Enrique Vila-Matas - El viajero más lento: El arte de no terminar nada
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- Libro:El viajero más lento: El arte de no terminar nada
- Autor:
- Editor:Grupo Planeta
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- Año:2012
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El viajero más lento: El arte de no terminar nada: resumen, descripción y anotación
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A Paula de Parma.
A César y Mercedes.
Tres geografías distintas (el viaje al extranjero, el paseo por el barrio de toda la vida y el vagabundeo literario), once ensayos que yo llamo shandys en honor de los conjurados de uno de mis libros, una mirada nostálgica a mi ya tan lejana como furtiva relación con el cine y, finalmente, comentarios a libros o autores que me gustan, componen esta colección de artículos y ensayos literarios que he decidido llamar El viajero más lento por razones que tal vez delatan parcialmente estas páginas iniciales que son más un Anticipo que un Prólogo, pues renuncio a la introducción habitual en este tipo de libros y, para ello, voy a apoyarme en lo que ya en su día dijeron (por poco le ponen el mismo título a su libro) Augusto Monterroso, que escribió La letra e, y Jaime Gil de Biedma, que escribió El pie de la letra:
«Recuerdo que todavía hace pocos años, cuando algún escritor se disponía a publicar un libro de ensayos, de cuentos o de artículos, su gran preocupación era la unidad, o más bien la falta de unidad temática que pudiera criticársele a su libro (como si una conversación —un libro— tuviera que sostener durante horas el mismo tema, la misma forma o la misma intención), y entonces acudía a ese gran invento (sólo comparable en materia de alumbramientos al del fórceps) llamado prólogo.»
A. M.
«Los ensayos aquí reunidos carecen, en cuanto conjunto, de unidad ninguna si se exceptúa aquella a la cual ninguno aspiraba: la que les confieren las inveteradas limitaciones de su autor.»
J. G. de B.
ALEMANIA EN OTOÑO (Diario 16, 23 de diciembre de 1989)
Algo así como diapositivas del diario de viaje de mi «gira artística» por la antigua R.F.A. En compañía de mi editor y traductor alemanes, realicé diez heroicas lecturas en otras tantas ciudades de aquel país. Como si fuéramos una banda de rock recorrimos, a lo largo de quince intensos días, la R.F.A. de arriba abajo repetidas veces. Fueron días de carretera y manta que culminaron con una última lectura en la Literaturhaus de Berlín, exactamente cinco días antes de que cayera el Muro, lo que en ocasiones, cuando me vuelvo loco, me lleva a preguntarme si tuve algo que ver con todo aquello.
EN BARCELONA CADA TARDE ES UN PUERTO (Diario 16, 27 de julio de 1991)
Un itinerario sentimental y literario por el barrio en el que (a excepción de un año en la trastienda de un colmado melillense y de otros dos en una buhardilla parisina que me alquiló Marguerite Duras) ha transcurrido casi toda mi vida. Como tantas otras cosas, el barrio no me pertenece; literariamente hablando, el barrio es de Juan Marsé. En cuanto a la buhardilla, sigue siendo de Duras.
EL VIAJERO MÁS LENTO (Diario 16, 30 de julio de 1988)
En torno a la figura de Valery Larbaud, que siempre elogió la Lentitud, cierta manera de apresurarse despacio (Festina Lente decía una máxima latina) a aquello que a cada uno más interese. Octavio Paz, que lo lee todo, comentó ese artículo en la revista Vuelta y, posteriormente, en su libro Convergencias (Barcelona, 1991). Desde hace ya un tiempo, todo lo que escribo pienso que lo va a leer Octavio Paz.
BIOYNVENTARIO (Diario 16, 24 de noviembre de 1990)
Diccionario de bolsillo en torno a la vida y obra de Bioy Casares, leído en el transcurso de la Semana del Autor que se le dedicó ese año en Madrid y, al término de la cual, le fue concedido de pronto, súbitamente, como por arte de magia (yo me enteré en un taxi, en pleno atasco madrileño), el Premio Cervantes.
LA IMPORTANCIA DE NO LLAMARSE ERNESTO (Diario 16, 7 de enero de 1989) (Tageszeitung, Berlín, 4 de enero de 1990)
Lo titulé así como venganza por haber leído tantas veces, en los infames años de adolescencia, la obra de Wilde. Lo escribí con la secreta intención de hacerme amigo de Bernardo Atxaga y también para revelar por vez primera el anagrama diabólico de mi nombre.
