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Domingo Faustino Sarmiento - Facundo

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Domingo Faustino Sarmiento Facundo

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Advertencia del autor

Después de terminada la publicación de esta obra, he recibido de varios amigos rectificaciones de varios hechos referidos en ella. Algunas inexactitudes han debido necesariamente escaparse en un trabajo hecho de prisa, lejos del teatro de los acontecimientos, y sobre un asunto de que no se había escrito nada hasta el presente. Al coordinar entre sí sucesos que han tenido lugar en distintas y remotas provincias, y en épocas diversas, consultando un testigo ocular sobre un punto, registrando manuscritos formados a la ligera, o apelando a las propias reminiscencias, no es extraño que de vez en cuando el lector argentino eche de menos algo que él conoce, o disienta en cuanto a algún nombre propio, una fecha, cambiados o puestos fuera de lugar.

Pero debo declarar que en los acontecimientos notables a que me refiero, y que sirven de base a las explicaciones que doy, hay una exactitud intachable, de que responderán los documentos públicos que sobre ellos existen.

Quizá haya un momento en que, desembarazado de las preocupaciones que han precipitado la redacción de esta obrita, vuelva a refundirla en un plan nuevo, desnudándola de toda digresión accidental, y apoyándola en numerosos documentos oficiales, a que sólo hago ahora una ligera referencia.

1845.

On ne tue point les idées.

FORTOUL


A fines del año 1840. Al pasar por los baños de Zonda, bajo las armas de la patria que en días más alegres había pintado en una sala, escribí con carbón estas palabras:

On ne tue point les idées.

El Gobierno, a quien se comunicó el hecho, mandó una comisión encargada de descifrar el jeroglífico, que se decía contener desahogos innobles, insultos y amenazas. Oída la traducción, «¡y bien! —dijeron—, ¿qué significa esto?…».

Significaba, simplemente, que venía a Chile, donde la libertad brillaba aún, y que me proponía hacer proyectar los rayos de las luces de su prensa hasta el otro lado de los Andes. Los que conocen mi conducta en Chile saben si he cumplido aquella protesta.

Notas del «Capítulo 8» (autor)

[*] El señor Alberdi

[*] Estos sacerdotes fueron el cura Villafañe, de la provincia de Tucumán, de setenta y seis años de edad.

Dos curas Frías, perseguidos, de Santiago de Estero, establecidos en la campaña de Tucumán, el uno de sesenta y cuatro años, y el otro, de sesenta y seis.

El canónigo Cabrera, de la catedral de Córdoba, de sesenta años. Los cuatro fueron conducidos a Buenos Aires y degollados en Santos Lugares, previas las profanaciones referidas. (Nota de la 1ª edición).

Notas del «Capítulo 9» (autor)

[*] Tengo estos hechos de don Domingo de Oro, quien estaba por entonces al lado de López, y servía de padrino a Rosas, muy desvalido para con aquél en aquellos momentos. (Nota de la 2ª edición).

Notas del «Capítulo 10» (edición)

[1] Lugar del campamento de Facundo, en La Rioja, donde se conserva el enorme algarrobo a cuya sombra se dice que descansaba Quiroga.

[2] Segovia: «se aplica… al jaguar o tigre, que acosado por los perros u otros enemigos, se pone enfurecido y se resiste a pie firme».

[3] En octubre de 1839 varios distritos del sur ganadero se alzaron contra el gobernador, en otro resquebrajamiento del otrora sólido bloque federal. Grupos de peones, comandados por hacendados, fueron sofocados por las milicias de la frontera en la provincia de Buenos Aires. Los jefes de la conspiración fueron ajusticiados por orden de Rosas. Otros insurrectos se refugiaron en la Banda Oriental y por lo menos mil acompañaron a Lavalle.

