STAMPA PIÑEIRO, LEOPOLDO (Valladolid, España, 27 de mayo de 1949). Es un diplomático español. Licenciado en Derecho, ingresó en 1976 en la Carrera Diplomática.
Miembro y cofundador de la Asociación de Amigos de la Historia Militar, es autor de más de una veintena de obras, entre las que destacan «Spain and the Moluccas. Galleons around the world», «Pólvora, plata y boleros»; «La batalla de Almonacid», «La Guardia Real a través de su histori». Es, asimismo, coautor de «Regimiento de Pavía. 500 años de historia», junto con Julio Albi.
BIBLIOGRAFÍA SELECTA
Introducción
ARGENSOLA, Bartolomé Leonardo de: Conquista de las islas Molucas. Editorial Miraguano y Polifemo. Madrid, 1992.
BAERT, Annie: «Las condiciones prácticas de los viajes de Mendaña y Quirós». Revista Española del Pacífico, n.º 4. Madrid, 1994.
CANALES, Carlos y DEL REY, Miguel: Naves mancas. La Armada española a vela de cabo Calidonia a Trafalgar. EDAF. Madrid, 2014.
CHAUNU, Pierre: La expansión europea (siglos XIII al XV). Ed. Labor. Nueva Clío. Barcelona, 1982.
CERVERA PERY, José: La estrategia naval del Imperio. Ed. San Martín. Madrid, 1982.
FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, Martín: Colección de viajes y descubrimientos que hizieron por mar los españoles desde fines del siglo XV, con varios documentos inéditos concernientes a la historia de la marina castellana y de los establecimientos españoles de Indias. Volúmenes IV y V. Imprenta Real. Madrid, 1837.
—Colección de documentos inéditos para la historia de España. Imprenta Real. Madrid, 1842.
FRANKLIN, A.: La vie privée d’autrefois. Arts et métiers, modes, moeurs, usages des parisiens. Plon. París, 1895.
HANNA, Willard A. y ALWI, Des: Turbulent times past in Ternate and Tidore. Editorial Rumah Budaya. Banda Naira. Molucas. Indonesia, 1990.
HIDALGO NUCHERA, Patricio: Auge y caída del comercio de las especias. Universidad Autónoma de Madrid. Madrid, 2018.
KAMEN, Henry: Felipe de España. Ed. Siglo Veintiuno. Madrid, 1997.
LUCENA, Manuel: Descubrimiento de América. Novus Mundus. Ed. Anaya. Madrid, 1988.
LYNCH, John: Monarquía e Imperio en el reinado de Carlos V. Santillana Ediciones Generales. Madrid, 2007.
OBOLENSKY, Iván: El comercio de las especias. Dynamic Doingness Inc. Nueva York, 2013.
PARRY, John H.: La época de los descubrimientos geográficos, 1450-1620. Ed. Guadarrama. Madrid, 1964.
PAZZIS PÍ CORRALES, Magdalena de: Felipe II y la lucha por el dominio del mar. Ed. San Martín. Madrid, 1989.
—Felipe II y la defensa de la monarquía. Real Sociedad Económica del País. Valencia, 2001.
RAHN PHILLIPS, Carla: El tesoro del San José. Muerte en el mar durante la Guerra de Sucesión española. Marcial Pons Historia. Madrid, 2000.
SALGADO ALBA, Jesús: El buque de escolta en la Armada española. Ed. Bazán. Madrid, 1989.
SANTIAGO CRUZ, Francisco: La nao de China. Ed. Jus. México, 1962.
SOLANO, Francisco: Navíos y mercaderes en la ruta occidental de las Especias (1519-1565). Lisboa, 1975.
THOMPSON, I. A. A.: Las galeras en la política militar española en el Mediterráneo durante el siglo XVI. Keele University. Newcastle, 2006.
TURNER, Jack: Las especias. Historia de una tentación. Ed. Acantilado. Barcelona, 2018.
VARIOS AUTORES: Descubrimientos españoles en el Mar del Sur. Editorial Naval. Madrid, 1992.
Las especias
1. Las especias
EL IMPERIO ESPAÑOL EN LAS INDIAS fue, en buena medida, la consecuencia de la búsqueda de las especias. Así dicho es una afirmación simplificadora de una realidad muchísimo más compleja, pero observando con distancia los orígenes de aquel contexto histórico, no tendremos más remedio que aceptar que hay cierto sentido en la afirmación, aunque me salte los matices del debate.