EPISODIOS ANORMALES (Diario 16, 11 de mayo de 1991)
En torno a tres de los más grandes —Gombrowicz, Pessoa y Nabokov— armé este texto que es el único del libro sobre el que, ni a favor ni en contra, nunca nadie me ha comentado nada, lo que me lleva a pensar que es como si el artículo no existiese, como si el propio artículo aspirase a que yo viera en él un episodio anormal.
CIERTOS FANTASMAS AUTÉNTICOS (Diario 16, 30 de abril de 1988)
Cuando lo publiqué nada hacía sospechar que también yo acabaría convirtiéndome en una verdadera sombra ambulante o, por decirlo de otra forma, en el doble del doble de mi amigo Justo Navarro, que, en dos ocasiones sucesivas y con el mayor de los aciertos, se atrevió a llamar aprendices de fantasmas a mis personajes.
ECHENOZ EN TRAVESÍA (Diario 16, 26 de enero de 1991)
Con este texto y en compañía de Sergi Pàmies presenté a Jean Echenoz en el Instituto Francés de Barcelona en febrero de ese año. Cuenta con el inserto de para moscas inmortales (Diario 16, 9 de mayo de 1991), donde se cuenta el lluvioso y divertido incidente que siguió al siempre penoso acto oficial.
UNAS PREGUNTAS A SALVADOR DALÍ (Diario 16, 12 de noviembre de 1988)
Conmocionado por la lectura de El mito trágico del «Angelus» de Millet hablé con Beatriz de Moura que a su vez habló con Dalí que en un frío día de abril de 1978 me recibió en su casa de Port Lligat y respondió a las urgentes preguntas que yo tenía que hacerle sobre un libro que yo pienso que influyó, años después, en el armazón del esqueleto de Historia abreviada de la literatura portátil.
EL MUSEO DE LAS MÁQUINAS SOLTERAS (La Vanguardia, 28 de septiembre de 1982) (Ankan, Estocolmo, nº 1, 1988)
Cuatro años después de la visita a Salvador Dalí, escribía este artículo acerca de un museo imaginario cuya primera piedra también serviría para edificar mi breve libro sobre la conspiración de los shandys.
TUVE UN SUEÑO (Diario 16, 16 de noviembre de 1991)
Hoy me siento bien, medio Kafka y medio Monterroso, la combinación casi perfecta; la ideal tal vez sea Alonso Quijano y Pessoa; estoy terminando esta línea.
TORRENTE ES UN FINGIDOR
En la sala de Coruña donde Picasso estudiara y Torrente pasara el examen de ingreso al bachillerato, leí este texto con cierta emoción provocada por la presencia entre el público de la viuda del gran Rafael Dieste, que en un cuento absolutamente genial (Este niño está loco) habló de un padre y del juego raro que éste había inventado, casi una danza procesional, puntuada con leve taconeo, como si ningún tramo del camino fuese indiferente, sino todos dignos de ser señalados. «Esto —escribe Dieste— hacía su avance más lento, pero a la vez más imperiosamente decidido, como por un redoble de tambor, sin que no obstante aquello dejase de ser un juego.»
EL ACERO DEL DOLOR (El Sol, 8 de marzo de 1991)
Fui invitado a hablar de Suicidios ejemplares y, de nuevo, volví a vagabundear, a rozar la desesperación y la locura y, en esta ocasión y ya de un modo irremediable, volví a cruzar la vieja frontera.
EL OTRO FRANKFURT (Diario 16, 14 de noviembre de 1991) (Revistas de los Estudiantes, México, D.F., enero de 1992)
Crónica rigurosamente cierta del Frankfurt que no se ve. Cuando la leí en Morelia —en una reciente estancia en Michoacán, México—, un pintor local y hombre de poca fe me pidió el manuscrito para verlo con sus propios ojos y comprobar si había oído bien.
LO QUE BRANDO DECÍA (Dezine, 1 de octubre de 1980)
Elisenda Nadal había adquirido los derechos de una entrevista de Julie Gilmore con Marlon Brando y yo debía traducirla del inglés. Incapaz de confesarle a mi querida directora que no entendía palabra de ese idioma, opté por inventarme la totalidad de la entrevista. Fue publicada en octubre de 1970 y descubrí el fraude diez años después, a través de la fugaz revista
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