Prólogo
El 11 de Septiembre de 1973 el país se estremeció a lo largo y ancho de su territorio, ante la presión de las armas de Chile, rompiendo las cadenas que intentaron imponer el totalitarismo marxista.
Los antecedentes que impulsaron a las Fuerzas Armadas y de Orden a asumir el Gobierno de la nación se encuentran condensados en el libro
“El Día decisivo”, fruto de la experiencia personal de Su Excelencia el Presidente de la República y Comandante en Jefe del Ejército Augusto Pinochet Ugarte, relatada en forma espontánea y a base de documentos y notas que también se reproducen.
La Biblioteca del Oficial ha solicitado a Su Excelencia la autorización correspondiente para publicar esta edición es destinada a todos los miembros de la Institución, por considerar que se trata de un libro de alto interés histórico que contiene los antecedentes de una época crucial que marca el comienzo de una etapa de alta trascendencia en los destinos de Chile y que pone de relieve los determinantes imperativos que influyeron en la voluntad de los protagonistas.
Estimamos, pues, que los sucesos del 11 de Septiembre de 1973 están l amados a tener un impacto trascendente en el devenir de la nación y por lo tanto deben ser suficientemente conocidas sus causas, para una apreciación serena y justa del desarrollo institucional logrado en el período más crítico de nuestra historia.
BIBLIOTECA DEL OFICIAL
Entrando en materia
—Presidente, mi interés se centra en su posición frente al comunismo. Ud. es, históricamente, el único que hasta ahora ha logrado derrocar un régimen de carácter marxista. Para muchos es Ud. el antimarxista por excelencia. ¿Ha sido siempre antimarxista? ¿Conoce Ud. bien el marxismo?
—Mi repudio a los marxistas-leninistas es producto de mi conocimiento de su doctrina, con la que tomé mis primeros contactos cuando estuve a cargo de los relegados comunistas en Pisagua en enero y parte de febrero de 1948 y, posteriormente, cuando fui Delegado del Jefe de la Zona de Emergencia en el centro carbonífero de Schwager. Allí nuevamente tuve que ocuparme de los comunistas y sus actividades. Más adelante me adentré en el estudio y el análisis de su doctrina y de sus métodos y me informé de la concepción del socialismo científico. En esas lecturas observé con preocupación cómo tiende el marxismo a alterar los principios morales que deben sustentar la sociedad, hasta alcanzar su destrucción a fin de sustituirlos por las consignas ideológicas del comunismo.
Así, por espacio de veinte años me fui interiorizando en esa ideología que no vacilo en calificar de siniestra, hasta convencerme finalmente de que la única forma de enfrentar a tan hipócrita y contaminadora doctrina consiste en la fortaleza espiritual y la firmeza y cohesión de quienes la repudian. Asimismo entendí que no es posible pensar en una lucha anticomunista eficaz cuando se está enmarcado en añejos esquemas democráticos. Siempre respeté y admiré esta concepción política, la democracia, pero, no obstante sus bondades, si no media una debida adecuación, es absolutamente incapaz de enfrentar al comunismo. Mucho menos puede detener la acción de una doctrina totalitaria porque, paradójicamente, es en la propia democracia tradicional donde se encuentran las mayores facilidades para destruirla.
—¿Vio Ud., en consecuencia, en el triunfo de la Unidad Popular el comienzo del fin de la antigua democracia chilena?
—Con enorme inquietud recibí el triunfo del candidato de la equÍvocamente llamada Unidad Popular, y con creciente angustia presencié cómo en Chile se deterioraba su consistencia social, moral, económica y política. Sin embargo, este proceso no se inició en el Gobierno de la Unidad Popular, porque desde tiempo atrás la demagogia venía arrastrando al país hacia su destrucción. En su etapa final, dio la primera mayoría relativa en las urnas a un hombre que reconocía ser marxista-leninista y que, dos meses después, sectores mayoritarios del Congreso designaban Presidente de Chile. Fue un espectáculo muy desconcertante el que dimos al mundo: un país tradicionalmente democrático entregó su libertad a un sector totalitario. No se impuso éste por la fuerza de las armas, como ha sucedido en todos los países donde gobierna el comunismo, sino que fue designado por una corriente de la propia democracia.
—¿Piensa Ud. ahora que con la experiencia de la Unidad Popular el país quedó “vacunado” contra el comunismo?