Jack Turner, en un delicioso libro sobre esos apetecidos condimentos, llega a afirmar que «cuando Colón se topó con América no iba buscando un mundo nuevo, sino uno viejo», aquel cuya evocación dibujaba un orbe donde crecían los aromas, los sabores y las fragancias en formas vegetales diversas, rodeado de un aura ultraterrena surgida de aquellas leyendas medievales en las que se creía que las especias brotaban en el Paraíso.
Cierto es que ese aspecto casi mágico no desdeñaba otro más material: el astronómico valor de las especias.
Antes de que Colón y de que los cartógrafos y geógrafos detectasen la fuente de esas delicias vegetales, nuestros antepasados pensaban que las especias eran mercancías de otro mundo. La ruta de las caravanas demostró que no era así. Después de cosecharse en lejanas tierras, las especias llegaban a los mercados de Venecia, Brujas y Londres a través de una oscura maraña de rutas que recorrían más de la mitad del planeta conocido.
Habituales desde las épocas faraónicas, China e India habían comerciado con ellas desde los puertos centenarios de Basora, Yedda, Mascate o Aqaba, a través de la antigua, lenta e inacabable Ruta de la Seda, que nacía en el este de China y recorría Asia central, Persia o Arabia, para que la preciada carga terminase en Alejandría, Alepo o Bizancio y continuara hacia el Mediterráneo; o por el Danubio hasta Europa Occidental.
Turner traza en su libro el apasionante itinerario, salpicado de notas inteligentes y de buen gusto, que acompañan el relato de esa aventura del comercio de las especias y que llevaron consigo durante miles de años una variedad de mensajes muy poderosos. Patricio Hidalgo Nuchera, en un cuidado trabajo realizado en la Universidad Autónoma de Madrid, penetra también en los detalles de ese tráfico y aporta datos de mucho interés.
Los orígenes de la ruta de las especias nos hablan de transacciones en tiempos romanos y de Alejandro Magno. Cuando Roma declinó, el Índico se convirtió en un mar árabe por donde las especias tuvieron su tráfico marinero. Pero sin necesidad de irnos tan lejos, baste apuntar que a partir de la Edad Media las rutas se ramificaron.
Los trayectos terrestres partían de China, y al alcanzar la India se bifurcaban. Uno llegaba hasta el estrecho de Ormuz, en la entrada del golfo Pérsico, continuaba a través de Persia y seguía hasta Tabriz para dirigirse a Trebisonda, en la costa sur del mar Negro. Allí, en la ciudad de Tana, estaban asentados los mercaderes genoveses que distribuían productos hacia las ciudades bálticas y los puertos mediterráneos. El otro camino terrestre partía desde la India y seguía despaciosamente los valles del Éufrates y el Tigris para concluir su recorrido en los mercados de Constantinopla. Desde allí, con ritmo de cuentagotas, y a través de los comisionistas árabes, bizantinos y judíos, las especias eran distribuidas en Europa y en los mercados escandinavos.
La alternativa marítima a estas rutas terrestres también tenía dos ramales. Las sendas marinas tenían su origen común en las regiones productoras de especias, es decir, las Molucas, Borneo, Java, Ceilán y Malaca. Desde Malaca una de las rutas remontaba hasta el fondo del golfo Pérsico y, desde allí, en un largo transporte, franqueaba el desierto y desembocaba en Palestina o en Alepo, en Siria. La otra travesía, navegaba por el Índico y se acercaba a las costas del mar Rojo; una vez desembarcada la carga, seguía en caravanas hasta El Cairo, donde las especias se tasaban y vendían antes de ser enviadas a Alejandría. Los agentes de la banca de Venecia estaban asentados en la ciudad y, desde sus factorías, se encargaban de despacharlas hasta los muelles de la costa italiana, donde un puñado de intermediarios venecianos las distribuían a Francia, Alemania e Inglaterra a precios disparatados. Europa era el otro gran centro de consumo de especias. Patricio Hidalgo distingue tres grandes espacios, el Mediterráneo, Flandes y el Báltico. El primero marcaba la frontera de la cristiandad con Oriente y con los musulmanes. Venecia recibía especias a cambio de armas y plata. En Flandes eran los tejidos, las telas flamencas y los bordados los que se cambiaban por pimienta, nuez moscada, canela y sedas, pero también por sal y vino mediterráneo. Por último, el Báltico recibía en los estrechos daneses y en las ciudades de la Hansa, las especias y las sedas contra el hierro y el cobre.