Adriano, nacido en Itálica, fue nombrado emperador como sucesor de Trajano, que no tenía descendencia directa.
De carácter diametralmente opuesto al de su antecesor, era un enamorado de la cultura griega que prescindió de la vieja camarilla de Trajano.
Fue siempre contrario a las guerras, pero cuidó de que el ejército se mantuviera disciplinado y entrenado. La vida intelectual floreció en los años de su gobierno, con historiadores como Arriano, Plutarco y L. Anneo Floro. Roma vio cómo se erigían construcciones como el Panteón, el Templo de Venus o Tívoli, y también en las provincias se construyeron magníficos edificios costeados por el emperador. Adriano prestó especial interés a las provincias del Imperio y su administración fue fundamental para el futuro del Imperio.
La biografía de un emperador excepcional: Adriano.
José María Blázquez
Adriano
ePub r1.0
Titivillus 06.12.16
Título original: Adriano
José María Blázquez, 2008
Pintura de la cubierta: El Emperador Adriano en un detalle del fresco pintado por Pellegrino Tibaldi en el Castillo de Sant’Angelo
Diseño de cubierta: Neli Ferrer
Editor digital: Titivillus
Digitalización: armauirumque
ePub base r1.2
Prólogo
Adriano es el segundo emperador que dio Hispania a Roma. El primero fue su padre adoptivo, Trajano. Su carácter era diametralmente opuesto al de su predecesor. Su gobierno fue excelente en muchos aspectos. Dejó una huella profunda que pervivió hasta el siglo IV. La historiografía española no ha prestado especial interés a este emperador que fue en muchos aspectos de su gobierno uno de los mejores emperadores que tuvo Roma. Ha sido un gran acierto de la Editorial Ariel publicar un libro sobre Adriano. Agradezco vivamente a la Editorial Ariel el que me encomendara redactar una biografía sobre este emperador, facilitada por la colaboración de antiguos alumnos míos, hoy grandes maestros, como los profesores S. Montero Herrero y L. A. Ruiz Cabrero, de la Universidad Complutense de Madrid, S. Perea Yébenes, de la Universidad de Murcia, A. Canto, de la Universidad Autónoma de Madrid, J. M. Abascal Palazón, de la Universidad de Alicante, así como a L. Suárez Fernández, de la Real Academia de la Historia, que propuso mi nombre a la Editorial Ariel para escribir esta biografía, que quiere ser un estudio de las fuentes y de la historiografía actual, pensada para el público culto interesado en la materia.
Capítulo I
Fuentes
Las fuentes sobre la vida de Adriano son escasas. Algunas tienen un insuficiente valor histórico. Adriano, entre los años 134 y 136, publicó bajo el nombre de su liberto, Flegonte de Tralles, una autobiografía citada en la Historia Augusta, que abre la historia de los césares con la de Adriano. Esta obra se debe a un retórico, que la redactó hacia el año 395. Dicha obra, que se suele considerar de escaso valor histórico y de tendencia senatorial, menciona varias veces a Mario Máximo, que en época de los Severos continuó la Historia de los doce Césares de Suetonio. Este historiador se detuvo en los aspectos más oscuros del emperador. Su Historia se ha perdido. Contemporáneo de Mario Máximo es Dión Cassio, que redactó una Historia de Roma desde la fundación hasta su época. Probablemente consultó la Historia de Mario Máximo, pues coincide con la narración de la Historia Augusta frecuentemente. Del libro 69, dedicado a Adriano, sólo se conocen fragmentos y un resumen bizantino.
Los oradores Frontón y Elio Arístides, que vivieron poco después de Adriano, han dejado comentarios sobre el emperador. Pausanias, en su Descripción de Grecia, escrita entre los años 170-180, menciona varios favores otorgados por Adriano a Grecia, y particularmente a Atenas. A final del siglo II, el médico Galeno en su tratado médico y Ateneo en los Deipnosofistas, conservan algunas anécdotas sobre el emperador.
