Abreviaturas
ACNUR | Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. |
ADEPA | Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas. |
AFP | Agence France Press. |
AI | Amnistía Internacional. |
ANCLA | Agencia de Noticias Clandestina. |
AP | Associated Press. |
APDH | Asamblea Permanente por los Derechos Humanos. |
BAH | Buenos Aires Herald. |
CCD | Centro Clandestino de Detención. |
CELS | Centro de Estudios Legales y Sociales. |
CIDH | Comisión Interamericana de Derechos Humanos. |
CONADEP | Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas. |
DYN | Diarios y Noticias. |
EAAF | Equipo Argentino de Antropología Forense. |
ERP | Ejército Revolucionario del Pueblo. |
ESMA | Escuela de Mecánica de la Armada (CCD). |
FIFA | Federación Internacional del Fútbol Asociado. |
JP | Juventud Peronista. |
LO | La Opinión. |
LN | La Nación. |
NA | Noticias Argentinas. |
OEA | Organización de los Estados Americanos. |
ONU | Organización de las Naciones Unidas. |
PE o PEN | Poder Ejecutivo Nacional. |
PJ | Partido Justicialista. |
SIP | Sociedad Interamericana de Prensa. |
UCR | Unión Cívica Radical. |
Título original: La desaparición a diario: sociedad, prensa y dictadura 1975 - 1978
Estela Schindel, 2016
Editor digital: Titivillus
ePub base r2.1
Notas
[1] O’DONNELL, G., “Argentina: la cosecha del miedo”, Alternativas. Revista del Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea, N.º 1, Santiago, Academia de Humanismo Cristiano, págs. 5–14.
[2] Un encuestado, por ejemplo, afirma que oyó hablar por primera vez de desaparecidos en 1982 en el diario Página/12, cuando este diario comenzó a publicarse en 1987.
¿Qué leían los argentinos en el diario mientras tenían lugar las desapariciones? ¿Es posible identificar en la prensa las condiciones sociales que las hicieron posibles? ¿De qué manera en la sociedad se banalizó la muerte y se estigmatizó a los llamados subversivos de manera que el exterminio no provocara indignación? ¿Cómo se los desapareció colectivamente antes aún de su secuestro y asesinato?
Este libro realiza una minuciosa lectura de la prensa durante el terrorismo de Estado y expone su cotidiano acompañamiento a la masacre “invisible” de la desaparición forzada. Al mismo tiempo, ayuda a comprender el clima dominante en la sociedad argentina en dictadura y las representaciones e imaginarios que permeaban los diarios más influyentes en la formación de opinión. El resultado es un análisis de las operaciones sociales que, apoyadas en la rutinización del periodismo, tejieron una trama de indiferencia en torno a las víctimas e introdujeron la figura espectral de la desaparición.
Estela Schindel
La desaparición a diario
Sociedad, prensa y dictadura (1975 - 1978)
ePub r1.0
Titivillus 31.01.2022
1. La construcción social del desaparecido
¿Qué es un desaparecido?
La muerte no es lo contrario de la vida sino el fondo sobre el cual la vida adquiere sentido. Los rituales funerarios que enmarcan la muerte están destinados a restablecer y afirmar la continuidad de la vida entre quienes permanecen y ofrecer un marco simbólico que les ayude a aceptar la pérdida, situándola al interior de un universo de valores compartido: por eso la muerte, como afirma Norbert Elias, es un problema de los vivos. Para los seres humanos no hay pura muerte biológica sino una serie de dispositivos que la inscriben en la comunidad en forma de rituales religiosos, procedimientos médicos o trámites civiles. Uno de los parámetros propuestos por Philippe Ariès para interpretar las actitudes ante la muerte en Occidente es el modo en que enlaza al individuo con la perpetuación de su comunidad y de la especie:
Igual que la vida, la muerte no es un acto solamente individual. Por eso, como gran paso de la vida, se celebra por una ceremonia siempre más o menos solemne, que tiene por objeto marcar la solidaridad del individuo con su estirpe y su comunidad (…) Los ritos… expresan la convicción de que una vida de hombre no es un destino individual, sino una cadena del phylum fundamental e ininterrumpido, continuidad biológica de una familia o de una estirpe, que se extiende al género humano entero, desde Adán, el primer hombre.
La desaparición forzada de personas empleada sistemáticamente como método de exterminio y disciplinamiento social en nuestro país interrumpe esos postulados básicos de la vida en comunidad, al imposibilitar el funeral y entierro de los muertos. El deber de dar sepultura, que prescriben todas las religiones, es un presupuesto de la cultura tan antiguo como la humanidad. Según el filósofo francés Edgar Morin la atribución de prácticas funerarias a los hombres de Neanderthal indica un signo de humanización más importante que la aparición de las herramientas o el uso del fuego. Su sentido trascendente es destacado en la tragedia griega por Antígona al señalar que el mandato del entierro no pertenece a “los decretos” pasajeros de los hombres, sino que se halla entre las leyes “no escritas e inquebrantables” de los dioses, por encima de los asuntos humanos. Su vigencia aún en tiempos de guerra está estipulada por el Convenio de Ginebra sobre el trato debido a los prisioneros de guerra, que en su artículo 120 establece el modo que adoptarán los certificados de defunción de los cautivos fallecidos, donde deberán figurar el lugar y la fecha del deceso, la causa de éste, el lugar y la fecha de inhumación, así como toda la información necesaria para identificar las tumbas, y agrega:
Las autoridades detenedoras velarán por que los prisioneros de guerra fallecidos en cautiverio sean enterrados honrosamente, si es posible según los ritos de la religión a la que pertenecían, y por que las tumbas sean respetadas, decentemente mantenidas y marcadas de modo que siempre puedan ser reconocidas.
La desaparición de personas tal como tuvo lugar en Argentina desconoció estos principios básicos y, pese a la activa elaboración social de sus legados y consecuencias, continúa ejerciendo efectos desestabilizadores no sólo sobre las víctimas directas sino sobre la sociedad toda. La desaparición forzada no sólo incumple el mandato del entierro a los muertos sino que introduce un elemento adicional a la profanación de la muerte al anular la certeza misma del fallecimiento. Ese elemento desborda incluso la transgresión a las leyes divinas del entierro escenificada por la tragedia clásica en Antígona, pues allí el hermano de la heroína yace muerto a la vista de la ciudad, sin que haya dudas sobre su deceso. La figura del desaparecido, en cambio, instala una zona de indiferenciación entre la vida y la muerte que genera efectos profundamente perturbadores. Por esa razón había sido empleada ya por los militares norteamericanos en Vietnam como una dimensión de la “guerra psicológica”. Según el psiquiatra chileno Horacio Riquelme, los especialistas estadounidenses habían observado que