Introducción a la primera edición
El cuento, por razones íntimamente asociadas al modo de ser del escritor mexicano, y que sería difícil exponer en esta somera introducción, ha alcanzado en México un desarrollo superior. Tal vez se deba esta preferencia por el cuento al hecho de que, como el soneto, sea una forma literaria cerrada. Dichas formas, según la acertada observación de Octavio Paz, se adaptan admirablemente al carácter del mexicano. Sea como fuere, el hecho es que el cuento, desde finales del siglo xix , ha podido competir con otros géneros. Su forma ha obtenido, en nuestros días, una perfección comparable a la poesía.
A pesar de esta atracción y preferencia que los escritores mexicanos demuestran por el cuento, no existe ningún autor, exceptuando el caso de Mierós, que se haya dedicado en forma exclusiva a cultivar este género, como lo han hecho en Suramérica Horacio Quiroga, Javier de Viana, Mariano Latorre y otros. En México, los cuentistas, por lo general, son también novelistas, poetas, críticos y, algunas veces, hasta políticos y militares de profe sión. A este hecho se debe precisamente el que el cuento mexicano sea tan rico y tan abundante. Hay que notar que todos estos cuentos, como es de esperarse, no han sido recogidos en libros; la mayor parte de ellos han visto la luz pública en revistas y periódicos. En los últimos años han aparecido revistas que publican cuentos exclusivamente, dando cabida en sus páginas tanto a los autores noveles como a los consagrados.
Considerando la importancia del cuento mexicano, esperaríamos que los críticos de la literatura se hubieran dedicado a estudiarlo, como lo han hecho con la novela. Mas no es éste el caso; no existe, que nosotros sepamos, un estudio comprensivo sobre la materia. Por lo general, se trata al cuento en las historias de la novela, dedicándole, cuando mucho, un corto capítulo, y tratando a los autores, no como cuentistas, sino como novelistas que también han escrito cuentos. Esto nos parece un error, ya que el cuento, por ser un género independiente, poco tiene en común con la novela, y sobre todo en la literatura mexicana. El cuento en México tiene una trayectoria aparte, se ha desarrollado de una manera por completo distinta de la novela, y hasta de la novela corta. En las líneas que siguen nos proponemos hacer un somero análisis del estado actual de la crítica del cuento en México. No incluimos, por supuesto, los estudios incidentales dentro de la historia de la novela.
Comencemos diciendo que, aunque no hay un estudio com pleto del cuento mexicano, sí existen excelentes estudios sobre varios autores y sobre varios aspectos del género, estudios que, es de lamentar, no tratan el tema en conjunto. También existen algunas tesis en las bibliotecas de las universidades, pero su consulta es tan difícil que su valor documental es casi nulo. Dichos trabajos se limitan, casi siempre, al estudio de los autores cuyas obras existen en la biblioteca donde se lleva a cabo la investigación.
De mayor importancia son los estudios dedicados a varios aspectos especiales del género. De esta naturaleza son los artículos de Alfredo Ibarra, Franco Carreño, Dorothy M. Kress y José Mancisi dor. El primero versa sobre el cuento popular en México. Carreño dedica mayor atención a la novela corta; Kress se interesa en las tendencias del cuento contemporáneo, y Mancisidor en el tema de la realidad en el cuento mexicano. Otros estudios son simples reseñas de la obra de un autor, aunque con frecuencia el crítico se vale de la ocasión para tratar del cuento en general. Y esto ocurre precisamente en los artículos de José Alvarado, Alberto Quiroz Hernández y J. Zavala. El artículo de Alvarado es una reseña del libro Locura , de Martínez Sotomayor; Quiroz Hernández reseña el libro de Campos Alatorre, y Zavala la Antología de Mancisidor. Dichas reseñas, desde luego, tienen gran valor, pues en ellas los autores expresan sus opiniones sobre varios cuentistas y no sólo sobre el que motiva la crítica.
Quedan por examinar los trabajos de Alfonso Enrique Barrientos, Francisco Rojas González, W. M. Langford e Ignatus Michel. El artículo de Barrientos se ciñe a los autores contemporáneos. Debido a la naturaleza del estudio no le es posible desarrollar el tema, por lo que se concentra en valorar la obra de los autores más destacados, sin tratar de clasificarlos. El breve ensayo de Langford reseña el desarrollo del cuento desde Roa Bárcena hasta Rojas González, poniendo especial interés en los cuentistas de la Revolución, y se concreta a la crítica de los cuentos de antología. El estudio de Rojas González es el único que incluye crítica del cuento mexicano anterior al siglo xix . Aunque en reducida escala, trata del cuento durante la época colonial y la de la Independencia, dando gran importancia a Fernández de Lizardi como cuentista. De los escritores del siglo xix , cita entre los más importantes en el desarrollo del cuento mexicano a Cuéllar y a Inclán. Este último escritor es el único que nosotros no incluimos en este libro, por considerar las novelas in crustadas en Astucia (entre las que destaca la de Pepe el Diablo ) como novelas cortas y no verdaderos cuentos. Rojas González se aboca en su estudio a los escritores de cuentos que él considera esencialmente mexicanos, dejando al margen a todos aquellos cuyas obras no participan de esa característica, que el autor considera básica. Dicho criterio, aunque justo, nos parece algo limitado.
Además de los anteriores estudios, existen también algunas introducciones a las varias antologías del cuento mexicano. La más importante es la de Ortiz de Montellano a su excelente Antología de cuentos mexicanos, estudio que, aunque diminuto, ha tenido mayor influencia sobre la crítica del cuento mexicano que ningún otro trabajo. Los juicios de Ortiz de Montellano son exactos y precisos. A él se debe que nuestros mejores cuentos hayan sido dados a conocer a un público más extenso, sobre todo en el extranjero. Otras introducciones de interés son las de Cornyn, Stanton, Lodge y Torres-Rioseco, lo mismo que las notas de Lerín y Millán y Mancisidor.
En cuanto a las antologías, la única que incluye selecciones de autores anteriores a Roa Bárcena es la publicada en 1940, Cuentos mexicanos, cuyo subtítulo reza Autores exclusivamente mexicanos. Las demás, por lo general, son de autores contemporáneos o dan principio con Roa Bárcena, excepto la excelente antología de autores del siglo xix preparada por Mancisidor y la cual da principio con Altamirano. La mejor antología es, como ya hemos dicho, la de Ortiz de Montellano. Las de Mancisidor, sobresalientes por el gran número de autores que recogen, lo mismo que por la alta calidad de los cuentos que incluyen, tienen el defecto de la clasificación, que es rigurosamente alfabética.
La presente obra no es una historia exhaustiva del cuento mexicano, sino un manual práctico que presenta en conjunto, por primera vez, los datos esenciales para el estudio del género. Como no existe –si excluimos el bosquejo de Rojas González– un estu dio de esta forma anterior al siglo xix , hemos creído justificado, a pesar de los límites de la presente obra, incluir un corto capítulo sobre el cuento prehispánico y otro sobre el colonial. Hacemos esto con el propósito de fijar sus orígenes en México y también de demostrar su rico abolengo.
Por la naturaleza del presente manual, no nos ha sido posible incluir la leyenda, a la que pensamos dedicarle un estudio aparte. Señalamos, por supuesto, aquellas leyendas del periodo romántico, por ser de importancia en el desarrollo del cuento. También hemos incluido, dentro de los límites de la obra, referencia a algunas novelas cortas, y en especial aquellas de autores que también han sido cuentistas.