Quiero agradecer a Juan Orellana por su apoyo constante y confianza para que este libro haya sido posible.
Gracias a Antonio Sánchez-Escalonilla por su importante inspiración y ayuda para encarrilar el proyecto por la buena dirección.
Gracias también a Javier Figuero por ayudarme a llegar a la meta con su paciencia, humildad, trabajo y conocimiento.
Y a José Luis Almarza por ayudarme a sostenerme en los malos momentos y a poner en valor lo importante.
Gracias a mi madre Carmen y a mis hermanos Carmen, Jorge, Javier, Víctor, Jana y Ameline por su amor, apoyo y oraciones. Gracias también a mis sobrinos Miguel Ángel, Laura, Javier, Daniela y Juliette, porque son la luz que ha iluminado mis días más oscuros.
Y en especial, gracias a mi padre, Federico, por transmitirme su curiosidad, pasión e interés por todo lo que atañe al ser humano, y también por su cariño y apoyo, por estar a mi lado en este mundo y desde el otro. Este libro está dedicado a él.
PRÓLOGO
Como a Federico Alba —entusiasta autor de este libro—, a los investigadores, aficionados o incluso imitadores del creador de E.T. e Indiana Jones siempre nos ha resultado incómoda la siguiente pregunta: ¿cuál es tu película favorita de Steven Spielberg? Antes de que recibiera su primer Oscar en 1994 como director por La lista de Schindler , una respuesta sincera a esta pregunta requería un previo y rápido examen del interlocutor para evitar suspicacias o ironías.
Si se optaba por títulos como Tiburón , Encuentros en la tercera fase o En busca del arca perdida se corría el riesgo de ser acusado de ingenuo o superficial. Si se optaba por películas como El color púrpura o El imperio del sol , primeras apuestas de Spielberg para «madurar en la pantalla», la elección se recibía a menudo con un gesto de indiferencia ante lo que muchos entendidos en cine consideraban intentos fallidos de hacer un cine profundo . Tras la obtención del Oscar, reconocida al fin la maestría del cineasta, la filmografía del director contaba con obras de géneros muy variados pero la elección de cualquier título recibía nuevas objeciones: ¿Parque Jurásico? Merchandising puro. ¿Salvar al soldado Ryan? Solo me gustan los primeros veinte minutos. ¿Amistad? Lenta, y encima se mete con los españoles. ¿Inteligencia artificial? Lacrimógena y muy complicada, una traición a Kubrick. ¿La guerra de los mundos? Cine de palomitas. ¿El puente de los espías? Propaganda americana de estilo capriano...
En fin, daba igual la película escogida, su género, estilo o época. A Spielberg siempre se le exigía más porque sus estrenos generaban expectativas mucho mayores. Pero además, tanto en el mundo de la crítica como en el de la producción de cine o la investigación universitaria, el desdén hacia Spielberg siempre ha parecido un síntoma de buen gusto fílmico y así lo han atestiguado asiduos a cine-clubs setenteros o modernos espectadores gafapastas , adictos a festivales o salas de arte y ensayo. En los 90, un conocido crítico español aseguraba en un diccionario de cine que El diablo sobre ruedas —¡su opera prima de 1971!— era la única película destacable del director...
Pese a la controversia que el cine de Spielberg siempre ha generado en la crítica, permanece constante una evidencia: el director cuyo estudio nos ofrece hoy Federico Alba siempre ha realizado su cine pensando en el espectador, y esta guía le ha permitido ofrecer historias excelentes, conmovedoras y asombrosas. En efecto, se trata de un cineasta increíblemente intuitivo, desprovisto de titulación universitaria, formado mediante los cómics y la televisión de los 50, imitador de clásicos como Hitchcock, Lean y Truffaut, pero con un excepcional sentido del espectáculo, de la ética y de la narración de historias: tres notas inseparables del cine, tres piedras de toque que permiten reconocer la genialidad de una buena película más allá de pretensiones espurias de esteticismo o de —mucho peor— la búsqueda del aplauso de una élite cultural determinada.
Arriesguemos una respuesta. Como el autor de este libro, considero E.T., El extraterrestre la mejor película de Steven Spielberg. En 1982, año de su producción —este año se celebrará su 35º aniversario—, su acogida en las salas de cine alcanzó un éxito que la entronizó como película más taquillera desde el estreno de Lo que el viento se llevó en 1939. Connotaciones comerciales aparte, decir «ticket de taquilla» equivale a decir «espectador». Y el espectador es precisamente el referente fundamental del director: sin él resulta imposible el cierre del círculo creativo.
Otra de las notas o referentes artesanales del cineasta consiste en lo que el propio Spielberg denominaba en 1986 su «pasaporte de niño»: la clave de sinceridad ética con que plantea los conflictos dramáticos de sus personajes, y no solo en el ámbito fantástico o específicamente infantil. En E.T. se reúne buena parte de las constantes creativas del director: la búsqueda del hogar, la persecución como detonante narrativo, la superación de la tristeza, la capacidad de asombro, la lucha por la reunión familiar y, como aspecto dominante, la introducción de personajes corrientes en situaciones extraordinarias. De todas ellas, la capacidad de asombro constituye un misterio que actualiza nuestra admiración por la vida y, al mismo tiempo, renueva la sensibilidad infantil por el hallazgo de lo maravilloso dentro de lo rutinario.
Esta capacidad prodigiosa, que admiraba a escritores como Chesterton, Barrie, Saint-Exupéry o Tolkien, fue rescatada para el cine por Spielberg durante la década de los 70, cuando la cultura parecía desdeñar los géneros populares y el público miraba las salas de cine con indiferencia. Pero fue también entonces cuando el creador de E.T., junto a otros movie brats como George Lucas, Francis Ford Coppola o Brian De Palma, rescataron las historias clásicas de exploración y aventura para devolver al espectador el entusiasmo por el cine, con sus historias extraordinariamente rutinarias. Uno de los resultados de esta revolución fue el nacimiento de una segunda generación de directores apadrinada por productoras como Amblin, Lucasfilm o DreamWorks, en la que destacan nombres como Robert Zemeckis, Joe Dante y Chris Columbus, y cuyo eco todavía se deja sentir en los de J.J. Abrams, M. Night Shyamalan y Christopher Nolan... o incluso en títulos como Super 8 , Interstellar o Stranger Things .