[4] Alsina rectifica la fecha en su nota 37: «De octubre de 1840 y abril de 1841». El historiador Halperín Donghi (en Argentina. De la revolución de independencia a la confederación rosista, Buenos Aires, Paidós, 1972) dice: «Presentado como explosión espontánea de la cólera popular, el terror estuvo sin embargo a cargo de un pequeño número de funcionarios, en su mayoría policiales, y se ejerció con demasiado cuidado de no provocar dificultades a la política del gobierno para que sea verosímil que la selección de las víctimas haya sido obra de la ciega cólera popular…». «Y en lo inmediato las carnicerías de 1840 causaban grave daño político al sistema que acababa de vencer sobre adversarios tan poderosos. Así lo entendió Mandeville; luego de cuarenta días de terror en las calles indicó sobriamente a Rosas que la situación debía cesar de inmediato: el Restaurador se explayó en frases truculentas (…) pero las matanzas cesaron esa misma noche. La gestión, aunque discreta, no permaneció sin embargo desconocida, y si a muchos indignó la tardanza de Mandeville en intervenir, a todos pareció que los hechos revelaban qué poder era en Buenos Aires mayor que el del todopoderoso Restaurador…».

[5] «La caballería que conduce la carga en una marcha». (Segovia).

[6] El triunfo de Paz en La Tablada provoca la sublevación de los unitarios de Mendoza encabezados por J. A. Moyano. deponiendo al gobernador federal Corvalán. Pero Villafañe, segundo de Quiroga, venció a los sublevados en el Pilar, devolviendo a éste el dominio sobre San Juan y Mendoza.

[7] Es José Félix Aldao, el sacerdote capellán del Ejército de los Andes.

[8]Rudecindo Alvarado (1792-1872), fue guerrero de la Independencia. Luchó en el Ejército del Norte junto a Belgrano y realizó las campañas de Chile y Perú a las órdenes de San Martín. Fue gobernador de Mendoza y Salta en 1831, depuesto por la victoria de Quiroga en La Ciudadela. Emigró del país hasta 1848. Fue Ministro de Guerra y Marina de Justo José de Urquiza en 1854 y ocupó el cargo de gobernador de su provincia natal, Salta.

[9]Wenceslao Paunero (1805-1871), porteño, luchó en la guerra con el Brasil y posteriormente junto al general Paz. Como emigrado, pasó a Bolivia y a Chile. Apoyó a Mitre. Fue jefe del Estado Mayor de Buenos Aires (1859-61), y Ministro de Guerra de la Nación (1868).

[10] Misión enviada por Rosas a Córdoba con fines de pacificación. Los comisionados Pedro Feliciano de Cavia y Juan José Cernadas llegaron a la ciudad de Córdoba en enero de 1830.

Notas del «Capítulo 11» (autor)

[*] El éxito final no ha justificado tan halagüeñas esperanzas; la industria de la seda languidece hoy en Mendoza, y desaparecerá por falta de fomento. (Nota de la 2ª edición).

Notas del «Capítulo 12» (edición)

[1]Javier López fue gobernador de Tucumán. Después de Oncativo, logró destituir a Ibarra, gobernador de Santiago del Estero (1830). Junto con Lamadrid, fue derrotado en La Ciudadela por Quiroga.

[2]Juan Arenareen, militar alemán o sueco. En la Argentina integra las fuerzas del general Paz y luego de Lamadrid. Muere en la batalla de La Ciudadela en 1831.

[3] «Bosque en forma de lista o borde de un bosque que en la planicie, a la distancia, aparece como una banda, semejante a una gran ceja. El nombre ha sido dado por semejanza, y es antiguo en América; se dice también en Cuba, Méjico, Bolivia y el Perú; monte está usado en el sentido de “bosque” o de “selva”» (Berta E. V. de Battini, ob. cit., pág. 440)

[4] Quiroga entra en Tucumán en 1826, luego de deponer al gobernador de Catamarca y de vencer a Lamadrid en El Tala. Nuevamente se apodera de la ciudad, recuperada por Lamadrid, luego de derrotar a éste en El Rincón el 6 de julio de 1827. Por tercera vez ocupa Tucumán, luego de vencer a Lamadrid en La Ciudadela, el 4 de noviembre de 1831.

[5] El presbítero José Eusebio Colombres (1778-1859) es recordado especialmente por el impulso que dio a la explotación de la caña de azúcar y al uso de trapiches, en su provincia natal de Tucumán. Tuvo actuación política importante en su provincia. Fue Ministro de Gobierno de Bernabé Aráoz y estuvo al lado de los unitarios en la Coalición del Norte. La derrota de esta liga lo obligó a emigrar a Bolivia, regresando al país luego de Caseros.

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