la elite despertó convertida en un monstruoso insecto.
Agradecimientos
L a Universidad de Santiago ha sido una institución vital para el proceso de desarrollo de esta obra. Lo que procura una institución no está solo en sus actos, sino también en su cotidianeidad e incluso en la mera calma para la existencia. En esta universidad hemos logrado consolidar un proyecto de improbable existencia en el ambiente académico chileno. Se trata del Centro de Investigación Sociedad, Economía y Cultura. Este centro es simplemente un equipo de investigadores cuyos requerimientos para existir son sencillos: un espacio (físico e intelectual) y la opción de construir investigación desde sus propias obsesiones teóricas, metodológicas y políticas. El modo de producción de este equipo supone que el principal financista del proceso es el propio equipo, no por el dinero procurado (que también lo consigue el equipo), sino por el trabajo aportado sin requerimiento más allá de la superviviencia. Nuestro modo de producción no es exportable ni es virtuoso: es simplemente el que nos hemos dado para producir conocimiento sin tener que pedir ni permiso ni perdón. Y en esa dinámica, una universidad que no censura nuestros contenidos, que nos apoya cuando incomodamos a uno que otro poder, que nos otorga un espacio físico para desplegarnos, que nos apoya con algún mueble cuando es necesario, nos resulta una institución conmovedora. No es mucho, pensarán algunos. Los que conocen la vida académica y nuestras comunidades científicas bien saben que es el universo entero cuando el egoísmo y la pequeñez están a la orden del día. Es en este marco que mi gratitud a la Universidad de Santiago y especialmente a la Facultad de Administración y Economía es tan significativo.
Esta obra tuvo grandes aportes dentro del equipo de CISEC. Jaime Delgado fue fundamental, Isidora Vásquez cumplió un rol decisivo (aun cuando ella no está trabajando con nosotros ahora, es importante agradecer su tarea), como también fue fundamental la labor de Javiera Araya (quien oficia de investigadora desde fuera de Chile). El nuevo equipo de investigación de CISEC discutió la obra en su seminario de actualización metodológica, labor semanal donde junto a Carla Azócar, Valentina Olivares, Marcela Vera, Carla Amtmann, Jaime Delgado, Felipe Vidal, Carlos Azócar y Miguel Farías trabajamos en cuestionar las propias obras realizadas desde el interior del centro de investigación. Los aportes de esas lecturas resultaron fundamentales en el proceso. También vale la pena agradecer a los investigadores jóvenes que se están sumando, como Matías Sobarzo y Camila Alvarado.
Nuestro equipo ha construido confianzas y ha emprendido labores conjuntas con Citiaps, equipo de investigación de ingenieros informáticos cuyos aportes pueden modificar radicalmente (si logramos la síntesis) la evolución de los mecanismos de procesamiento de datos capaces de dar comprensión sobre hechos sociales. La reflexión con ese equipo es también una importante fuente de saber para esta obra. Agradezco también a Rodrigo Baño y Jorge Mpodozis, quienes han discutido algunas de las hipótesis de la obra.
Más intensamente de lo que es frecuente, el borrador de esta obra ha sido revisado por diversas personas. Muchos de ellos no han autorizado que su nombre sea mencionado. Me limito a agradecer de modo general a quienes han orientado su tiempo a esta tarea.
Esta obra ha sido muy importante para mí. Me refiero al mero hecho de escribirla, que es siempre el mejor momento. La obra introdujo al espacio de comprensión de un ciclo político y social una hermenéutica nueva al incluir la cuestión de las elites. Y en ese nuevo espacio de interpretación, los contenidos de obras anteriores adquirieron nuevas texturas y profundidades. Esta obra vertebra de un modo más claro la posible conexión del proceso actual en Chile con la historia. Pero también aporta con conceptos que el caso ha requerido cuya proyección puede resultar de interés.
Alessandro y Claudia son mi última referencia en estos agradecimientos. La dedicatoria de un libro áspero es impertinente, la omisión de los nombres más importantes es impresentable, el detalle es siempre insuficiente (y cuando el detalle es suficiente, es impúdico). En medio de estas contradicciones, que siempre mueven la historia, simplemente mencionar sus nombres ordena un mundo.
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Alteraciones dolorosas al dibujo
L a historia la hacen los pueblos… mientras las elites están en crisis. El resto del tiempo la historia la hacen las elites.
Esta realidad (que para muchos puede sonar cruel) es usualmente omitida por quienes desean impulsar grandes transformaciones sociales. Pero es precisamente esta conciencia la que puede permitirlo. Las elites vertebran el orden, pero son también el sólido soporte del caos, son el punto de referencia de la crítica y es su crisis (la crisis de la elite) la señal más prístina de la decadencia de una época.
La crisis de una elite se expresa siempre en malestar social con los dominantes. Adquiere la forma del juicio moral al poderoso. O más específicamente, de un juicio público al poderoso. Pero ese juicio, de forma radical, se fundamenta siempre en una sensación cotidiana, en la emoción de un orden injusto que otorga tantas esperanzas como frustraciones. El final del camino de un orden es la crisis de su elite. Son los ciudadanos acorralados los que dejan de pactar en las pequeñas cosas, los que dejan de aceptar la mentira proveniente del poder e incluso dejan de aceptar sus verdades. Los pueblos sienten la crisis de una elite como propia. Y a veces son ellos mismos capaces de revivirla. Pero si el camino recorrido fue lo suficientemente esclarecedor para otorgar visibilidad a las principales capas del abuso, la inundación de los valores impugnadores puede ser lo suficientemente intensa como para ser irrevocable.
La injusticia no es una teoría en la sociedad. Se expresa con un dibujo, con una secuencia de hechos susceptibles de ser ordenados en una historia verosímil, sencilla, traslúcida. Comenzamos la obra planteando el dibujo general que detectamos hoy en la ciudadanía. La obra nace en este dibujo, en la conciencia de la existencia de este dibujo en la ciudadanía. Las páginas siguientes son un esfuerzo por teorizar e interpretar desde y hacia ese dibujo.
A. Dibujo general
Un día, un señor se levantó por la mañana y descubrió una carta emitida desde el banco donde era cliente. Al abrirla, apreció que el ordenado contenido del documento desorbitaba contundentemente su vida. Recordaba, por supuesto, el evento inicial: aquel día (hoy infausto) en que había solicitado un crédito. Recordaba que en ese instante no había imaginado el presente escenario como posible. Con la repetición de eventos semejantes en otros bancos, en el