AGRADECIMIENTOS
Cuando Dante desciende al inframundo y recorre un círculo tras otro hasta llegar a las costas heladas del lago Cocito, cuenta con el poeta Virgilio como guía, sin el cual el viaje no sería posible. En los años que pasé documentándome y escribiendo este libro, tuve la suerte de conocer a toda una legión de Virgilios, gente que me guió por paisajes extraños, pronunció discursos motivacionales a altas horas de la noche, leyó caóticos borradores y me proporcionó arrebatos de inspiración grandes y pequeños. Sin ellos, este libro no existiría.
Gracias a los exploradores, científicos y artistas que dedicaron tiempo a llevarme bajo tierra, a menudo en espacios sagrados, restringidos o delicados. Otter me enseñó el túnel que acabaría cambiando el rumbo de mi vida. Steve Duncan fue mi sensei en el subsuelo de Nueva York. Russell siempre estaba dispuesto a visitar un túnel de madrugada. Gracias a Gilles Thomas por mostrarme las catacumbas de París y, en una ocasión, por apagar una bomba de humo subterránea. Luca Cuttita fue paciente al enseñarme a utilizar un descendedor. La buena gente del SURF y Life Underground me mantuvo a salvo en las profundidades. Sina Bear Eagle fue generosa con su tiempo en las Colinas Negras. Estoy profundamente agradecido a Colin Hamlett y su familia, que me contaron su historia y me ofrecieron estofado de canguro. Chris Nicola me presentó a gente y respondió a mis numerosas preguntas sobre la oscuridad. María Alejandra Pérez me ayudó a comprender los caprichos de la psique del espeleólogo. Gracias a Robert Bégouën por llevarme hasta los bisontes. Muchos discípulos de REVS me dejaron pistas por toda la ciudad. Gracias a Humberto, que ahondó en sus recuerdos conmigo. Y a Holley Moyes, que me ayudó a ver la magia de la zona oscura.
Asimismo, estoy en deuda con las siguientes personas, que contestaron llamadas, trasladaron preguntas, me presentaron a gente, impartieron sus conocimientos, ofrecieron sofás o suelos y me prestaron apoyo: Craig Hall, Tiki Hall, Walter Tschinkel, Raina Savage, Philip Jones, Vicky Winton, Rachel Popelka-Filcoff, Ric Davies, Paul Taçon, Andreas Pastoors, Jean Clottes, Margaret Conkey, Megan Biesele, Eugenia Manzella, Moses Gates, Jazz Mandela, Liz Rush, Chris Moffett, Penelope Boston, Jan Amend, Caitlin Casar, Brittany Kruger, Duane Moser, Tom Regan, la Société Française de Photographie, Hatchet, Lazar, Cat, Séléna McMahan, Guillermo de Anda, Carolyn Boyd, Derek Ford, Katie Parla, «Il Papa del Sottosuolo», Henry Chalfant, Yulia Ustinova, Adriano Morabito, Emma Vaiserfirov, Moscowhite, Boris, Roman, John Longino, Berliner Unterwelten, Michel Siffre, Christian Rognant, Joshua Horowitz, Stephan Kempe, EJ Albright, Christian Marmorstein, Jennie Schueler, Gus Jacobs, Tom y Fran Jacobs, Lina Misitzis, Natalie Reyes, Taylor Sperry, Rachel Yoder, Deke Weaver, Zhivago Duncan, Caro Clark y Siera Dissmore.
En el mundo editorial, me gustaría dar las gracias a mi agente, Stuart Krichevsky, que me aceptó después de ver mi nombre entre paréntesis en un artículo de prensa y ha seguido conmigo desde entonces. Agradezco su fe inquebrantable en este proyecto, así como su elegancia y diplomacia incomparables, que allanaron numerosos baches en un largo camino. También me gustaría dar las gracias a Ross Harris, Laura Usselman y todos los que ayudaron entre bastidores en SK Agency. Estoy en deuda con mucha gente de Random House, en especial Julie Grau, que puso en marcha este libro. También agradezco la labor de Annie Chagnot, Mengfei Chen y los equipos de producción y diseño, que llevaron pacientemente este libro hasta la línea de llegada. Jenny Pouech se ocupó de la prodigiosa tarea de conseguir permisos para las muchas fotografías del libro. Samantha Weinberg, Tasha Eichenseher y Deirdre Foley-Mendelssohn editaron partes de este libro para Intelligent Life, Discover y The Paris Review Daily, respectivamente.
