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Pero entonces, al menos, con los sesos fuera
el hombre moría y eso era todo.
Ahora, sin embargo, se levantan de nuevo…
W ILLIAM S HAKESPEARE , M ACBETH
Rebus - n. del latín, “una cosa por otra”, consiste en unir dibujos, letras y sonidos para formar una palabra o frase escondidas. Por ejemplo:
N.B. He incluido un rebus al principio de cada capítulo con el fin de resaltar el tema y el contenido de ese capítulo. Si logras descifrar los 13 rebus, envíame un mensaje a
NOTAS
autor para la edición original en inglés se pueden encontrar al final del libro. Los que hemos incluido aquí, al inicio de cada capítulo, han sido creados a partir de la traducción al español. [N. de E.].
Y o no puedo dormir boca arriba, o más bien no me atrevo. En esa posición a menudo caigo en un estado de fuga disociativa en el que mi mente despierta de un sueño, pero mi cuerpo permanece inmóvil. En este limbo puedo percibir las cosas que suceden a mi alrededor, como la luz del sol que se filtra a través de las cortinas, los peatones que caminan en la calle, la cobija que me cubre los pies. Pero cuando le ordeno a mi cuerpo que bostece y se estire para incorporarme a la vida diaria, no sucede nada. Repito la orden, “¡Muévete!”, pero el mensaje resuena sin tener efecto alguno. Lucho, peleo, me esfuerzo por mover un dedo del pie o por flexionar una fosa nasal sin éxito alguno. Es como podría sentirse uno si reencarnara en estatua. Es lo opuesto a ser sonámbulo: es una parálisis del sueño .
La peor parte es el pánico. Al estar despierto, mi mente espera que mis pulmones aspiren profundamente y con fuerza, que mi garganta se expanda y que mi esternón aumente unos buenos 15 cm. Pero mi cuerpo, aún dormido fisiológicamente, apenas toma unos sorbos de aire. Poco a poco siento que me sofoco, y el pánico empieza a recrudecerse en mi pecho. Incluso ahora, al escribir esto, puedo sentir que se me cierra la garganta.
Por terrible que esto pueda parecer, algunas personas que padecen parálisis del sueño la pasan peor. Mis episodios no duran mucho; si concentro toda mi energía —de manera similar a un maestro zen— en mover nerviosamente el meñique derecho, casi siempre puedo interrumpir el trance en pocos minutos. Los episodios de algunas personas se alargan durante horas, noches enteras de tortura. Un veterano de la guerra de Corea expresó que sentía más terror durante un solo episodio de parálisis de sueño que el que había sentido durante sus 13 meses de combate. Otras personas se quedan dormidas a causa de la narcolepsia y caen en este estado durante el día. En Inglaterra, una pobre mujer tres veces fue declarada muerta, y en una de esas ocasiones se despertó en la morgue. Incluso otras personas tienen experiencias fuera del cuerpo y sienten que sus espíritus divagan por la habitación. Los más infelices perciben una presencia maligna —una bruja, un demonio o un íncubo— presionándoles el cuello, asfixiándolos. (El término mare de nightmare [‘pesadilla’ en inglés] hace referencia a una bruja que disfruta poniéndose en cuclillas sobre el pecho de la gente). Hoy en día, la gente a veces entreteje este sentimiento de parálisis con relatos sobre abducciones extraterrestres; al parecer, estos los sujetan con el fin de examinarlos.
Evidentemente, la parálisis del sueño no nos conduce a lo sobrenatural. Y a pesar de lo que yo pude haber pensado de joven, la parálisis del sueño tampoco proporciona pruebas del dualismo: la mente no puede aparecer fuera del cuerpo, independiente de él. Por el contrario, la parálisis del sueño es una consecuencia natural de la forma en que trabaja el cerebro. En particular, es consecuencia de una comunicación defectuosa entre las tres partes más importantes del cerebro humano.
La base del cerebro, incluyendo el tallo encefálico, controla la respiración, el ritmo del corazón, los patrones de sueño y otras funciones corporales básicas. El tronco del encéfalo también trabaja estrechamente con el cerebelo, que se encuentra cerca de él y que es un bulbo arrugado situado en la parte posterior del cerebro y que ayuda a coordinar el movimiento. A los dos, al tronco del encéfalo y al cerebelo, suele llamárseles cerebro reptiliano , dado que funcionan aproximadamente igual que el cerebro de una iguana.
La segunda parte, conocida como cerebro mamífero , se localiza en el fondo del cráneo, exactamente al norte del tronco del encéfalo. El cerebro mamífero transmite la percepción sensorial; también contiene el sistema límbico, que ayuda a capturar los recuerdos, a regular las emociones y a distinguir las experiencias placenteras de las desagradables. A diferencia del reptiliano, gobernado por el instinto, el cerebro mamífero puede aprender nuevas cosas con bastante facilidad. Pero algunos neurocientíficos ridiculizan la división entre cerebro mamífero y cerebro reptiliano como demasiado simplista, aunque representa una forma útil de pensar las regiones inferiores del cerebro.
Estas dos regiones inferiores controlan los procesos automáticos, las cosas sobre las que no pensamos o no queremos pensar. Este piloto automático deja en libertad la parte más externa del cerebro, el cerebro de los primates, para los deberes avanzados, especialmente en los humanos. Además podemos dividir el cerebro arrugado de los primates en cuatro lóbulos: los lóbulos frontales (cerca de la frente del cerebro), que inician el movimiento y nos ayudan a hacer planes, a tomar decisiones y a establecer metas; los lóbulos occipitales (atrás del cerebro), que procesan la visión; los lóbulos parietales (en la parte superior del cerebro, en la mollera), que combinan la visión, el oído, el tacto y otras sensaciones en una visión del mundo “multimedia”), y los lóbulos temporales (a un lado del cerebro, detrás de las sienes), que ayudan a producir el lenguaje, a reconocer los objetos y a vincular sensaciones con emociones.
Los cerebros reptiliano, mamífero y primate constantemente intercambian mensajes, en general a través de sustancias químicas, y sus diversas estructuras internas trabajan juntas casi a la perfección. Casi…
En el fondo del cerebro reptiliano se encuentra el puente de Varolio, un abultamiento en el tronco encefálico de 2.5 cm de largo. Cuando nos dormimos, el puente de Varolio inicia el sueño mandando señales al cerebro primate a través del cerebro mamífero, donde los sueños adquieren vida. Durante los sueños, el puente de Varolio también manda un mensaje a la médula espinal que se encuentra debajo de él, la cual produce sustancias químicas con el fin de que los músculos se pongan flácidos. Esta parálisis temporal evita que uno actúe las pesadillas huyendo de la habitación o intentando golpear a los hombres lobo.