LA FAMILIA DE PAUL CUADROS se mudó de Perú a Estados Unidos en 1960. Premiado periodista, ha escrito para la revista Time y Salon.com, entre otras. En 1999, Cuadros obtuvo la beca de la Fundación Alicia Patterson para escribir sobre el impacto del gran número de trabajadores latinos de la industria avícola en las comunidades rurales del sur. Se mudó a Pittsboro, North Carolina, para realizar su investigación y permaneció allí para documentar el crecimiento de la comunidad latina en el sudeste.
Y o nací perteneciendo a una minoría, pero no moriré como una minoría. Estados Unidos está sufriendo cambios fundamentales en su población, los cuales alterarán para siempre su carácter nacional. En los próximos cincuenta años habrá más personas que se parecerán a mí, y la identidad del país se transformará. Según los cálculos del Departamento de Censos de Estados Unidos, en 2050 la mitad de la población del país será blanca no-hispana. La otra mitad estará conformada por personas de color y los latinos serán el grupo más grande, con un porcentaje que se calcula en el 24 por ciento. La discusión sobre la raza y la etnicidad cambiará para siempre y se tendrá que crear un nuevo lenguaje para hablar del tema más persistente y complejo de Estados Unidos. La idea de una clase minoritaria de personas probablemente se descarte y surja un nuevo paradigma de fraternidad. Si nadie reclama ser mayoría, entonces nadie puede pertenecer a una minoría, y probablemente la línea de color que ha esclavizado, marginado y lastimado a muchos, tanto a los que han sido explotados a través de la humillación física como a los explotadores mediante la degradación moral, pueda eliminarse y logremos surgir unidos, purificados, y a las puertas de un comienzo nuevo.
Estados Unidos apenas está despertando a la migración silente que se ha filtrado sigilosamente en sus pueblos y ciudades, y está enfadada, al igual que lo estuvo Siler City seis años atrás. Los conservadores, las organizaciones contra los inmigrantes y los grupos supremacistas y extremistas blancos se han valido del cambio demográfico como una nueva causa para preservar el privilegio blanco en Estados Unidos. Esta es la corriente sucia en la que todos estos grupos introducen sus tazas y la fuente que nadie reconoce que existe. Hay una violencia absoluta detrás de las leyes que sólo aprueban el inglés, de los oficiales locales que hacen cumplir las leyes federales de inmigración, de considerar a los migrantes y a sus hijos como criminales, del deseo de despojar de la ciudadanía norteamericana a los hijos de inmigrantes no autorizados, de los programas de trabajadores invitados que les confieren la condición permanente de marginados y de otras medidas punitivas que tienen por objeto castigar a un grupo étnico emergente que un día será el mayor de Estados Unidos.
Bajo el disfraz de la seguridad nacional, estos grupos han desatado su jauría mediática para que eche espuma por la boca y le ladre a asuntos complejos que requieren una comprensión que está más allá de la solución simplista de construir una valla, que el Congreso defiende de manera tan radical. Peter King, representante republicano de Nueva York, y coautor de una ley que propone que los inmigrantes no autorizados sean considerados criminales y apoya la construcción de una valla en la frontera, tiene una casa en Long Island cuyo jardín lo arreglan inmigrantes latinos, uno de los cuales entró de contrabando al país. Cualquiera que haya estado en el desierto de Sonora y haya visto su modesta inmensidad y su belleza asombrosa, entiende claramente que una muralla no sólo será ineficaz para detener la migración, sino un pecado en sí misma. Dios no ve murallas desde el cielo, y por eso todas las que se han construido también han sido derribadas. Estados Unidos tiene tanta rabia que las únicas propuestas para enfrentar esta migración y la emergencia de los latinos, han sido punitivas.
Las mismas fuerzas que han impulsado esta última migración han sido olvidadas o ignoradas. Muchas de sus causas se originan en las políticas de libre comercio de Estados Unidos, en la globalización y en los últimos destellos de la Guerra Fría. Pero también en la pobreza. Éstos son los factores que obligan a una madre a atravesar el desierto con sus hijos y arriesgar sus vidas para tener la oportunidad de alimentarlos. Ni una sola propuesta por parte del Congreso o del Presidente ha considerado siquiera de manera remota estos factores que impulsan a los latinos hacia el Norte. Y otras migraciones tendrán lugar hasta que Estados Unidos no comience a prestarle una atención real a estas causas. Hay quienes dicen que no es responsabilidad nuestra ayudar a México o a América Latina, aunque los vecinos se ayuden mutuamente. No es responsabilidad nuestra pero sí nuestro interés nacional. Un México fuerte y justo será un impedimento contra futuras migraciones. México y su clase dirigente debe hacer ahora lo que nunca ha hecho ni le ha importado hacer: educar a su pueblo, ofrecer empleos dignos y hacer que los pobres asciendan a la clase media. Aunque la migración ha sido un problema para Estados Unidos, es también una desgracia nacional para México y sus líderes.
La migración de los latinos a Estados Unidos que ha ocurrido en los últimos quince años ha dejado al país con rabia y en carne viva. Actualmente, nuestro país sólo quiere castigar, incluso a los inocentes que no han violado ninguna ley. Los niños que fueron traídos por sus padres aquí sin su consentimiento no deberían sufrir los estigmas y consecuencias que se debaten actualmente. Ellos son seres inocentes atrapados en el remolino de la globalización, de la codicia corporativa y de las privaciones subsiguientes. ¿Estados Unidos cree ahora que los hijos deben soportar las inequidades de sus padres? ¿Qué hará Estados Unidos con esta generación ilegal? ¿Estados Unidos ya no tiene espacio en su corazón para el perdón, la amnistía, para los niños que no han violado ninguna ley? ¿Es así como se endurece el corazón del faraón?
La rabia es sólo una de las etapas que se sienten al enfrentar este fenómeno. Al país todavía le falta superar varias, así como Siler City tiene que lidiar con el éxodo de estudiantes blancos de sus escuelas. La demografía es el destino, y si esto es cierto, entonces los inmigrantes latinos serán aceptados algún día. Sin embargo, todavía estamos muy lejos de ese momento.
L os jugadores continuaron con sus vidas después de la temporada del campeonato. Todos siguen jugando fútbol y sueñan con ser campeones de nuevo.
PRIMERA TEMPORADA
Oso: No pudo realizar estudios universitarios en Estados Unidos por su estatus migratorio y regresó a Honduras, donde se matriculó en una universidad para estudiar ingeniería civil, se graduó y ahora vive en su país de origen.
Pee Wee: Tras dejar la escuela, Pee Wee pensó en entrar a la Fuerza Naval, pero trabajó un tiempo en una fábrica de la ciudad y luego en un restaurante. Su madre regresó a Siler City y él encontró un hogar de nuevo. Obtuvo su GED y juega fútbol en La Liga.
Caballo: Dejó la escuela durante el grado once de secundaria y comenzó a trabajar en la industria de la construcción. Se lesionó accidentalmente al meterse un clavo en la rodilla con una máquina para pegar clavos. No tenía seguro médico, le retiraron el clavo y hasta el día de hoy sigue recuperándose de su herida. Ahora es padre de un niño y lo está criando en Siler City.