BREVIARIOS
del
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA
I. EL ANILLO DE GIGES
EN La genealogía de la moral, Nietzsche afirma que “la mente del hombre primitivo estaba tan preocupada con la evaluación… que se puede decir, en cierto sentido, que éste era propiamente su pensamiento”. La genealogía de la forma monetaria constituye el estudio de una nueva lógica que es la moneda de la mente. En este capítulo estudiaremos la relación de “constitución” entre el origen de la moneda y el origen mismo de la filosofía.
Los griegos no tenían muy claro dónde y cuándo precisamente apareció la acuñación. Sus explicaciones genéticas de la acuñación no dependen, sin embargo, de la exactitud cronológica y geográfica. Más bien, concentran su atención en épocas hipotéticas o míticas en las cuales suponen que se originó la moneda. Para discutir los efectos producidos por la acuñación y la relación entre la moneda y la mente, los antiguos griegos escogieron como lugar de nacimiento muchos lugares, así como distintas épocas y hechos diferentes. La disputa sobre el origen de la acuñación, sin embargo, no representa una discusión sobre datos de anticuario, sino más bien sobre el significado ideológico de la moneda.
Herodoto alegaba que la acuñación apareció en Lidia durante el reino de Giges o de su hijo. El suponer a Lidia como el lugar de nacimiento de la acuñación determinó el pensamiento de muchos autores de la Antigüedad. Inventor o no de la acuñación de la moneda, Giges, o su descendiente, se hallaba asociado en la mente de los griegos a la acuñación. Como Midas, su vecino, que convertía todas las cosas en oro con sólo tocarlas, Giges convertía todas las cosas en oro gracias a la posibilidad que tenía de comprarlas con oro acuñado en monedas.
Así como se asociaba la acuñación con los lidios, también se asociaba a ellos la tiranía política, “fenómeno tan importante en la historia de la cultura como en el desarrollo de, Estado griego”.
Para nosotros, que hemos usado la moneda acuñada por cerca de 25 siglos, no es fácil imaginar cuál fue la impresión que causó en la mente de aquellos que por primera vez la usaron en sus ciudades-estados. No poseemos muchas analogías reveladoras de la introducción de la moneda en Grecia. La historia de Giges, por hipotética o mítica que haya sido, constituye una valiosa explicación de la génesis de una semiología política, económica y verbal.
Aparentemente, a muchos hombres les desagradan la moneda y la tiranía. No obstante, la dorada tiranía parece ser el equivalente o la base de gran parte de lo que pretendemos amar. El mito de Giges es de gran ayuda para conocer el origen del pensamiento moderno y para cuestionar este mismo pensamiento. Como sucede con el estudio de otros orígenes aparentemente históricos (el del pecado, el del lenguaje, el de la desigualdad y el de la moral, por ejemplo), el estudio del origen de la moneda también se convierte en el estudio de las formas de la actividad humana.
LAS HISTORIAS DE GIGES
Herodoto
La historia del ascenso al poder de un acuñador y tirano arquetípico desempeña un papel muy importante en el pensamiento de Herodoto y de Platón. Con la interpretación de sus versiones de esa historia, podremos empezar a entender una revolución económica y cultural que se encuentra en relación directa con el origen de la moneda y de la filosofía.
