LÓPEZ, CARTER, REAGAN
Relaciones México- Estados Unidos 1976-1982
Gerardo Garibay Camarena
Smashwords Edition
Copyright 2013 Gerardo Enrique Garibay Camarena
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A mi hijo, que viene en camin o.
RECONOCIMIENTOS
A mi madre por apoyarme cuando daba los primeros pasos en la hermosa pero atemorizante tarea de escribir en la prensa acerca de los acontecimientos de actualidad. Ella me puso en el camino correcto y desde ahí, paso a paso, he continuado.
Por supuesto, a mi esposa, que es mi inspiración y que fue una de las primeras personas en leer esta obra cuando apenas estaba en fase de borrador. Su ánimo y sus consejos han sido fundamentales.
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ÍNDICE
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“Una recesión es cuando tu vecino pierde su empleo. Una depresión es cuando tú pierdes el tuyo. Y recuperación es cuando Jimmy Carter pierde el suyo”
“El gobierno no puede resolver el problema. El problema es el gobierno”
Ronald Reagan
“He visto a muchas mujeres con lujuria, muchas veces he cometido adulterio en mi corazón. Dios lo sabe y me perdona”
“No puedo negar que soy mejor como ex presidente de lo que fui como presidente”
Jimmy Carter
“Defenderé la paridad del peso como un perro”
"Tenemos que acostumbrarnos a administrar la abundancia."
José López Portillo
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¿Para qué leerlo?
Cuando estaba preparando este libro una de las preguntas que surgieron entre quienes conocían el proyecto fue ¿Cuál es la importancia de este tema en la actualidad? O, en pocas palabras: ¿Para qué leerlo?
La respuesta es que los aprendizajes, las visiones e interacciones que analizaremos juntos, estimado lector, a lo largo de las siguientes páginas, son tan relevantes ahora como lo eran entre 1976 y 1982.
Reagan, Carter y López Portillo ya no están en la presidencia, pero los valores y actitudes que representan dentro del sistema político en ambos lados de la frontera siguen muy presentes. Como pocas veces ocurre, estos presidentes encarnaron los temores y aspiraciones de sus respectivas sociedades.
Además, durante esos años la relación entre México y los Estados Unidos fue singularmente rica, variada y compleja, lo que convierte al sexenio de José López Portillo en un excelente laboratorio para entender cómo funciona el trato bilateral.
Al mismo tiempo, en el caso de México, constituye un ejemplo de los errores que no debemos repetir cuando nuestro país se encuentra en una etapa de relativa fortaleza, conscientes de que los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla, Que no sea nuestro caso.
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Presentación
Pocas fronteras en el mundo son tan grandes, tan complejas y tan cargadas por el simbolismo como la que separa a México y a los Estados Unidos. Esos 3 mil kilómetros, ahora cubiertos en parte por mallas y muros, dividen mucho más que a dos países, a dos culturas y dos formas de pensar que son, en muchos aspectos, profundamente distintas y que, al mismo tiempo comparten, junto con los desafíos propios del mapa, anhelos y valores, incluso sin darse cuenta de ello. Son a la vez aliados y rivales.
De un lado, la identidad de México está firmemente enraizada en la herencia latina o, mejor dicho, española, pues la península ibérica debe su particular cosmovisión no solo a los romanos, sino también a los godos, los celtas, los árabes y tantos otros pueblos a lo largo de los siglos la conquistaron y habitaron, dejando detrás la huella de su cultura que, al llegar al nuevo mundo, se integró a su vez con la de los pueblos indígenas a través del proceso de mestizaje.
Del otro, los Estados Unidos de América son, sin lugar a dudas, la nación que representa el máximo triunfo de la cultura anglosajona, aderezada por las migraciones, principalmente alemanas, polacas e italianas, que a lo largo de 4 siglos han dado origen a una serie de curiosas peculiaridades, que se observan tanto en el sistema de medidas (empezando por esa obsesión de no afiliarse al sistema métrico decimal cuando incluso Inglaterra ya lo ha hecho) como en la literatura, la polít ica e incluso en los deportes.
Por ello no es tan solo una casualidad o una simple estrategia de marketing el que le llamen “Serie Mundial” a la final del campeonato de beisbol de ligas mayores, pues durante buena parte de su historia los Estados Unidos se han percibido a sí mismos como un mundo distinto al de los demás.
De hecho es la vocación aislacionista, entremezclada con la tentación imperial inevitable en las grandes potencias ha marcado el rumbo de la política norteamericana y resulta particularmente clara en el caso de las relaciones con México.
En la década de los 1840’s la doctrina del destino manifiesto los llevó a tomar militarmente más de dos millones de kilómetros cuadrados y, sin embargo, apenas un par de décadas más tarde los mismos Estados Unidos se negaron a ratificar el tratado McLane-Ocampo, que, para efectos prácticos, les hubiera otorgado el control directo de los otros dos millones.
Así, enfrentados por la historia, separados por la cultura y unidos por la geografía, México y Estados Unidos comparten poco más de dos siglos de tormentosa relación, marcada indeleblemente por el recelo, las continuas intervenciones políticas y, en especial, por la invasión que le costó a México más de la mitad de su territorio y que aún hoy constituye una herida abierta en el subconsciente colectivo, tanto al sur del río Bravo como entre los millones de mexicanos que forman parte de las comunidades migrantes a lo largo y ancho del territorio norteamericano.
Las diferencias entre ambas naciones son muy notorias desde el momento mismo de su nacimiento, empezando por sus respectivos movimientos de independencia.
En el caso norteamericano, los llamados “padres fundadores”, organizados a partir del Congreso Continental, que constituía ya un embrión de participación representativa, sentaron las bases de un nuevo sistema de gobierno, basado en el valor de cada persona, que dejaba de lado la cultura aristocrática en favor del paradigma democrático instrumentado a través de una estructura política republicana que, con ligeras modificaciones, permanece hasta nuestros días como una de las democracias más longevas en la historia de la humanidad.
Por otra parte, la independencia mexicana estuvo marcada desde su origen por el fracaso, la intriga y, eventualmente, el crimen.
En 1808, el primer intento serio de independencia (o al menos de cierta autodeterminación) terminó en un golpe de estado, cerrando las puertas a una transición legal, y abriéndolas a la barbarie.
Apenas dos años, después, en 1810, el cura del pueblo de Dolores, llamado Miguel Hidalgo, lanzó su propio movimiento, guiando a una turba de miles de personas en una campaña sanguinaria e infructuosa, que en el lapso de unos pocos meses asesinó a decenas de miles de civiles y sembró el pánico antes de que las fuerzas de Hidalgo, Allende y compañía fueran definitivamente derrotadas por el realista Félix María Calleja en la batalla del puente de Calderón.
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