INTRODUCCIÓN
Originada en 1137 tras los esponsales de Petronila, reina de Aragón, y Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona, la Corona de Aragón fue un heterogéneo y cambiante conjunto de reinos, condados, señoríos y dominios unidos bajo la soberanía del rey de Aragón. Durante casi seis siglos, cada uno de los Estados que la configuraron mantuvo sus propias instituciones políticas, sus leyes y normas legales privativas, su cultura identitaria y la integridad de su territorio.
La Corona de Aragón floreció en la Baja Edad Media, se extendió por el Mediterráneo y comenzó una lenta decadencia en el siglo XV, hasta su final a comienzos del siglo XVIII.
Fue una de las formaciones políticas más peculiares de la Historia de Europa y, aunque con problemas graves en ocasiones, constituyó un ejemplo de convivencia entre territorios diversos, unidos en una idea común que superó los intereses particulares de cada uno de los territorios que la integraron.
En este libro, los profesores Alberto Montaner, Guillermo Redondo, Esteban Sarasa, Ángel Sesma, Enrique Solano y Juan Fernando Utrilla y José Luis Corral, destacados especialistas de la universidad de Zaragoza, han trazado las líneas maestras de la historia de la Corona de Aragón, de sus símbolos y de sus instituciones, en un esfuerzo por acercar a los aragoneses las raíces de su identidad colectiva, resolviendo dudas y precisando conceptos y situaciones no siempre bien explicadas.
Porque conocer la historia propia es la mejor manera de entender lo que somos y de poder mejorar lo que seremos.
José Luis Corral, coordinador
Originada en 1137 tras los esponsales de Petronila, reina de Aragón, y Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona, la Corona de Aragón fue un heterogéneo y cambiante conjunto de reinos, condados, señoríos y dominios unidos bajo la soberanía del rey de Aragón. Durante casi seis siglos, cada uno de los Estados que la configuraron mantuvo sus propias instituciones políticas, sus leyes y normas legales privativas, su cultura identitaria y la integridad de su territorio.
Floreció en la Baja Edad Media, se extendió por el Mediterráneo y comenzó una lenta decadencia en el siglo XV, hasta su final a comienzos del siglo XVIII.
La Corona de Aragón fue una de las formaciones políticas más peculiares de la Historia de Europa y un ejemplo de convivencia entre territorios diversos, unidos en una idea común que superó los intereses particulares de cada uno de los territorios que la integraron.
José Luis Corral (coordinador)
¿Qué fue la Corona de Aragón?
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17ramsor29.09.13
Autores:
Capítulos 1, 8 y 9: José Luis Corral Lafuente
Capítulo 2: Juan Fernando Utrilla Utrilla
Capítulo 3: Esteban Sarasa Sánchez
Capítulo 4: J. Ángel Sesma Muñoz
Capítulo 5: Enrique Solano Camón
Capítulo 6: Alberto Montaner Frutos
Capítulo 7: Guillermo Redondo Veintemillas
I. LOS ORÍGENES DE LA CORONA DE ARAGÓN (1136-1162)
LA SUCESIÓN DE AFONSO I (1134)
En octubre del año 1131, mientras sitiaba la ciudad de Bayona, en el sur de la actual Francia, el rey Alfonso I de Aragón, el Batallador, carente de descendencia, dictó un asombroso testamento según el cual legaba su reino a las Órdenes de Hospitalarios, Templarios y Santo Sepulcro, que se habían fundado en Tierra Santa. Fue ratificado el 4 de septiembre de 1134, tras la batalla de Fraga de julio de ese mismo año, por el propio rey Alfonso, derrotado y a punto de morir, lo que ocurrió tres días después en la localidad de Poleniño (Huesca). Desde luego, el testamento era inviable, de modo que los aragoneses hicieron caso omiso y el 11 de septiembre, sólo cuatro días después de la muerte del Batallador, proclamaron rey a su hermano Ramiro, que era clérigo y acababa de ser nombrado obispo de Barbastro.
Según el derecho sucesorio navarro-aragonés, Alfonso I no podía disponer libremente del patrimonio heredado de su linaje, es decir, de los viejos condados de Aragón, Sobrarbe y Ribagorza, aunque sí lo podía hacer con las tierras conquistadas por él en vida, los llamados "acaptos", en este caso todo el territorio del reino musulmán de Zaragoza.
Aunque Ramiro II, llamado el Monje, no podía reinar dada su condición de clérigo, asumió el reino y entre el 11 de septiembre y mediados de octubre de 1134 recorrió todas sus tierras para recibir juramento de fidelidad de sus súbditos, que lo reconocieron como soberano legítimo.
Entre tanto, el reino de Pamplona, cuyo trono había ocupado el rey de Aragón en 1076, proclamó a su propio monarca en la figura del noble García Ramírez, llamado el Restaurador, y se segregó de los dominios del rey de Aragón, sumando a las de Pamplona las tierras de Tudela, configurando así el nuevo reino de Navarra. En mayo de 1135 ambos soberanos firmaron el pacto de Vadoluengo por el cual se fijaron los límites fronterizos entre Aragón y Navarra.
Ramiro II no era ni un político ni un soldado; desde su niñez había vivido en conventos, sometido a las reglas monásticas y a la vida religiosa. Ni estaba preparado ni, probablemente, quería gobernar el reino, de modo que buscó deprisa un heredero que garantizara la sucesión legítima de su linaje al frente de Aragón, para lo cual debía concebir un hijo nacido de matrimonio legítimo.
Se buscó una esposa para el rey, y la elegida fue Inés de Poitou, una viuda de 30 años de edad que había sido madre de tres hijos varones, con lo cual quedaba garantizada su fertilidad. Además, Inés era hermana del duque de Guillermo IX de Aquitania, y sobrina de Pedro I de Aragón, el hermano de Ramiro II, con lo cual se cerraba una alianza con este poderoso señorío cuyo duque había participado en la reconquista aragonesa en tiempos de Alfonso I.
La boda de Ramiro II e Inés de Poitou se celebró en Huesca el 13 de noviembre de 1135, y enseguida despertó reticencias debido a la condición eclesiástica del rey, y por ello fue denunciado ante el Papa.
La situación del reino de Aragón era complicada, pues a los problemas con Navarra se sumó la presencia en Zaragoza del rey Alfonso VII de León y Castilla, que la ocupó con la excusa de defenderla ante un posible contraataque musulmán, dejando en el emblema de la ciudad el símbolo del león, signo de su ambición imperial como autoproclamado emperador de León y Castilla.
Todavía surgieron más problemas, pues el 10 de junio de 1136 el papa Inocencio II pidió que se cumpliera el testamento de Alfonso I y se entregara el reino a las tres Órdenes religiosas.
Justo nueve meses después de la boda real, el 11 de agosto de 1136, la reina Inés dio a luz a una niña, a la que llamaron Petronila; en esa lecha el matrimonio de sus padres todavía no había sido admitido como legítimo por el Papa.
Ramiro II había cumplido con su misión, la de dotar al reino de un heredero, pero en este caso se trataba de una niña, que podía transmitir a través de su sangre la realeza, la