INTRODUCCIÓN
Este libro estudia la experiencia de las mujeres y su papel en la guerra y la revolución en España durante la Guerra Civil (1936-1939). ¿Estaba en lo cierto Suceso Portales, modista, activista anarquista y miembro de la organización anarquista de Mujeres Libres, cuando hizo la siguiente afirmación en un artículo aparecido en 1937?
Dos cosas empiezan a desplomarse en el mundo por inicuas: el privilegio de la clase que fundó la civilización del parasitismo, de donde nació el monstruo de la guerra, y el privilegio del sexo macho que convirtió a la mitad del género humano en seres autónomos y a la otra mitad en seres esclavos, creando un tipo de civilización unisexual: la civilización masculina, que es la civilización de la fuerza y que ha producido el fracaso moral a través de los siglos.
¿De verdad se venían abajo las bases sociales de la supremacía masculina, de la «civilización masculina», como afirmaba de un modo tan optimista, o se trataba solamente de diluir los objetivos específicos de las mujeres durante la lucha contra el fascismo? ¿Hasta qué punto el ímpetu revolucionario de los anarquistas y los comunistas disidentes acarreó una pérdida de identidad femenina y la subordinación de los asuntos de las mujeres a la causa revolucionaria global? ¿Participaron las mujeres en el activismo revolucionario y la resistencia antifascista por interés propio? ¿O estaban politizadas pero encauzadas en funciones de apoyo que no podían en tela de juicio las formas de subordinación sexual predominante? ¿En qué medida existía un conjunto de intereses comunes entre las mujeres o era más importante la polarización política o de clase? ¿Presentaba la movilización de grupos de mujeres un modelo distinto de conciencia de género? Estas son algunas de las cuestiones de las que se hablará a los largo del estudio sobre la actividad de las mujeres y su experiencia colectiva durante el período de la Guerra Civil Española.
Todo intento de responder a estas preguntas debe recurrir a un marco teórico. Una de las tareas importantes de la historia de las mujeres ha sido identificar y recuperar a las mujeres del pasado. En los últimos veinticinco años, los estudios sobre la historia de las mujeres han favorecido la recuperación de la memoria colectiva de aquellas y una mayor visibilidad de su trayectoria a través de la historia. Se ha avanzado mucho en el camino de la recuperación de su voz y de la comprensión de su dinámica histórica. Pero escribir la historia de las mujeres ha significado emprender no solo una labor de rescate, de por sí importante, sino también la apertura de un proceso de reflexión que ha llevado a repensar mucha de las pautas interpretativas tradicionales en torno al protagonismo histórico femenino. Además, releer la historia en clave femenina y desde una metodología de la historia de género ha abierto nuevos horizontes interpretativos en torno a los procesos históricos y ha enriquecido nuestra comprensión global de la dinámica histórica.
En las etapas iniciales del desarrollo de la historia de las mujeres durante los años setenta, muchos de los planteamientos históricos se trazaron partiendo de categorías metodológicas más bien rígidas que polarizaban su experiencia histórica colectiva. Así es que el empleo de categorías binarias opuestas tales como público/privado, víctima/heroína, poder/sumisión, confrontación/consentimiento, fue un eje frecuente en la interpretación de las mujeres en la historia. Uno de los esquemas interpretativos predominantes en esta primera etapa se centraba en su victimización histórica. El aspecto clave era la confrontación con la opresión patriarcal y se dio prioridad a aquellas mujeres que habían desafiado las limitaciones de la subordinación femenina y emprendido una lucha heroica por su emancipación.
Las tendencias actuales en este campo han creado instrumentos analíticos que van más allá de estas categorías que consideran a las mujeres o bien víctimas o bien heroínas. El desafío a las rígidas interpretaciones iniciales ha ayudado a formular propuestas de interpretación alternativas preocupadas por situar la experiencia histórica de las mujeres en la confluencia e interacción de los espacios públicos de la política y el trabajo y el ámbito privado del mundo doméstico. Las fronteras entre ambas esferas a menudo proporcionan la clave para clarificar la dinámica de las relaciones de poder entre los sexos. De esta manera, el pasado de las mujeres se interpreta como un proceso complejo que relaciona su experiencia específica con su entorno social, cultural, político y económico.
