Luis de Carlos Bertrán
Alexander
La extraordinaria historia
de Alejandro Farnesio
ÍNDICE
Portada
Sinopsis
Portadilla
Dedicatoria
Prólogo
Preámbulo
1. El nacimiento y los orígenes de Alejandro Farnesio
2. De la infancia al matrimonio de Alejandro Farnesio
3. La vida de Alejandro Farnesio en Parma y su lucha contra el turco
4. Al socorro de don Juan en Flandes
5. Alejandro Farnesio, gobernador de Flandes
6. La Armada Invencible
7. Guerra en Francia
Epílogo
Bibliografía
Láminas
Notas
Créditos
SINOPSIS
Esta obra supone la primera biografía de Alejandro Farnesio (Roma, 1545 - Arras, Francia, 1592), Duque de Parma y militar al servicio de España. Descendía de un Papa y un emperador. Siendo adolescente pasó a la corte de España, donde se educó; en 1565 se casó con la princesa María de Portugal. Como militar al servicio de la Corona española, destacó en la defensa de las posesiones hispanas en los Países Bajos.
En 1571 participó en la batalla de Lepanto. Seis años más tarde, emprendió la campaña de Flandes. Alejandro Farnesio derrotó a los sublevados en Gembloux y recuperó las provincias católicas meridionales. En 1578 fue nombrado gobernador de los Países Bajos. En 1586, al morir su padre, heredó los ducados de Parma, Plasencia y Guastalla, pero cedió su administración a su hijo Ranuccio para continuar en Flandes. Un año más tarde se enfrentó con éxito a una fuerza inglesa mandada por el duque de Leicester. En 1592, su ejército liberó Ruán. Poco después regresó a Flandes, donde falleció a consecuencia de las heridas recibidas en el combate de Caudebec, librado contra los ejércitos franceses.
Prólogo de Luis Ribot
A Pilar, mi querida esposa y compañera inseparable,
responsable involuntaria de este libro,
con la alegría inmensa de que pueda verlo publicado.
Prólogo
Luis de Carlos ha sido hasta ahora ajeno al mundo de la historia, al que se acerca sin pretender atribuirse la condición de historiador, como hacen indebidamente otros autores. Para que no haya dudas, lo advierte en el Preámbulo. No hay pues, ni en él ni en su libro, deseo alguno de engañar a los lectores. Es un hombre inteligente, culto, y con una notable capacidad de trabajo, que se sintió, al tiempo, fascinado por la figura de Alejandro Farnesio y sorprendido por el escaso conocimiento de que era objeto en España alguien que había tenido un papel tan destacado en su historia. Por eso decidió estudiarle a fondo, revisar cuanto se había escrito sobre él, analizar sus documentos, buscar sus retratos y representaciones artísticas, viajar a los lugares en que vivió, visitar su sepultura... En definitiva, acercarse al personaje con una técnica similar a la de los biógrafos, para escribir después su propia visión del duque de Parma.
No era, sin embargo, un empeño fácil. Nunca lo es la investigación biográfica, que exige, entre otras cosas, un enorme conocimiento del entorno y una capacidad para adentrarse en el carácter de la persona que se estudia, teniendo en cuenta, además, que tanto las circunstancias exteriores como los rasgos personales evolucionan y cambian. Un escritor tendría menos límites, y podría obtener incluso resultados muy estimados por los lectores y la crítica. Lo prueban, por ejemplo, algunas obras maestras de la literatura como los acercamientos de Stefan Zweig a Erasmo, María Estuardo u otras figuras históricas. Claro que no se trata de libros de historia, pues al creador literario no se le exige la precisión de quien utiliza un método histórico, que no puede fantasear sobre la psicología o el carácter de los personajes que estudia, crear situaciones o imaginar conversaciones, por muy atractivas, verosímiles y explicativas del personaje que pudieran ser. En este sentido, Luis de Carlos ha seguido de forma rigurosa dicho método, sintiéndose constreñido en todo momento por los datos y las pruebas documentales. Su obsesión por el rigor le ha llevado a una superabundancia de referencias, preocupado de forma permanente por citar la fuente de la que extrae cada una de sus informaciones. En cuanto al conocimiento del entorno, la presencia de Farnesio en los principales escenarios bélicos de su tiempo le obligaba a un enorme esfuerzo de comprensión de la política española y europea en la segunda mitad del siglo XVI, con cuestiones como la lucha contra los turcos en el Mediterráneo, las guerras en los Países Bajos, la Gran Armada contra Inglaterra o las guerras de Religión en Francia. De todo ello puede decirse que ha salido airoso, a pesar de otra gran dificultad a la que desde un principio se enfrentaba: el escaso tiempo que le deja el ejercicio de su profesión.
