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Jaime Bedoya Martínez - Las trece colonias

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Jaime Bedoya Martínez Las trece colonias

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ANEXOS GENERALES QUE COMPLEMENTAN ESTE TEXTO
ANEXO I
LAS GUERRAS CON LOS INDIOS

Uno de los grandes problemas que existía era la grande y profunda diferencia cultural entre las dos razas: por una parte las diferentes formas de vida y por la otra la enajenación de la civilización que influyó en su pensamiento distorsionado. Y esto fue reflejado principalmente en las actitudes hacia la privatización del patrimonio de la humanidad, como era la tierra que debía explotarse para el bien común.

Los indios, por otro lado, consideraban que sus tierras eran patrimonio de la colectividad y pertenecían a sus tribus o nación y en ninguna forma podrían convertirse en propiedad privada. Y las leyes y costumbres de los hombres blancos eran muy diferentes, y por lo tanto las tierras no eran consideradas como propiedad de la comunidad sino de la familia, individuos o entidades comerciales, quienes podrían obtener ciertas tierras por donación, conquista o compra, y de la misma manera tenían el derecho de venderlas o utilizarlas del modo que ellos quisieran.

Los indios creían que se les pagaba por el uso temporal de la tierra, creían que los colonizadores iban solo a compartir la tierra para cosechar alimentos. Pero cuando los blancos les informaron a los indígenas que no podían regresar a las tierras ocupadas por los nuevos «dueños», las relaciones amistosas de inmediato se rompieron.

Gradualmente, el temor y la sospecha crecieron entre los indios. A la vez los blancos comenzaron a ver a los indígenas como una gran amenaza. Y muy pronto empezó la hostilidad, que duraría más de 250 años con masacres de parte y parte. Para muchos blancos, los indios eran «salvajes peligrosos», y para muchos indios, los blancos eran gentes codiciosas que les estaban robando sus tierras y despojándoles y echándoles de su hábitat natural.

Hacia el año 1620, blancos e indígenas habían comenzado a luchar ferozmente, en una serie de guerras que continuaron durante más de dos siglos y medio. Y con la gran superioridad manifiesta en armas, en estrategia y fuerzas militares, los blancos lograron expulsar a los indios de las tierras del Este. Algunas tribus fueron casi exterminadas a causa de las guerras y de enfermedades como la viruela. Y muchas de estas enfermedades eran desconocidas en América antes de la llegada del hombre blanco.

Y como se sabe, durante los primeros años, el gobierno de los Estados Unidos, firmó tratados con las tribus más importantes. Estos tratados prometían a los aborígenes que podían quedarse con sus tierras tribales. En esta época, muchos blancos norteamericanos vivían en la zona de la costa Este del Atlántico. Y las tribus del Oeste no llegaban más allá de las montañas de Allegheny.

Sin embargo, al principio de la década de 1800, la situación estaba cambiando. Entre 1790 y 1820 la población de los Estados Unidos creció más del doble. Los colonizadores se trasladaron más al Oeste y se introdujeron en el territorio indio. Y así los pactos firmados con los indios, se rompían a menudo. Los blancos ni el gobierno cumplieron sus promesas al expulsar de nuevo arbitrariamente a los indios de sus propios territorios.

ANEXO II
SÍNTESIS POLÍTICO-ADMINISTRATIVA

Como muy bien lo dice Leopoldo Fornés Bonavía, en la cúspide del poder político de las Trece Colonias, se situaba un gobernador nombrado directamente por la Corona. Tanto en las colonias de promoción real como en las fomentadas por iniciativa privada, las comunidades de vecinos de las villas y pueblos, estaban dotadas de ciertas facultades como las de elegir asambleas legislativas, con poderes más amplios que los cabildos hispanos. Esta tradición de autogobierno en la América Británica, se remonta al pacto que los peregrinos del «Mayflower» firmaron para erigirse en gobierno, dotarse de leyes iguales para todos y en pro del bien, de donde nació en parte la «Carta Constitucional».