Este libro sería un auténtico caos de no ser por un círculo próximo de escritores, amigos y mentores que me prestaron unos niveles heroicos de apoyo editorial, sustento emocional y benevolencia cósmica de cerca y de lejos. Gracias a los que me enseñasteis a juntar frases, sobre todo a Catherine Reed, Stacie Cassarino, Chris Shaw, Suketu Mehta, Rob Boynton, Katie Roiphe y Ted Conover. Mi coconspirador, Matt Wolfe, leyó más borradores tóxicamente malos de los que nadie merece y siempre respondió con paciencia, sabiduría y perspicacia. Rob Moor, Chris Knapp y Elianna Kan dieron retoques muy necesarios a algunos fragmentos del libro, sobre todo en las últimas horas. Amelia Schonbek, Nicole Pasulka, Cody Upton, Heather Rogers y Leo Rogers editaron, animaron y consolaron en comedores y cocinas de todo Brooklyn. Liz Flock me ofreció respaldo acompañado de whisky. Ellie Ga me ayudó a superar obstáculos narrativos.
Allegra Coryell me apoyó, me ayudó a mantener la cordura, escuchó los borradores y me dijo cuándo sonaba aburrido. Gracias.
El Institute for Public Knowledge de la Universidad de Nueva York me concedió privilegios en su biblioteca y un lugar donde acabar el libro, es decir, me permitió deambular por sus pasillos como un monstruo nocturno sin ojos. La MacDowell Colony me ofreció un lugar para pensar en el bosque y la New York Foundation for the Arts contribuyó a financiar mi investigación. Este libro no existiría en modo alguno sin la milagrosa Thomas J. Watson Foundation, que me envió a mis primeras expediciones subterráneas y abrió mi relación con el mundo.
Por último, una oleada de gratitud y amor a mi familia. A mi hermana y cuñado, Caroline y Tyler Ruggles, y a mi sobrino, Henry Ruggles, que algún día leerá este libro, le guste o no. A mi abuela, Carol Hunt, y a mis padres, Peter y Betsy Hunt, que me apoyaron en todo momento y de todas las formas imaginables. Y gracias a ti, Isa, que eres una maravilla.
A la naturaleza le encanta esconderse.
HERÁCLITO, Fragmentos
A mis padres, que siempre me apoyan desde la superficie
Título original: Underground. A Human History of The Worlds Beneath our Feet
Will Hunt, 2018
Traducción: Efrén del Valle
Editor digital: Watcher
ePub base r2.1
Cuando Will Hunt tenía dieciséis años, descubrió un túnel abandonado que pasaba por debajo de su casa en Providence, Rhode Island. Sus primeras incursiones en él le inspiraron una incesante fascinación por la exploración de mundos subterráneos, desde las estaciones de metro abandonadas y las cloacas de Nueva York hasta cuevas sagradas, catacumbas, sepulcros, búnkeres y ciudades subterráneas ancestrales en más de veinte países de todo el mundo.
Junto a un equipo de microbiólogos de la NASA, el autor busca los orígenes de la vida dos kilómetros por debajo de las Colinas Negras, acampa tres días con exploradores urbanos en las catacumbas y cloacas de París, desciende con una familia aborigen a una mina de 35.000 años de antigüedad situada en la Australia rural y contempla una escultura sagrada tallada por artistas paleolíticos en las profundidades de una cueva de los Pirineos.
En cada aventura se entremezclan hallazgos en los ámbitos de la mitología, la antropología, la historia natural, la neurociencia, la literatura y la filosofía. Con una prosa elegante, Hunt nos abre los ojos a la dimensión oculta del planeta. En el fondo, «Subterráneo» es una meditación sobre la fascinación de la oscuridad, el poder del misterio y nuestro eterno deseo de conectar con lo que no podemos ver.