En el Libro primero de sus Historias, Herodoto narra cómo Giges despoja a Candaulos del poder real en Lidia, país rico en oro. Giges no se propone apoderarse del reino motu proprio, es más bien un peón, primero del rey y luego de la reina. En la primera parte de la historia, Giges obedece las órdenes del rey Candaulos, cuya necesidad de tener un testigo de la belleza de su esposa provoca toda la trama. Candaulos trata de persuadir a Giges (su confidente en la corte) de la belleza de la reina: “Candaulos se enamoró de tal manera de su propia esposa que la consideraba, sin lugar a dudas, la mujer más hermosa del mundo; y estaba tan convencido de ello, que hacía ostentación de su belleza (eidos) a Giges” (Herodoto, 1.8). En esta narración de intriga erótica, el amo aparentemente sólo puede definir el valor de sí mismo y de sus propiedades con la apreciación de sus esclavos. Más aún, Candaulos no cree que el testimonio verbal que le ofrece a Giges baste para que éste aprecie su “propiedad”, y decide entonces proporcionarle una muestra ocular. Candaulos insiste en que Giges se vuelva un voyeur y que observe subrepticiamente a su esposa desnuda en la cámara nupcial: “Me parece, Giges, que tú no crees lo que yo te digo de la belleza (eidos) de mi esposa; los hombres confían menos en sus oídos que en sus ojos” (Herodoto, 1.8). Candaulos opone las palabras pronunciadas a las cosas vistas. Parece estar de acuerdo con Heráclito en que “los ojos son testigos más veraces que los oídos”. La palabra de un hombre no basta: es necesario ver.
La historia de Herodoto gira en torno al acto de ver: volver a algo perfectamente verosímil significa hacerlo visible o despojarlo de sus vestiduras. Un hecho significativo es que los lidios tenían prohibiciones muy estrictas contra la desnudez. de la reina. Giges trata de recordarle al rey que “hace tiempo los hombres hicieron leyes sabias para que las aprendiéramos y una de ellas es que sólo nosotros, y nadie más, debemos ver lo que es nuestro” (Herodoto, 1.8). La reina es propiedad no de cualquier hombre, sino del rey. El portavoz del poder político le está pidiendo a Giges que viole no una ley cualquiera, sino la ley misma. Se siente en peligro (y quizá también siente en peligro al inseguro y enamorado rey), y le suplica que no lo obligue a violar el antiguo mandamiento: “Yo verdaderamente creo que tu reina es la mujer más hermosa de todas las mujeres; te ruego que no me pidas que cometa actos ilegales (anomōn)” (Herodoto, 1.8). Giges fracasa en su recurso a la nomos. El mismo rey Candaulos elabora el plan para introducir al sirviente en la recámara de la reina:
Haré todo de tal manera que la reina nunca sepa que tú la has visto. Te introduciré en la recámara (oikēma) donde ella y yo dormimos y te colocaré detrás de la puerta abierta. Después que yo entre, mi esposa también vendrá. Hay una silla cerca de la entrada del cuarto donde ella pone las prendas de su atuendo cuando se las va quitando, y tú podrás observarla sin dificultad. Entonces, cuando ella se dirija de la silla a la cama, dándote la espalda, ten cuidado de que ella no te vea salir del cuarto [Herodoto, 1.9].
Esa noche se realiza el plan de Candaulos: Giges ve a la reina desnuda y viola de esa manera su aidōs.
Si el plan de Candaulos de hacer a Giges invisible para la reina hubiera tenido éxito, entonces Giges hubiera tenido por una noche el mismo poder (sobre la reina de Candaulos) que el Giges platónico (quien, gracias a su anillo, podía ver sin ser visto). Desgraciadamente para el rey que ha violado la ley, el plan fracasa: la reina ve a Giges cuando éste se desliza fuera del cuarto (las reflexiones de la reina al ver a Giges fueron quizás el tema de varias obras antiguas; por su parte, Herodoto no pone ningún interés en las reflexiones de la reina, sino que se concentra en el desarrollo puro de la trama). La reina no dice que ha sorprendido a Giges saliendo del cuarto. A la mañana siguiente, sin embargo, se asegura de quiénes le son fieles en su casa (oiketeia) (Herodoto, 1.11) y manda llamar al confiado Giges. La reina exige que el violador (Giges) o aquel que permitió que se consumara esa violación (Candaulos) sea muerto: “O matas a Candaulos y me tomas como tuya y te apoderas del trono de Lidia o eres ejecutado en este mismo momento sin más ni más… Esto te impedirá ver (idēs) lo que no debes ver”. (Herodoto, 1.11). Sólo un vidente de su desnudez (eidos)
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