Por otra parte, la incipiente democracia se veía limitada por el hecho de que para ejercer el derecho al voto era necesario ser propietario de tierras; si bien el derecho a la crítica y hacerse oír, lo tenían en principio, todos los ciudadanos. Estas asambleas no solo dictaban leyes, sino que también ejercían el poder ejecutivo local, aunque por delegación del gobernador. Lo progresista de estas asambleas locales radicaba en que los ciudadanos siempre disfrutaron de las libertades de palabra, opinión, reunión y prensa, cuando esta apareció en el siglo XVIII.

Como se ha podido observar, la colonización inglesa se produjo un siglo después de la española, en consecuencia, sus instituciones tenían una estructura más moderna. Con la conveniencia, de que disfrutaban, al menos en principio, de una mayor autonomía respecto a la metrópoli, lo que le permitió desarrollarse sin grandes controles limitantes. Además, y es el hecho más importante, los colonizadores no aspiraban a regresar enriquecidos al viejo mundo, sino que, fugitivos de una situación de intolerancia religiosa, económica y política, deseaban echar raíces en América. Todas estos factores, afirma el autor mencionado anteriormente, imprimieron a las colonias sajonas, unas características que todavía hoy pueden detectarse muy fácilmente en el entramado socioeconómico de los Estados Unidos y Canadá.

ANEXO III
LA FORMACIÓN ASOMBROSA DE LOS ESTADOS UNIDOS

Una vez conformadas las Trece Colonias, y pasada la «Guerra de la Independencia», se consolida la gran «Nación de Naciones» con su «Carta Constitucional», que ve públicamente su luz, el día 17 de Septiembre de 1787, y a partir de ella, es nombrado el patriota, el caballero de la revolución y el epónimo estadista, Sir George Washington, como el primer presidente de la «Confederación Americana», en el más logrado acierto de la nueva república, y quien le imprimió el carácter de nación democrática, altruista y altamente humana, civilista y progresista.

Y como el país estaba recién creado, alejado de las zonas de conflicto del viejo mundo, por entonces un verdadero campo de batalla a causa de la Revolución Francesa, se entrega de firme a la tarea de sentar las bases de la «Revolución Industrial», y sobre todo, a extender sus territorios a expensas de los indios mediante compras o guerras de conquista. Ohio fue incorporado a la Unión en 1803, después de Vermont, Kentucky y Tennessee. Mediante compra a Napoleón adquirieron por 80 millones de francos, en el mismo año de 1803, el inmenso territorio de Luisiana, que España había cedido en 1800 a Francia.

Posteriormente, en el año de 1818, la región central de la actual frontera con el Canadá, fue cedida por Inglaterra. Un año más tarde, España vendió a la Florida al presidente Andrew Jackson. En el año de 1836 se produjo la guerra de Texas, entonces parte de México, y cuyos colonos norteamericanos decidieron pronunciarse por la secesión de aquel país. Y en 1845 Texas solicitó, además, la anexión como Estado a la Unión. Al año siguiente el enorme territorio virgen de Oregón, al suroeste del Canadá, fue obtenido mediante tratado con la Gran Bretaña.

Y de este modo fueron surgiendo los nuevos Estados de Luisiana, Florida, Texas, Indiana, Illinois, Michigan, Alabama, Mississippi, Iowa, Wisconsin, Missouri y Arkansas. Los últimos territorios fueron anexados al estallar la guerra con México a causa de los conflictos por los límites territoriales. Los norteamericanos consideraban que Texas llegaba hasta el río Bravo o Grande del Norte, y al ocupar ese territorio, México le declaró la guerra. Y como era lógico, se impuso la superioridad militar de los Estados Unidos, y entonces México, hubo de someterse en el año de 1848 al tratado conocido como Guadalupe Hidalgo, por el cual cedía a la Unión la Alta California y Nuevo México, y los territorios que después serían los Estados de Nevada, Utah y Arizona. México reconocía, además, la secesión definitiva de Texas y la frontera en el río Bravo.

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