En los años ochenta, el debate historiográfico sobre el concepto de victimización histórica femenina y la lucha heroica de las mujeres para sobreponerse a la opresión puso en claro que tal planteamiento era demasiado restrictivo. En la discusión que siguió, la historiadora estadounidense Ellen DuBois defendió que el estudio de la resistencia femenina a la opresión era un eje vertebrador de la historia de las mujeres que debían centrarse en el estudio del feminismo político. Carol Smith Rosenberg propuso estudiar la historia de las mujeres desde el punto de vista alternativo de explorar su cultura. Sostenía que el feminismo histórico puede explicarse mediante un proceso de toma de conciencia y que un estudio global de la cultura y las relaciones de las mujeres puede llevar a un conocimiento más profundo de las estructuras de las relaciones de poder jerárquico del género.
Las historiadoras francesas Michelle Perrot, Cécile Dauplin y Arlette Farge, entre otras, han planteado el tema de la relación entre el poder y la cultura de las mujeres desde una perspectiva analítica distinta. Su línea de argumentación subraya la necesidad de examinar el poder o los poderes femeninos, así como las verdaderas compensaciones que ellas reciben dentro de la dinámica desigual de las relaciones de poder entre los sexos.
Otras historiadoras, además han insistido en la idea del consenso y la complicidad de las mujeres en su subordinación social. Gerda Lerner ha resaltado una de las mayores paradojas dentro del sistema de géneros: la función de las mujeres en la perpetuación de su subordinación.
El presente trabajo tiene un planteamiento teórico diferente al de otros estudios sobre las mujeres en la Guerra Civil española escritos por la autora en los años setenta. A principios de esa década, escribir la tesis doctoral y hacer una investigación sobre las mujeres españolas de izquierda durante la Segunda República y la Guerra Civil (1931-1939) fue una experiencia extraordinaria, a pesar de las difíciles circunstancias de vivir en España bajo el franquismo, de investigar en unos archivos que seguían bajo control militar y de entrevistar a mujeres activistas en la Guerra Civil que todavía continuaban exiliadas. En un país en el que la dictadura de Franco imponía la amnesia histórica colectiva en lo referente a la Segunda República y la Guerra Civil, y en un entorno historiográfico internacional que acababa de encontrar a las mujeres en la historia, descubrir el protagonismo de personajes y organizaciones femeninas y la movilización masiva de miles de mujeres durante la Guerra Civil fue de un impacto extraordinario. Además, recuperar su voz y su rostro fue muy importante para el feminismo emergente de los años setenta ya que permitió restablecer una genealogía de antepasadas revolucionarias y antifascistas que había luchado por la libertad democrática y la emancipación femenina.
La amnesia histórica colectiva caracterizaba el período de postguerra en España ya que la tergiversación de la historia por parte de los historiadores franquistas había deformado la visión de los movimientos sociales y políticos en la época de la Segunda República y la Guerra. Así que los historiadores que se oponían al régimen de Franco en los años setenta comenzaron a reparar este equilibrio con la realización de estudios sobre ese período. A principios de los años setenta solo éramos tres las profesoras universitarias que nos dedicábamos a investigar sobre la historia de las mujeres en la sociedad contemporánea. Además, los primeros estudios que aparecieron entonces sobre su experiencia histórica tenían lógicamente un enfoque político y un planteamiento heroico. La visibilización del significativo protagonismo de las mujeres constituyó una lección estimulante para el movimiento feminista antifranquista y un movimiento clave en la consolidación de una nueva sociedad democrática de la transición. Descubrir la voz y las vivencias de las activistas y feministas de los años treinta fue una importante aportación para la expansión de la nueva ola del feminismo español de los años setenta y la articulación de sus demandas de derechos para las mujeres.