En su libro
Un mexicano más, Juan Sánchez Andraka nos presenta claramente las graves contradicciones de nuestra vida familiar, social y política. Antonio Mendoza, el personaje central, es un estudiante de secundaria de provincia, cuya formación se va estructurando con base en esas contradicciones y, por lo tanto, llega en sus aspiraciones, a identificarse con los millones de mexicanos cuya meta única y definitiva es la adquisición de dinero. La despreocupación de los padres, los maestros sin vocación de maestros, los falsos redentores del pueblo y la carencia, en el hogar y en la escuela, de orientación sexual adecuada aparecen como culpables de esta producción de mediocres.
Un mexicano más, fue el primer libro de este joven autor. Por el tema tratado, y la manera cómo desarrolla y presenta su temática, este pequeño libro que tienes en las manos, estimado lector, viene a llenar un vacío, porque despierta la inquietud del ciudadano consciente por uno de los problemas fundamentales para el mexicano en la hora actual.
Juan Sánchez Andraka
Un mexicano más
ePub r1.0 XcUiDi 27.04.16 Título original:
Un mexicano más Juan Sánchez Andraka, 1966 Retoque de cubierta: XcUiDi (adaptación de portada de la película) Editor digital: XcUiDi ePub base r1.2 Este libro se ha maquetado siguiendo los estándares de calidad de www.epublibre.org.
Juan Sánchez Andraka
Un mexicano más
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Un mexicano más Juan Sánchez Andraka, 1966 Retoque de cubierta: XcUiDi (adaptación de portada de la película) Editor digital: XcUiDi ePub base r1.2 Este libro se ha maquetado siguiendo los estándares de calidad de www.epublibre.org.
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NOTA DEL EDITOR
La casa editorial Proyección Cultural Mexicana, S. A. de C. V., se complace en presentar la formidable obra de Juan Sánchez Andraka: «Un mexicano más», la cual ya forma parte de los sueños de un gran sector de la población mexicana, y es la de los estudiantes que, en un momento de su vida descubren que el mundo no es tan impecable como nos lo imponen los dogmas religiosos y hay mucho por hacer, a fin de que nuestro ámbito de vida realmente sea digno de ser vivido. La extrema sencillez del autor logra efectos espectaculares, al abordar de modo tan transparente, cuestiones de dilatada profundidad, especialmente el aspecto social; es allí donde, los jóvenes, que andan a la búsqueda de sus ideales quijotescos y su afán de componer el mundo, sienten que alguien les habla en su idioma y por ello, convierten a «Un mexicano más», como a uno de sus libros «de cabecera».
El caso que aborda el autor es de Antonio Mendoza, un joven estudiante de la Enseñanza Secundaria provinciano, que recibe la cultura oficial en donde, existen marcadas y recalcitrantes contradicciones, esas que concierten a los mexicanos en sujetos adocenados, marcados por el mismo hierro candente del conformismo, el vasallaje al estado de cosas anodino, que no significa ninguna retención, ni dignidad, ni reporta trascendencia alguna, para nadie. Sin duda alguna que el autor: Sánchez Andraka, es un profundo observador de las cosas de su tiempo, pues destaca de modo acertado, la profunda despreocupación que existe entre los padres actuales, el descuido de los maestros al instruir los «moldes hechos» y la notoria falla existente en la llamada brecha generacional, que crece día con día, sin que los jóvenes y adultos, logren hablar el mismo idioma de progreso y superación. Para todo aquel que se aventure en las páginas de «Un mexicano más», les anticipamos que mucho de sus páginas, le representarán un hallazgo antropológico, cultural y humano. Antonio Salgado Herrera, Periodista. Antonio Mendoza es la personificación de los adolescentes mexicanos, víctimas del actual proceso educativo que, por contradictorio, destruye en ellos la natural aspiración al bien y a la verdad lanzándolos a las gruesas filas de los que sólo buscan en la vida comer, gozar y mandar…
1
N ací hace 16 años. Tengo siete hermanas, tres mayores y cuatro menores que yo.
Soy el único hombre. Mi mamá es católica; pero no es de las que viven en la iglesia y le besan la mano al cura. No. Es católica, pero atiende muy bien su casa. A mi papá le tengo confianza. Él nunca me dice frases cursis.
Me trata como amigo, aunque a veces me prohíbe ir a algún lado o juntarme con muchachos que considera inconvenientes. Recuerdo que una vez lo desobedecí y me pegó. Llore mucho, no por los golpes, sino de sentimiento, pues todavía creo que sólo lo hizo para desahogar un coraje que había hecho en la oficina. Sabía que no era necesario pegarme, pues yo entiendo las cosas cuando me las dicen por la buena, como amigos. A la mala, no es lo mismo. —¿Por qué, si no es domingo? —Es Corpus Christi… —Y qué que sea eso; yo no quiero ir. —¿Por qué, si no es domingo? —Es Corpus Christi… —Y qué que sea eso; yo no quiero ir.
Entonces va por la reata que siempre tiene en la cocina para estos casos y ¡claro! Yo salgo corriendo a la iglesia; pero no oigo la misa ni me interesa. Sólo estoy allí para evitar que me pegue. Esta costumbre de ir a misa no la comprendo. —Si no me gusta, ¿a qué voy? —Mira, ésa es la religión de mis padres y yo debo respetarla y cumplir lo que me ordena. Tú también porque eres mi hijo… Eso me pareció ridículo: —Si mi abuelo creía que los ciruelos daban naranjas, yo también debo creerlo porque soy su nieto… Mi mamá dice que debo amar a Dios. Casi siempre, durante la comida, me regaña porque no demuestro amor a quien es Rey de Reyes, según ella.
La mera verdad, yo no lo amo… Le tengo miedo… La culpa de esto la tiene ella y el cura: me enseñaron a reatar de memoria los diez mandamientos. El que no los cumpla se va al infierno. —¿Qué significa fornicarás? —Tú apréndelos y basta. No quieras entender cosas que no puedes ni debes. Así, si desobedecía, si me peleaba, si me negaba a ir a misa, si no me confesaba, si no estudiaba. —Te va a castigar Dios.
Te vas a condenar. En las noches me obligaba a rezar: Así no lo haces, nene el diablo por ti. Yo temblaba de pies a cabeza y rezaba más que doña Tonchi, la comadre del cura. A Dios le tengo miedo, le tengo tenor. ¿Cómo lo puedo querer? Sinceramente, si los domingos voy a misa, si a veces me confieso, es para que no me castigue ni Él ni mi mamá.
2
E n la escuela aprendí a leer… quiero decir con puntos y comas.
Algunos ni eso aprendieron. Decían que yo tenía buena memoria y, creo que sí, pues no me costaba trabajo aprender las definiciones. Cuando el maestro preguntaba: —¿Qué es biología? Yo contestaba de corrido: —Biología es la ciencia que estudia los fenómenos que acaecen en los seres vivos. Mis rápidas respuestas siempre entusiasmaban al maestro y causaban la admiración de mis compañeros. Yo no sabía qué era fenómenos, ni qué significaba acaecer. Nunca me preocupé por preguntarlo.
El maestro no se preocupaba por decirlo. Entender no era necesario. Lo importante era contestar, como en el catecismo. Los maestros meran enérgicos. Por cualquier cosa nos castigaban. En el pueblo decían que era la escuela con mejor disciplina.