Luis de Carlos es un eminente jurista, socio director desde 2005 del bufete Uría Menéndez, uno de los más activos y prestigiosos de nuestro país. Durante más de treinta años se ha especializado en Derecho de mercado de valores, Derecho societario y gobierno corporativo, fusiones y adquisiciones y Derecho bancario. Entre sus varios reconocimientos, destaca el premio «Socio Director del Año en Europa», que le fue otorgado en 2016 en los The Lawyer European Awards. Es fácil comprender que su dedicación al estudio de Alejandro Farnesio le haya requerido un enorme esfuerzo, un aprovechamiento avaro del tiempo libre, en el que se incluyen también el descanso y el sueño. Su entusiasmo por el personaje justificaba tales sacrificios, que han sido para él una fuente inagotable de satisfacciones.
Conocí a Luis de Carlos cuando su estudio estaba ya muy avanzado, por medio de nuestro común amigo el senador vallisoletano Miguel Ángel Cortés. Mi aportación a su trabajo no ha sido por ello excesiva: algunos consejos y la lectura crítica de los capítulos que me iba mandando, además de proporcionarle a la persona que pudiera consultar en el Archivo de Simancas —al que su trabajo le impedía desplazarse como investigador— los documentos necesarios para completar el acercamiento al personaje. Desde un principio entendí que lo que De Carlos pretendía era algo distinto a lo que, como profesor universitario, estoy acostumbrado. No se trataba de una tesis doctoral ni de ejercicio académico alguno. Tampoco buscaba nada que no fuera su propia satisfacción personal en conocer mejor a Alejandro Farnesio y ofrecer sus conclusiones —mediante la publicación de este libro— a quien pudiera estar interesado. En varias ocasiones procuré prevenirle contra el entusiasmo por el biografiado tan frecuente entre los biógrafos, y me consta que ha procurado ver también sus defectos, aunque en una ocasión llegó a confesarme que su admiración por él seguía firme, porque la confirmaban cuantos hechos, actitudes y opiniones del duque de Parma analizaba.
Ciertamente, Alejandro Farnesio fue un personaje singular. No solo por su origen, en el que se mezclaban la ascendencia ilustre —bisnieto del papa Paulo III y nieto de Carlos V— con la bastardía. También y sobre todo por sus cualidades políticas y militares, su buen juicio y su valor en las numerosas acciones bélicas en las que intervino. Tenía una destacada capacidad para la utilización de la ingeniería en las operaciones militares, como habría de probar sobradamente en los Países Bajos. De Carlos señala que fue asimismo un súbdito leal en todo momento a Felipe II, pese a las acusaciones de sus enemigos a raíz del fracaso de la Gran Armada contra Inglaterra de 1588 o de su intervención en Francia en los años siguientes. Su gestión como gobernador de los Países Bajos (1578-1592) marcó el momento culminante de su biografía. Bajo su mando, los éxitos políticos y militares se acumularon y, como resultado de ello, el territorio sometido a Felipe II avanzó como nunca antes lo había hecho desde el comienzo de la insurrección. Y siempre quedará la duda de qué hubiera ocurrido si Felipe II, en lugar de ordenarle intervenir en la proyectada invasión de Inglaterra, y después en Francia en ayuda de la Liga Católica, le hubiera permitido concentrarse en la recuperación total de los territorios rebeldes.
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