—Dentro de esta amarga realidad, tan negativa para la Nación, debo considerar que también existió un factor positivo: el triunfo de la Unidad Popular fue la mejor vacuna para el país, ya que grandes sectores quedaron predispuestos a rechazar en el futuro esta doctrina, pero ello se logrará siempre que a las nuevas generaciones se las ilustre de lo que es el comunismo, si no todo se olvida.
Su nefasta administración hizo sufrir los excesos a que lleva la doctrina marxista-leninista y se logró así una experiencia que no habría sido posible si hubiese triunfado alguno de los candidatos democráticos.
—¿Pero no habría sido elegido de todas maneras, tarde o temprano, un gobierno marxista?
—La demagogia habría continuado abriendo el camino al comunismo y señalándolo como la panacea para Chile. Tal política habría continuado socavando los cimientos mismos de la institucionalidad, hasta hacer posible más adelante el triunfo, tal vez definitivo, del comunismo. Porque, según los comunistas, el tiempo trabaja para ellos.
Tengamos, pues, la certeza de que los comunistas hubieran seguido tratando de imponerse, quizás en mejores condiciones, y hasta conseguir un éxito más decisivo.
Dios hace siempre las cosas para bien, y el caso de Chile así lo prueba. Al repasar hoy los hechos con la perspectiva del tiempo transcurrido, llegamos a la conclusión de que todo lo sucedido en esos años fue para mejor.
-¿Cree Ud. que todos aprendieron la lección?
—Al recordar esos días de angustia, en que uno se sentía impotente a pesar de querer a toda costa evitar el caos que se veía venir, considero que esas penurias son hoy nuestro mejor aliciente para afrontar con energía y hasta dureza a todos aquellos que, creyendo que el peligro pasó, quieren volver al inaceptable juego político que arrastró al país hacia el abismo. Son los mismos que ya nos llevaron a la noche negra del marxismo. Son los mismos que, para satisfacer sus ambiciones, cultivaron un proselitismo demagógico que hoy quisieran reeditar mediante el regreso al antiguo sistema democrático. A ellos los repudia Chile entero porque sabe que son los grandes responsables de las desgracias que sufrimos.
—¿Incluso de lo sucedido el 11 de septiembre de 1973?
—Chile debió reaccionar ante su creciente degradación política para evitar tener que llegar a un Once de Septiembre. Pero a esas alturas no había otra forma para salir de la tiranía sin retorno a que nos llevaba el Gobierno de la Unidad Popular.
Repito que el drama se había iniciado mucho antes del 4 de septiembre de 1970. Comenzó cuando en el escenario político la autoridad transaba y cedía para no enajenarse el posible apoyo de un adversario interesado. Fue por ello que se aceptaron los peores actos de indisciplina, el robo, las ocupaciones ilegales de la propiedad rural o urbana; aceptaron la injuria y el libertinaje de una prensa aviesa y corrompida, porque sólo se pensaba en triunfar en las urnas sin importar el precio de degradación social que se pagaba.
El 4 de septiembre de 1970 los partidos triunfantes encontraron el terreno muy bien abonado. Los nuevos conductores de la Nación sólo necesitaban continuar la labor de destrucción para contribuir a hacer de Chile un nuevo “Paraíso Comunista”.
—¿Dónde estaba Ud. ese 4 de septiembre?
—En Iquique. Cuando en la noche del 4 de septiembre de 1970 escuchamos en el Cuartel General de la VI División de Ejército las noticias del triunfo del candidato de la Unidad Popular, nos sentimos abrumados. Quienes concordábamos en que en esa elección la disyuntiva era la libertad o el totalitarismo comunista, temimos que nuestra Patria terminara por ser destruida y subyugada. Recuerdo que esa noche reuní a mis oficiales y les expresé: “Chile entra a un período que no deseo calificar, pero quien conozca a los marxistas-leninistas comprenderá por qué siento horror al pensar en los sucesos que ocurrirán a muy breve plazo. Esta crisis no tiene salida. Sin embargo, aún espero que los partidos políticas no acepten este azote para el país. Y en cuanto a lo que a mí respecta, creo que ha llegado el fin de mi carrera, pues el Sr. Allende tuvo hace unos años una dificultad conmigo en Pisagua y debe conocer mi actuación con los comunistas en Iquique. Creo que el problema de Chile se agravará día a día, para llegar, finalmente, a manos del Ejército. cuando todo esté destruido..