Este libro debe su texto a grabaciones
y materiales extraídos de varios
libros de mi autoría
F. L.
Una constante que fluye por los meandros de los sucesos argentinos es la tendencia hacia una mejor democracia política en conexión con una vocación de igualitarismo social más sólido. Sin duda: somos un pueblo hecho para la democracia, aunque las revoluciones sean parte cierta de nuestro pasado.
La palabra “revolución” implica un cambio radical en los núcleos de “poder” al ser reemplazados por otros que suscitan mayor aceptación social. En ese sentido, la gesta de Mayo sí fue una revolución auténtica porque cambió de régimen, de costumbres, de castas, leyes y vida cotidiana. Sin embargo, y como parte de una propensión regional, en la Argentina abusamos muchas veces del concepto para referirnos a cambios de gobiernos más o menos violentos pero nunca concluyentes.
El nuevo libro de Félix Luna pone especial atención en esos sucesos: La revolución del Parque con sus secuelas, y la zaga de golpes militares iniciada en 1930, recreada en 1943 y retrucada en 1955. Fiel al estilo de uno de los historiadores más lúcidos de la Argentina, Revoluciones toma forma como una rigurosa reflexión alrededor de los sacudones políticos y las soluciones constitucionales que prepararon la génesis del futuro de una nación.
Félix Luna
Revoluciones
Estallidos políticos y soluciones constitucionales
ePUB r1.0
GONZALEZ29.04.13
© 2006, Félix Luna
ePub base r1.0
FÉLIX LUNA Nació en Buenos Aires en 1925. Se graduó como abogado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires en 1951. Escribió numerosas obras de historia, ensayo, ficción, periodísticas y musicales. Entre 1964 y 1973 fue editorialista en el diario Clarín y colaboró en diarios y revistas del interior del país. Entre 1963 y 1976 ejerció la docencia como profesor de “Historia de las Instituciones” en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. En 1967 fundó la revista Todo es Historia, que a partir de 1983 pasó a ser también un programa televisivo. Por su desempeño como investigador y divulgador histórico recibió distinciones de los gobiernos de Francia, Perú y Brasil, y fue nombrado ciudadano ilustre de la ciudad de Buenos Aires en 1996. Desempeñó también cargos públicos de relevancia y fue distinguido con una gran cantidad de premios entre los que sobresale el Premio Konex en el rubro “Biografías históricas”, en 1994. Entre sus libros se destacan Yrigoyen (1954), Alvear (1958), Diálogos con Frondizi (1962), Soy Roca (1989), Historia integral de la Argentina (1994/ 1997), Martín Aldama. Un soldado de la Independencia (2001) y el fundamental Breve historia de los argentinos (1993), reeditado recientemente por el sello Planeta en una versión corregida y aumentada por el autor.
ALGUNAS DIVAGACIONES EN TORNO AL BICENTENARIO
En un artículo que se titulaba “Cuando los presidentes confiesan que se equivocan” he hablado de Perón, de Frondizi y también de Alfonsín y de Menem. Es interesante observar ese momento en que los presidentes en el ejercicio del poder toman debida cuenta de lo que han dicho cuando eran opositores, registran que no pueden seguir sosteniéndolo, y se ven obligados a cambiarlo. Pero ese cambio debe ser hecho de una manera formal, pública.
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Perón era muy vivo, muy astuto, y en el Congreso de la Productividad no fue el gobierno el que suscribía las resoluciones, sino que lo hacían la CGT, por un lado, y la CGE, por el otro. Con un poco de tiempo, se habrían implementado medidas en el sentido de lo que el Congreso aconsejaba: fomentar la productividad general del país, hacer que la gente trabajara más, reducir los feriados, disminuir los beneficios de que gozaban los trabajadores para mejorar lo que hoy se denomina “costo-país”.
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Frondizi llega al poder y hace su campaña sobre la base de una plataforma que había sido aprobada nueve años antes por el radicalismo y que ya había perdido vigencia: postulaba la reforma agraria, la cogestión de los obreros en las empresas, etcétera. Pero a la hora de actuar hizo lo que le pareció más conveniente, sobre todo en materia de petróleo. Se daba cuenta de que estaba violando de una manera desmedida su propio programa y sintió la necesidad de que se consagrara formalmente esa política. Para ello reúne la convención de la UCRI en Chascomús, mientras él permanecía en una estancia cercana, y ahí se aprueba un programa de acuerdo con lo que había hecho hasta entonces el gobierno de Frondizi.
Alfonsín también tuvo que retractarse de algunas cosas que había dicho en la campaña electoral. Y Menem, mejor no hablemos.
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¿Qué obliga a hombres que llegan al poder con buenas intenciones a tener que rectificar cosas que han dicho antes? La ligereza de los dirigentes políticos cuando son opositores, el oportunismo para decir una cantidad de cosas que llegados al poder no podrán realizar. No pasa solamente en la Argentina, ha ocurrido en otros países del mundo —también de una manera muy dramática por cierto—. En general, al político se le reprochan estas inconsecuencias, pero en la Argentina estamos acostumbrados a tragarnos esos sapos, dicho en criollo para que se entienda.
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De Gaulle llega al poder en 1958 llevado por las complicaciones del tema de Argelia, con la idea implícita de que él va a mantenerla como una colonia francesa. Empieza desde el primer momento a desmontar todo su proyecto para que Argelia se convierta en independiente y acabe con la tragedia colonial. Se lo reprocharon duramente, desde luego, pero era un tema respecto del cual, en primer lugar, De Gaulle se había manejado con mucha cautela y, en segundo lugar, todos los franceses lúcidos se habían dado cuenta de que no podía seguirse una guerra suicida de ese tipo.
Otros presidentes en el mundo, otros gobernantes, han tenido que hacer algo similar. Constituyen plataformas locas que después no pueden cumplir y la sociedad los reprocha. Tal vez haya una necesidad de que los políticos sean más contenidos en las cosas que digan, se comprometan menos con eslóganes, con lemas, con cosas de las cuales después, cuando ya no estén en el llano, van a tener que arrepentirse. Es indudablemente una falla en la madurez política del país.
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Las revoluciones que hemos recorrido en el curso de estas páginas constituyen más bien un repaso de algunos aspectos centrales de la política cuando uno analiza el pasado de este país, tan joven por otra parte. No sabemos cómo se va a abordar el Bicentenario de la Revolución del 25 de mayo de 1810, pero estamos seguros que va a haber inventarios de lo que el país ha hecho o ha dejado de hacer en estos doscientos años. En 1910, cuando el Centenario por antonomasia, el Centenario con mayúscula, Joaquín González publicó un libro que aún hoy es interesante leer: El Juicio del Siglo, donde hacía un balance de la corta vida de la Argentina y marcaba algunas constantes acaecidas, como lo que él llamó la “ley del odio”, que a juicio de González era una persistencia dentro de nuestros tiempos históricos.