerarquía eclesiástica, encabezada por el Papa o representante de Jesucristo en la tierra. Le jerarquía y los fieles constituyen la iglesia, que es como un cuerpo perfectamente ensamblado (corpus mysticum).
-La vida moral del hombre se apoya en tres virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) y cuatro cardinales (prudencia, justicia, fortaleza y templanza). El gran precepto moral es éste: "Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a tí mismo".
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