El primer civil de la dictadura:
Álvaro Puga y los Bandos Militares
Eran la 08:40 de la mañana del once de septiembre de 1973 cuando en radio Agricultura comenzó a sonar el Himno Nacional. Tras él, se pudo oír una voz adusta leyendo el siguiente comunicado: “Teniendo presente la gravísima crisis social y moral que está destruyendo el país. La incapacidad del Gobierno para adoptar las medidas que permitan detener el proceso y desarrollo del caso. El constante incremento de los grupos armados paramilitares, organizados y entrenados por los partidos políticos de la Unidad Popular que llevarán al pueblo de Chile a una inevitable guerra civil, las Fuerzas Armadas y Carabineros de Chile declaran que: el señor Presidente de la República debe proceder a la inmediata entrega de su alto cargo a las Fuerzas Armadas y Carabineros de Chile”.
El comunicado era más largo, pero cuando en La Moneda se oyó este breve pero crucial primer edicto, un manto de sorpresa se instaló en el palacio. Se esperaba, incluso con ansias, que las Fuerzas Armadas realizaran un Golpe. Pero a Salvador Allende le costaba asimilar que Augusto Pinochet Ugarte, aquel comandante silente y ladino que había dado muestras de genuina lealtad, el mismo que meses antes había sostenido un afectuoso diálogo con Fidel Castro y que además contaba con toda la confianza del ex-comandante Carlos Prats –quien lo sugirió para el cargo–, figuraba ahora como el primer firmante del Bando que fundaría la Dictadura cívico-militar.
El llamado Presidente del pueblo no era el único que quedó aterido. También fue una sorpresa para los dirigentes de algunos partidos políticos que adherían a la UP y que a esa misma hora articulaban la resistencia armada. Carlos Altamirano, secretario general del PS junto a la fuerza militar del partido GEO, trazaban un plan: los cordones industriales. A las 09:45 a.m llegaron al Estadio CORMU ubicado cerca de Lo Valledor, dieron algunas instrucciones a los militantes que los esperaban y partieron raudos en diversos vehículos hacia la industria metalúrgica INDUMET, donde los esperaban ochenta y seis trabajadores dispuestos a resistir. Pero la voluntad de lucha superaba el armamento disponible. Solo disponían de unas cuantas metralletas AK-47 y cuatro lanzacohetes RPG-7.
En La Moneda surgió una idea. Juan Antonio "Coco" Paredes, asesor personal de Allende, que en aquel entonces dirigía Chilefilms y que hace pocos meses había sido Director General de la PDI, le sugirió que salieran disparando y se subieran a un vehículo que los llevaría rumbo a la metalúrgica. Pero Allende no le hizo caso. Quizá intuyendo que la resistencia armada era inviable, o quizá asimilando el devenir histórico trágico que desde la emisión del comunicado surcaba por los aires, Salvador Allende decidió quedarse en el Palacio de Gobierno. Tomó su AK-47 y se dispuso a defender el gobierno de la UP junto a su círculo íntimo. Entre ellos estaban Miria Contreras Bell, alias la Payita (su secretaria personal), el propio Coco Paredes y una veintena de fieles miembros del Grupo de Amigos Personales de Allende, el GAP. Todos los que estuvieron en la Moneda ese día, serían llevados al Regimiento Arica tras la ejecución del Golpe, donde fueron golpeados y torturados. Fue precisamente uno de ellos que con la intención de conseguir más armas preguntó: ¿Dónde andan los carabineros? Así se dieron cuenta que toda la guardia armada que debía cuidar La Moneda se había retirado en silencio, solo quedaban civiles. El resto de la historia se conoce. A las 10:10 Allende, desde su oficina presidencial, tomó el teléfono que lo conectaba con Radio Magallanes y pronunció en vivo uno de los discursos más estremecedores que se recuerden en la historia política de Chile.
Lo que suele olvidar u omitir la historia, es que aquella mañana del once de septiembre a pocos metros de allí, en el edificio donde funcionaba el Ministerio del Interior. Muy temprano había aparecido un solícito civil, el primer civil de la Dictadura: Álvaro Puga Cappa. El Almirante Patricio Carvajal lo había recibido con un abrazo. Acto seguido, le dio la siguiente instrucción: ordenar y redactar algunos comunicados y boletines que necesitaban dar a la ciudadanía. Para ello, lo acompañó hasta el piso número cuatro, donde disponía para él de un escritorio y una eficiente máquina de escribir que pertenecía al Ministerio. Hay que reconocer que todo estaba más ordenado allí que en La Moneda. En los techos del edificio, desde muy temprano, se habían apersonado un grupo de francotiradores. Y en el piso seis, desde las 17:00 hrs. del día anterior, estaba apertrechado el general Sergio Arellano Stark coordinando qué se haría con los primeros detenidos. Él mismo lideraría semanas después la temida Caravana de la muerte, que dejaría ciento cinco muertos y por la cual sería juzgado recién el año 2000, casi cuarenta años después.
Álvaro Puga, pese a ser el único civil en todo el edificio, se sintió cómodo desde el comienzo. Sobre el escritorio le pusieron un borrador del comunicado y le indicaron que debía “arreglar” rápido el texto. Los militares lo reconocían como el escritor, pese a que nunca había publicado un libro, solo furibundas columnas antimarxistas y anti Unidad Popular bajo el seudónimo de Alexis que aparecían cada semana en La Segunda. Puga, además, era un insistente aspirante a dramaturgo y había sido miembro de Patria y Libertad, condición que le permitió ingresar como libretista en radio Agricultura donde sorpresivamente –debido a una hepatitis sufrida por el gerente general de la radio–, había pasado a ser director de contenidos. Nada mal para un autodidacta de clase media cuyo único trabajo formal previo había sido la venta de televisores. Pero se sentía un escritor. Y a eso se dedicó aquella mañana. En el centro de una oficina cuyas ventanas estaban tapiadas, iluminado por una tenue luz artificial y con el ruido blanco de las balas chocando contra los gruesos muros, Puga redactó el primer comunicado oficial de la Dictadura. El texto fue publicado a página completa, la número tres, del periódico El Mercurio del trece de septiembre. Al fin, su primera obra estaría publicada, pero su nombre no aparecería entre los firmantes.
“Teniendo presente:
1°.- La gravísima crisis social y moral que está destruyendo el país.
2°.- La incapacidad del Gobierno para adoptar las medidas que permitan detener el proceso y desarrollo del caos;
3°.- El constante incremento de los grupos armados paramilitares, organizados y entrenados por los partidos políticos de la Unidad Popular que llevarán al pueblo de Chile a una inevitable guerra civil, las Fuerzas Armadas y Carabineros de Chile declaran:
1°.- Que el señor Presidente de la República debe proceder a la inmediata entrega de su alto cargo a las Fuerzas Armadas y Carabineros de Chile.
2°.- Que las Fuerzas Armadas y el Cuerpo de Carabineros de Chile están unidos, para iniciar la histórica y responsable misión de luchar por la liberación de la Patria del yugo marxista, y la restauración del orden y de la institucionalidad.