“Algunos días me parece que si tuviera a mano una buena pluma, buena tinta y buen papel, escribiría sin dificultad una obra maestra”. André Gide.
En la estela de los grandes diarios íntimos del siglo XIX —Stendhal, Vigny, Delacroix—, el Diario de André Gide, que muchos consideran su obra más importante, es la clave de la transformación del género, su recreación como obra literaria conscientemente dirigida a un lector. Crónica puntillosa y nunca conformista de los avatares de nuestro tiempo, permite seguir, además, a lo largo de 63 años, la trayectoria íntima y espiritual de un hombre que anduvo preguntándose toda su vida por la premisa que sustenta el principio de moralidad… o de inmoralidad. Por sus páginas desfilan pintores, políticos, músicos, escritores; Madeleine, su mujer, Élisabeth, la madre de su hija, Marc, su amante; aventuras eróticas, viajes, odiseas intelectuales, crisis religiosas, guerras. Esta selección, realizada y traducida por Laura Freixas, en la que se incluyen textos que fueron inéditos hasta 1996, nos introduce en el único y complejo mundo de una figura central en la cultura del siglo XX.
André Gide
Diario
Selección, traducción y prólogo de Laura Freixas
ePub r1.0
Yorik 10.06.14
Título original: Journal
André Gide, 1996
Traducción: Laura Freixas
Editor digital: Yorik
ePub base r1.1
ANDRÉ GIDE (París, 1869 - Paris 1951). Escritor francés. Criado en Normandía, con problemas de salud y viviendo prácticamente aislado, se convirtió en un escritor prolífico desde temprana edad. Los efectos de una educación rígida y puritana condicionaron el principio de su carrera literaria, que se inició con Los cuadernos de André Walter (1891), prosa poética de orientación simbolista y cierto tono decadente. Se ganó el favor de la crítica con Los alimentos terrestres (1897), que constituía una crítica indirecta a toda disciplina moral, en la cual afirmaba el triunfo de los instintos y la superación de antiguos prejuicios y temores.
Esta exigencia de libertad adquirió posteriormente expresión narrativa en L’immoraliste (1902), La Porte étroite (1909), Isabelle (1912) y la Symphonie pastorale (1919). Después del éxito de Los alimentos terrestres, publicó Prometeo mal encadenado (1899), reflexión sobre la libertad individual, obstaculizada por los remordimientos de conciencia. Idéntica preocupación por lo moral y la gratuidad reflejan Los sótanos del Vaticano (1914) y Corydon (1924), esta última un diálogo en defensa de la homosexualidad, que supuso un auténtico escándalo.
Participó en la fundación de La Nouvelle Révue Française (1908) y publicó ensayos sobre viajes, literatura y política. Los monederos falsos (1925) es una de las novelas más reveladoras del período de entreguerras y gira en torno a su propia construcción y a la condición de escritor, aunque su obra más representativa tal vez sea su Journal (1889-1942), que constituye una especie de Bildungsroman (aprendizaje de novelista).
En sus novelas a menudo se ocupaba de los dilemas morales que vivió en su propia vida.
Durante la década de 1930, brevemente se convirtió en comunista, pero quedó desilusionado luego de su visita a la Unión Soviética. Sus críticas al comunismo le ocasionaron que perdiera varios de sus amigos socialistas.
En el año 1947 fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura.
Notas
[1] Las más recientes, las debidas a Pierre Lepape: André Gide, Le Messager, Seuil, París, 1997; y a Claude Martin: André Gide ou la Vocation du bonheur, Fayard, París, 1998.
[2] M. Chamblas-Poton (texto) y J.-B. Leroux (fotos): Les Jardins d André Gide, Éditions du Chêne, París, 1998.
[3] Marguerite Yourcenar: «André Gide revisited», en Cahiers André Gide, núm. 3, Gallimard, París, 1972.
[4] «Muchos se asombran de que Gide, que supo percibir casi inmediatamente en el África negra la opresión colonial, y fue luego uno de los primeros en denunciar el estalinismo en la URSS, se callara en el norte de África», señala Éric Marty en su prólogo al primer volumen del Journal (Gallimard, París, 1996, p. XLVII). Marty lo atribuye a los «placeres pedófilos» que encontraba en esos países, y explica: «¿Cómo podía pensar en la liberación de un pueblo que le ofrecía a él su libertad?»
[5] Se le reprochaba lo que eufemísticamente llamaban sus «tendencias», así como su defensa del comunismo y, en general, del pecado. Sólo González Ruano, Pla, Antonio Vilanova, Ricardo Gullón y alguno más dieron notas discordantes —o por lo menos más matizadas— en el coro de condenas. Véase el artículo de Marc Sagaert, «El adiós», en el número monográfico dedicado a Gide et l’Espagne del Bulletin des Amis d’André Gide, núms. 119-120, Angers, julio-octubre de 1998.
[6] Madeleine, dos años mayor que él, era su prima por el lado materno. En una de las primeras anotaciones sobre el amor que le inspira, Gide afirma que en ella revive el espíritu de Anna Shackleton, la que fue su institutriz (de Gide) e íntima amiga de su madre (Diario, enero de 1890). Más adelante, escribe: «¡Cuántas veces, estando Madeleine en la habitación de al lado, la confundí con mi madre!», (citado por Pierre Lepape, op. cit., p. 153). En la confesión que escribió tras la muerte de Madeleine, Et nunc manet in te, recuerda que alguna vez los tomaron por madre e hijo (Journal 1939-1949, Gallimard, París, 1954, p. 1.139). «Obstinadamente —dice Lacan—, las dos imágenes, la de la madre y la de la mujer amada, aun siendo tan diferentes, para Gide se superponen» (Jacques Lacan: «Jeunesse de Gide ou la Lettre et le désir critique», en Écrits, Seuil, París, 1966). Lepape, por su parte, hace notar que la letra «M», inicial de «Madeleine» y fonéticamente igual a «Em.» —abreviatura del nombre ficticio que Gide da a su esposa, Emmanuèle, y que sirve para designarla en el Diario— es también la inicial de Maurice y de Marc —los dos grandes amores homoeróticos de Gide— y de «Moi», «yo». (Lepape, op. cit., p. 285.)
[7] «Decidido abstractamente a los veinte años, su ateísmo habría sido falso; lentamente conquistado, coronación de una búsqueda de medio siglo, ese ateísmo se convierte en su verdad concreta y la nuestra», Jean-Paul Sartre, «Gide vivant», en Les Temps Modernes, París, marzo de 1951.
[8] Maurice Blanchot, La part du feu, Gallimard, 1949, p. 208.
[9]Ibid., p. 211.
[10] Bernard Fauconnier: «Lejeu du moi», en Magazine Littéraire. «La era de la sospecha» es el título de un conocido ensayo de Nathalie Sarraute (1956) que critica la literatura convencional y define las posiciones del nouveau roman.
[11] Claude Martin: «Faire l’amitié», en el número monográfico consagrado a Gide del Magazine Littéraire, núm. 306, París, enero de 1993.
[12] Citado por Jean Delay en «Gide ou l’expérience de soi», en Cahiers André Gide, núm. 3, Gallimard, París, 1972.