En el siglo IV, Hefestión de Tebas recogió horóscopos de Adriano. En el Bajo Imperio, Aurelio Víctor, Eutropio, Zonaras y Eusebio en su Cronicón, recogen datos sobre la vida de Adriano, que se remontan a la perdida Historia de Mario Máximo.
Fuentes importantes para la vida de Adriano son la arqueología, la epigrafía y la numismática.
Patria e infancia
Adriano nació en Itálica, una fundación de P. Cornelio Escipión para asentar a los heridos del ejército romano en el año 206 a. C., antes de marcharse a Roma, una vez expulsados los cartagineses de Hispania. La Historia Augusta comienza la biografía de Adriano puntualizando que la familia más antigua del emperador Adriano procedía del Piceno; la más reciente, de Hispania, puesto que el propio Adriano relata en su autobiografía que sus mayores habían nacido en Adria y, posteriormente, fijaron su residencia en Itálica en tiempos de los Escipiones. Su padre fue Elio Adriano, llamado el Africano. Era primo del emperador Trajano. Su madre fue Domicia Paulina, natural de Cádiz. Se casó con Sabina.
En cuanto a la debatida cuestión del lugar preciso del nacimiento de Adriano, desde el siglo XVII, con el humanista español Nicolás Antonio, muchos autores han defendido que no era italicense de nacimiento. De hecho, una mayoría de los historiadores actuales extranjeros, y también muchos de los españoles, siguen repitiendo, ahora bajo el peso de la opinión de Ronald Syme y otros (como recientemente el propio Anthony Birley o la nueva Cambridge Ancient History), que Adriano «nació en Roma», o «más posiblemente en Roma», aunque se apoyan en una sola frase, tres palabras en la Historia Augusta.
En este sentido, Alicia Canto acaba de publicar un largo estudio que se puede considerar definitivo en cuanto a la demostración de que Adriano no nació en Roma, sino en Itálica. Esta autora aumenta, desde las seis o siete habitualmente usadas hasta nada menos que veinticinco, las fuentes literarias antiguas y medievales que aseguran que Adriano nació en la antigua y prestigiosa Itálica hética, como Trajano, Licinio Sura, el protector de ambos, P. Acilio Atiano (tutor y luego prefecto del pretorio) y otros varios personajes de la «Roma hispanizada» (como ella sostiene en otros trabajos) del siglo II d. C.
Los autores que cita y comenta detenidamente en cuanto a sus cargos, fiabilidad histórica y/o interdependencias, en su caso, son, por orden cronológico: Apiano, Aulo Gelio, Dión Cassio (con tres textos), Eusebio, Sexto Aurelio Víctor, Eutropio, Jerónimo, Latinio Pacato, Claudio Claudiano, Elio Esparciano (cuatro veces en la propia Historia Augusta), Casiodoro, Próspero Tirón, Jordanes y Alfonso X el Sabio, junto a tres prestigiosos historiadores árabes excelentemente informados en bibliotecas latinas, como Al-Rassís (él mismo un cordobés), Al-Udrí (almeriense) y Al-Hymiarí (magrebí). Propone además dos variantes manuscritas que permiten añadir a la lista de estos testimonios sendos textos de Temistio y del Epitomador de Aurelio César, con los reflejos de éste en los medievales Paulo Diácono y L. Sagax.
Esta acumulación de evidencia textual ya resulta por sí misma apabullante. A pesar de ello, A. Canto añade otras evidencias. En primer lugar, una que ella considera inapelable y que, aunque es conocida por autores partidarios del nacimiento en Roma, como Syme y Birley, o Caballos Rufino entre los españoles, es olvidada o no tenida en cuenta por ellos mismos a la hora de tratar la cuestión del lugar natal: se trata de las coordenadas astronómicas del horóscopo de Adriano, procedente de la colección de Antígono de Nicea, que fue compilada en el libro tercero del